Blinking Cute Box Panda

jueves, 21 de marzo de 2013

Dramma Queen - Capitulo 19


Dramma Queen

Capitulo 19

— ¿Cómo me veo?
—Horrible. —le contestó el chico, mientras la muchacha tenía una blusa rosa, un chupin negro y zapatos de tacón. —Ve a vestirte, no puedes venir así vestida para donde vamos.
— ¿Algo más formal?
—Ponte una blusa, pollera, algo así... No pantalones.
— ¿Por qué no?
—Está prohibido que una princesa use ropa de hombre.
—Es unisex, ignorante.
—Ve a cambiarte, pesada. —le respondió el muchacho, empujándola nuevamente hacia la habitación. Entonces, la muchacha, se colocó un vestido corto rojo de strapless con un lazo debajo del busto, una chaqueta negra y zapatos negros de tacón, mientras que el pelo lo tenía suelto con ondas y una bincha adornaba su cabellera, y el maquillaje era casi nulo. { http://www.polyvore.com/amanda_seyfried/set?id=42578728 }
— Ahora... ¿cómo me veo?
—Fea, pero sirve para donde vamos. —le contestó el muchacho, arrastrándola hasta el elevador, que los dejó en el hall del Hotel Imperial, así, subieron a la limusina que estuvieron usando esos días viviendo en Viena, que los llevó un poco más lejos de lo que estuvieron llendo esos días. En el segundo distrito de la ciudad, en Leopoldstandt, se encontraba un gran parque público, colorido de tonos verdes. Así, los príncipes se bajaron en el pintoresco parque, caminando tranquilamente por el lugar, como muchas de las personas que se encontraban allí. Harry tomó el brazo de la muchacha, y lo entrelazó con el suyo, provocando una sonrisa en los labios de la princesa. Así, entrelazados por sus brazos, siguieron caminando, mientras que Harry le contaba algunas anécdotas del parque.
— ¿Un parque de diversiones? —preguntó con una sonrisa Emma, observando el hermoso lugar.
—Creí que más que el palacio imperial y el teatro de la corte, era un lugar que te iba a gustar más.
—Gracias. —le contestó Emma, besando fugazmente la mejilla de Harry y corriendo hacia la entrada del Parque de Wurstelprater. Harry, con una sonrisa, la siguió corriendo, mientras ambos iban hacia una de las primeras atacciones.
— ¡No! ¡No pienso subirme allí!
— ¿Príncipe Harry? ¿Le tiene miedo a una pequeña montaña rusa? —indagó riendo, Emma.
— ¿Qué? ¡Claro que no! ¡No le tengo miedo a nada! —le contestó el muchacho, caminando hacia el juego.
— Entonces, vamos. —comentó Emma, tomando del brazo a Harry, el cual pagó los boletos y subieron al primer carrito de la montaña.
— ¿Estás bien? —le preguntó Emma, ya que su esposo estaba pálido como un fantasma.
— ¿Yo? Si, claro. Estoy genial.
—Okey. —dijo, riéndo, la chica. El juego comenzó, y los gritos de Harry no tardaron a aparecer. Mientras el carrito se movía, el chico gritaba más y más, provocando las carcajadas limpias y sonoras de la princesa. Al terminar el juego, los príncipes bajaron de la atracción, con una risueña Emma y un pálido y descompuesto Harry, el cual, segundos después de pisar tierra firma, se dirigió hasta un tacho de basura, vomitando todo su desayuno y almuerzo. Emma, estaba a su lado, golpeando delicadamente su espalda, y conteniendo la sonrisa por la necedad de su marido. Cuando finalizó, se corrió del tacho de basura, mientras Emma corría el cabello de Harry, el cual, estaba blanco como un papel. Le dio de beber agua, y luego con un papel húmedo, lo mojó en la frente, mejillas y cuello.
— ¿Te encuentras bien?
—Si... Si. —respondió el muchacho, dando otro sorbo a la botella de agua.
— ¿Quieres regresar al hotel?
—No, ya estoy bien. —le contestó Harry, mientras Emma, lo ayudaba a acomodar su ropa y su cabello. —Gracias.
—De nada, ahora vamos.
— ¿A dónde? —preguntó asustado el muchacho.
—Vamos a... El carrusel.
—De acuerdo. —contestó el príncipe, y allí comenzaron a caminar en dirección al juego. Emma eligió una taza gigante de té, la cual tenía un pequeño volante dentro, y giraba al moverlo. Harry se sentó junto con ella, y era él quien movía el juego en todo momento.
Al bajar de la segunda atracción, comenzaron a caminar por el parque, mientras Emma observaba todo maravillada, muy usual en ella. Fueron a las sillas voladoras, luego fueron a los autos chocadores, a las tazas locas, y más tarde al pulpo.
—Es tan hermoso. —dijo ella, mirando un gran árbol adornado con guirlandas y pequeños destellos, junto a este, una estatua viviente, al darle una moneda se movía, y daba confeti con brillos.
—Para ti, todo es hermoso.
—Tienes que aprender a ver la belleza en pequeñas cosas. —le dijo ella, mirándolo fijamente, para luego soltarse de su agarre e ir corriendo hasta la estatua. Le dejó un billete de cinco libras esterlinas, y el muchacho de unos veinte años, se movió, entregándole un puñado de brillos de confeti.
—Gracias. —susurró Emma, en español.
—Thank you, beautiful lady(Gracias, hermosa dama). —le contestó en un ingles extraño, haciendo sonreír a la muchacha.
—Yes, thanks.(Si, Gracias) —llegó Harry, contestando en inglés también, mientras tomaba a Emma de la cintura, y la arrastraba lejos de la estatua.
— ¿Por qué me sacaste de allí? La estatua era muy simpática.
—No te entendía una palabra de lo que decías. ¿Para qué ibas a seguir allí? —le preguntó el muchacho, y Emma rodó los ojos ante la respuesta del muchacho. Entonces, ella, se paró delante de él, y pasó su mano izquiera sobre los ojos de Harry, y luego, sobre su cabeza, tiró los brillos plateados sobre este.
—¿Por qué me tiras maquillaje encima?
—No es maquillaje, son brillos de hadas.
— ¿Hadas?
— ¿Nunca has visto Peter Pan?
—Es un cuento infantil, solo he leído cuentos clásicos cuando era muy pequeño, pero a los ocho años, me dediqué más que nada a la literatura inglesa y alemana.
— ¿A los ocho años no leías cuentos?
—No, a esa edad estaba enfocado en otras cosas, como la economía, la medicina y la historia.
— ¿Y no sabes quién es Peter Pan?
—No. ¿Es un cuento para niños?
—Si. Peter Pan es un niño que jamás crece. Él tiene trece años para siempre, vive en el País del nunca Jamás, junto a todos los niños perdidos.
— ¿Eso leías cuando eras niña?
—Claro que si, es una historia clásica. No puedo creer que nunca la hayas leído.
— ¿De qué trata?
—Peter, un día alejándose de su mundo mágico de piratas, indios, hadas y sirenas, llega a Londres, y escucha desde la ventana de una casa, los cuentos de Wendy. Y así, es como el se enamora de ella, y la lleva a el país de nunca jamás, en la segunda estrella a la derecha, donde le pide a Wendy que sea la madre de todos los niños perdidos. Pero al final, ella se va, porque quiere crecer como todo el mundo. Dejando a Peter en nunca jamás.
— ¿Y eso con los brillos, qué tiene que ver?
—Los brillos los tiene Campanita, que es el hada amiga de Peter. Ella, llena a los niños perdidos de brillitos de polvo de hada, y los niños perdidos son capaces de volar.
— ¿Estonces ahora yo puedo volar? —inquiere con sorna él, siendo ignorado aquel tono por Emma.
—Solo necesitas tres cosas, según Peter.
— ¿Y cuales son? —pregunta más interesado.
—Fe, confianza y polvo de hadas.
— Tengo lo último me falta los dos primeros.
—Entonces vamos, tenemos que conceguirlos. —dijo Emma, corriendo de la mano del muchacho, hasta la última atracción del parque.— ¿No te va a hacer mal?
—No, voy a estar bien. —respondió el muchacho, tomando la mano de ella y llendo hasta el interior de un cubículo, donde comenzaron a subir lentamente.
— ¿Cómo consigo la fe?
—Fe en que puedes volar. Fe en que puedes hacer cualquier cosa que te propongas.
—Puedo lograr cualquier cosa, salvo esta que los mayores han impuesto para nosotros.
— ¿Cuál?
— ¿Nuestro matrimonio político?
— ¿Fe en nuestro matrimonio? Puedes tenerla, si crees en él, puede funcionar. Así hacía Peter Pan.
— ¿Y la confianza? —preguntó Harry, dudoso. Ya que veía los sentimientos de Zayn para con Emma, y sentía un deje de inseguridad con respecto a los de Emma para con su hermano.
—Puedes confiar en mi... —susurró Emma, sonriéndole.
— ¿Entonces?
—Tienes la fe, la confianza y los polvos de hadas. Ya puedes volvar, príncipe. —le contestó Emma, mientras el cubículo subía hasta la sima, haciendo reír a marido y mujer. Esta, se colocó al lado de Harry, mirando el hermoso paisaje, mientras se acurrucaba en un costado del pequeño cuadrado, por el frío del atardecer.
—Voy a hacer una promesa, y cuando hago una, la cumplo hasta el final.
— ¿Cúal?
—Prometo que reinar va a ser muy complicado...
— ¿Eso prometes? ¿Tratas de asustarme?
—Déjame terminar, tonta. —le dijo Harry, apretándole la mejilla derecha, dejando su piel roja. —A pesar de lo dificil que va a ser, prometo que el Palacio de Buckingham o el Palacio Imperial Hofburg, va a encontrarse en la la segunda estrella a la derecha.
— ¿Voy a ser Wendy?
—Si, pero solo con una condición.
— ¿Cuál?
—Si yo soy Peter... Tú no vas a irte a ningún lugar. —comentó este, haciendo sonreír a la castaña.
—Es tán hermoso. —musitó Emma, viendo el crepúsculo desde lo más alto del parque.
—Ese de allí, es la imitación del edificio Empire State, de Nueva York.
— ¿Tu lo conoces?
—Si, es el edificio más alto de la ciudad de Nueva York. Es muy elegante y lujoso.
—Que lindo, conoces todo el mundo.
—Si, creo que si. Me faltan conocer lugares de algunos países, pero la mayoría los conozco.
—Yo solo Argentina, Inglaterra y ahora Austria.
—Prometo que vamos a viajar mucho... Primero que nada por todo el imperio Austrohúngaro y luego por toda Gran Bretaña.
—Gran Bretaña es tan hermoso... Al igual que Viena, es una ciudad mágica. —comentó ella, mirando con ternura el precioso paisaje.
—Claro que es mágica. Los Alpes hablan, y el río Danubio también, mientras que el Palacio Imperial en medio, escucha las palabras de ambos, con sabiduría y afecto, tratando de amigar a estos dos hermanos peleados, que se batallan los reinos de las aguas y la tierra. El emperador, sabio y altruista, trata de hayar una solución justa para ambos. La emperatríz, instruída y benévola, enmienda las heridas de ambos hermanos peleados, y la bella princesa, reposa en la biblioteca del palacio, en busca de más conocimiento, para ayudar a estos dos gigantes. Con su bondad heredada de su madre, y su altruismo, heredado de su padre, ella, pequeña como es, solucionará los conflictos de los gigantes, con el inmenso poder de su corazón noble.
—Es hermoso... ¿Quién lo escribió?
—Yo, lo escribí para ti, para nuestra boda.
— ¿Por qué no me mostraste antes?
—Porque, te lo iba a entregar luego de los discursos de los hermanos de los novios, pero... Zayn tuvo un acto tan inmaduro, que hizo olvidarme de esto.
—Gracias. —dijo Emma, sonriendo, mientras abrazaba el brazo cálido del muchacho, y apoyaba suavemente la cabeza en su hombro, y el muchacho hacía lo propio, colocando su cabeza sobre la de ella, mirando el hermoso paisaje que Viena les ofrecía.

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