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lunes, 18 de marzo de 2013

Dramma Queen - Capitulo 15



Dramma Queen

Capitulo 15

— ¿Emma? ¡Princesa Emma! —gritó Harry, pero nada. La muchacha se encontraba completamente dormida en el hombro del muchacho, el cual, la cargó hasta su habitación en el Palacio de Buckingham. La recostó en la cama, con el vestido de novia puesta, quitándole las joyas, la tiara y los zapatos, y la dejó allí, complétamente dormida.
A eso de las once de la mañana, la oscuridad de la habitación de la princesa fue interrumpida por la luz cegante del sol, mientras la institutríz Allison, se colocaba en la cama de Emma, para levantarla. Esta, quejándose, gritando y casi llorando, se levantó de la cama, y se quitó su vestido de novia, tomó un baño, se volvió a peinar, maquillar y se puso un vestido corto floreado sin mangas, zapatos de tacón salmón y una chaqueta blanca con una cartera haciendo juego. { http://www.polyvore.com/138th_annual_horse_race/set?id=47975026 }
Así se encontró con el príncipe Harry, que, sin decir una palabra, tomó su mano y se montaron a la limosina negra parada dentro del Palacio de Buckingham. La muchacha, trató de despegar sus labios y decir algo, pero nada salía, y al parecer el chico no planeaba decir absolutamente nada.
— ¿A dónde vamos? —logró preguntar, luego de un rato.
—La Reina preparó un banquete para los invitados más allegados de la pareja real en Clarence House.
—Ah. —contestó ella, sin nada más que decir que mirar por la ventana del vehículo, minutos después, llegaron a la recidencia real, para encontrarse con todos los comensales más cercanos a ellos, en vía privada u oficial.
Se acercaron a la familia de Emma, los cuales estaban en la mesa principal, junto con la Reina, el príncipe Felipe y Zayn, los cuales hablaban de algo animadamente, junto con Rodolfo, el emperador.
—Mi pequeña, tan hermosa. —musitó el abuelo, sonriéndole.
— ¡Abuelo! —anunció ella, abrazando al hombre mayor.
—Príncipe Harry, acércate, este viejo mañoso ya no puede moverse tanto como en sus épocas de gloria.
—Lo entiendo emperador, aveces siento que mis huesos quieren salir de mi piel. —comentó la reina, mientras Harry se acercaba al emperador.
—Quiero pedirle un favor, alteza.
—Prosiga, por favor, emperador.
—Mi hija, Claudia, es una mujer muy retraída y muy poco cariñosa. Ella, me quiere mucho, lo sé, pero la tía de Emma es muy ajena a mi. Mis nietas, Bianca y Rocío, son dos soles, pero no tuve la suerte de pasar mucho tiempo con ellas. Laura, la fallecida madre de la princesa, su difunta suegra, ella era mi sol y mi luna. Estaba conmigo todo el tiempo, velando por mi, y cuando murió me entregó a la preciosa Emma para que la cuidara, y al pasar los años, los roles se invirtieron y ella terminó cuidando de mi. Ahora que se va, para empezar una nueva vida con usted, le estoy entregando mi mayor tesoro. Más grande que todo el Imperio Austro-Húngaro, más valioso que todos los palacios del imperio, más preciado que todas las joyas de la familia real. Emma, es mi máximo tesoro, mi máximo orgullo, y se lo estoy entregando a usted.
—Así que príncipe. —prosiguió el emperador. —Lo que le pido a cambio de entregarle a Emma, es que la cuide y trate de hacerla feliz en todo lo que pueda.
—Por supuesto, Emperador Imperial. Prometo esforzarme cada día para hacerla feliz y cuidar de ella.
—Gracias, joven príncipe. —le contestó su majestad real, con una sonrisa. La música comenzó fuertemente, y todas las parejas de baile se juntaron en la pista de baile, y reían y charlaban danzando gráciles al son de la música.
— ¿Me permite esta piesa, princesa?
—Claro, papá. —le aseguró Emma, tomando la mano del hombre, mientras bailaban, sonrientes, en el salón de baile.
— ¿Eres feliz, Emma?
—Si, papá. —contestó ella, bastante insegura ante sus palabras.
—Sabes que siempre vas a ser mi princesa, con o sin título.
—Lo sé. Te amo papá.
—Y yo a ti, princesa. —dijo el hombre, abrazando suavemente a la muchacha.
— ¿Me permite esta pieza, suegro?
—Por supuesto, príncipe.
—Gracias. —respondió tomando delicadamente la mano de Emma entre la suya, y colocando la otra en su cintura, mientras ella colocaba su otra mano en el hombro del muchacho.
— ¿Por qué le mientes a tu padre?
— ¿De qué hablas?
— ¿Eres feliz, Emma? Si, papá. —repitió el muchacho, imitando la voz aguda de Emma.
— ¿Y tú, por qué le mientes a mi abuelo?
— ¿Cómo?
—Prometo esforzarme cada día para hacerla feliz y cuidar de ella. Mentiroso.
—Príncipe Harry, Princesa Emma. Es un placer verlos. —interrumpió un hombre de mirada razgada, la conversación de ambos.
—Señor Presidente, el placer es nuestro. —contestó el muchacho, apretando la mano del hombre.
—Usted si que ganó la lotería, Su Majestad. Semejante joya. —comentó el presidente de Corea del Sur, sonriendo.
—Ya lo creo, señor. La más hermosa de todas. —dijo sonriendo, y tomando la mano de Emma entre las suyas. El hombre se despidió formalmente y luego de eso el presidente se retiró, haciendo que Harry suelte bruscamente la mano de Emma.
—Si que eres bueno actuando. —comentó ella, con un deje de tristeza en la voz.
—Así es... La Realeza es lo primero que aprende a hacer. Así que, compórtate como una feliz novia enamorada, así cuando termina el almuerzo nos vamos.
— ¿A dónde?
—De luna de miel. ¿Dónde si no?
Luego del banquete real, donde bebieron, comieron, charlaron y alabaron a la feliz pareja, esta, en un coche negro antiguo, se retiraron hasta el aeropuerto nacional, donde, tomaron un vuelo hacia donde sería su luna de miel. La chica, no tenía idea de donde se dirigían, y al ver a Harry, no quiso preguntar, ya que el muchacho estaba reacio a hablarle de buen modo a la muchacha. Esta, al llegar a las tres horas y media de viaje, y estar cansada de leer "Lo que hay detrás de la Edad Oscura", se quedó completamente dormida.
El príncipe, que de vez en vez la miraba de refilón para saber que es lo que hacía, se quedó viéndola dormir, por un buen rato, hasta que la chica comenzó a moverse y a querer taparse con sus propios brazos. Entonces, Harry, tomó una manta que estaba debajo de sus asientos, y la acomodó sobre el cuerpo de su concuvina. La cual, se acurrucó en el costado de él.
Pasado el tiempo, ambos príncipes herederos, llegaron a su destino, donde Harry, volviendo a su postura hostil y maleducada, la despertó sin ningún dejo de cordialidad, dejándole bien en claro que aquellas no iban a ser unas dulces vacaciones, si no, un paso previo a la guerra fría que se estaba desatando entre ellos. El muchacho se levantó de su asiento, y sin esperarla, salió del pasillo del avión de primera clase, dejándola todavía media dormida, en su asiento. Allí fue donde ella observó la manta y recordó que jamás se había tapado. Entonces, una sonrisa cruzó sus labios. Él la había tapado. La cuidó, por lo menos, un minuto de su vida. Tuvo un gesto gentil para con ella.
Emma, se dirigió a la salida del avión, acompañada de uno de los hombres de la seguridad real, y debajo del aeroplano, había más guardias de seguridad esperando por ella, y el príncipe heredero.
—Vamos. —dijo Harry, en su tono frívolo, mientras se subía a la limosina, y ella, imitaba su acto. El conductor manejó por al menos veinte minutos y fue así como llegaron al Hotel Imperial.
—Es hermoso... Que linda ciudad. —comentó ella, mirando el imponente hotel.
—Es bueno que creas eso... Bienvenida a Viena, princesa de Austro-Hungría.
— ¿Viena? ¿Estamos en Viena?
—Así es... Te llamas princesa a ti misma y ni siquiera conoces el país que reinas.
—Gracias.
— ¿Por qué? —preguntó el, pero ella no le contestó, pensando en la respuesta que le hubiera dicho a él, pero se la guardó para ella misma. Gracias. Gracias por pensar un lugar mágico, un lugar que quería conocer con todo mi corazón. El pueblo al que, le estoy dando mi felicidad. Mis próximos sesenta años, se los estoy entregando a ellos, a Austrohungría y a ti, Harry. Ojala que lo que le hubieras dicho al emperador y al presidente hubiera sido verdad, si así hubiera sido, la respuesta que le di a mi padre también sería verídica. Sería feliz.
Pero, se guardó todos aquellos pensamientos para ella y caminó hasta la entrada del Hotel.

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