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jueves, 14 de marzo de 2013

Dramma Queen - Capitulo 10



Dramma Queen
Capitulo 10

—Emma...
—No quiero volver a hablar de este asunto de nuevo.
—Piensa, es algo muy delicado este asunto.
—Para ti es fácil, mamá. Tú te vuelves rica de la nada, pero yo, debo casarme con ese príncipito de pacotilla. —comentó la castaña, arrojando un peluche al otro lado del cuarto.
—No te enojes con Bartolomé. —comentó la mujer, tomando al gato de peluche que ella había arrojado anteriormente.
—Mamá. ¿Qué debo hacer?
—Lo que tu creas, cariño. Es algo que ni yo, ni tu abuelo, ni tu padre, ni tu hermano pueden decidir. Es todo asunto tuyo.
—De acuerdo... Me voy. Voy a llegar tarde al trabajo. —dijo la chica, mientras se levantaba de la cama, besaba la mejilla de su madre e iba a buscar su bicicleta para llegar a su trabajo.
Se encontró, en la puerta de su trabajo, con Zayn, el cual se encontraba apoyado en su deportivo plateado, vestido con jeans rotos, una remera de color marrón clara y una camisa encima. Su pelo bien peinado con gel, siempre con los pelos parados apuntando en distintas direcciones y esa mirada olivacea oscura.
— ¡Emma! —le gritó el chico, cuando la chica lo ignoró y entró a la cafetería.
—Déjame en paz.
—Tenemos que hablar.
—Yo no tengo nada qe hablar con usted, Su Majestad.
—Por favor, Em... No te pongas dificil.
— ¿Difícil? ¡Mi vida acaba de cambiar completamente! ¡¿Y yo me pongo difícil?!
—Em, por favor.
—Chicos, peleas de pareja. Luego de trabajar. —interrumpió la señora López, colocándose al lado de Zayn.
—Si, señora.
—Vete Zayn, vas a hacer que me despidan.
—No necesitas más el empleo. Eres la princesa heredera de Austro-Hungría.
—Princesa heredera del reino Británico-Austro-Húngaro. Acuérdate que antes de ser princesa, me tengo que casar con tu hermano y estar juntos para toda mi vida, que si vamos al caso, serían... ¿Unos sesenta años más?
—De acuerdo, esa es la parte más complicada.
— ¿Más complicada? —preguntó ella con ironia, mientras limpiaba una mesa.
—Ok, no te quieres casar. Fúgate.
— ¿Fugarme?
— No tienes idea de lo que es la presión real. Y más de dos reinos. Los austrohúngaros y los británicos no van a dejarte ir tan fácilmente.
— ¿De qué hablas, Zayn?
—Van a volverte tan loca, que vas a terminar aceptando el casamiento.
—Claro que no... No pienso casarme.
—Entonces, vámosnos juntos. A dónde quieras. Francia, Alemania, Australia, Estados Unidos, India, Japón, Canadá, México, China... No lo sé, donde quieras.
—Estás completamente loco, Zayn. —dijo la chica, mientras continuaba limpiando las mesas detrás del chico.
—Emma...
—Si no tienes nada más que decir, vete. —profesó ella, sin ningún reparo, mientras el chico, se sentaba en una de las mesas que estaba limpiando Emma.
—Quiero ordenar una taza de té con tres de azúcar y una porción de torta.
—Zayn...
—Atiende a los clientes. —le dijo él, sin esperar a que ella siga hablando.
—Si, su majestad. —contestó con ironía.
La chica, luego de unos minutos le entregó la orden al británico, el cual, comía y bebía con total lentitud, y cuando hubo acabado su orden, luego de cuarenta minutos, pidió otra porción de pastel, luego una taza de café y más tarde un sanwich de jamón y queso.
—Pobrecito, lleva comiendo y comiendo por dos horas y media, Emma. Solo para estar cerca tuyo.
—No lo defienda, señora López. Él me mintió en algo muy delicado.
—Sea lo que sea en lo que se haya equivocado, realmente está arrepentido, pobrecito. —luego de aquellas palabras, Emma se le acercó con lentitud, pensando más de dos veces en lo que estaba haciendo, pero, como su manera de ser no era malvada, se tragó todo lo sucedido dos días atrás, y se sentó frente al chico.
—Zayn...
—Emmita te juro que...
— Ya está, lo que pasa no es tu culpa. Es algo de mi ¿Familia? O lo que sea, tu y yo, somos y seguiremos siendo amigos siempre.
— ¡Ves! ¡Es por eso que te quiero! —anunció con una sonrisa el muchacho, mientras se levantaba de su lugar y se colocaba frente a Emma para abrazarla suavemente y luego levantarla de su asiento en un movimiento poco delicado, y tenerla suspendiendo en el aire.
— ¡Bájame ahora mismo! ¡Zayn!
— Shhhh... Cállate bobita.
—Cierra la boca Zayn, y suéltame.—gritaba Emma, pataleando y gritando, hasta que el teléfono de la muchacha comenzó a sonar. —Suéltame Zayn, tengo que atender el celular.
—Ok, solo por eso te dejo. —le dijo el chico, mientras que ella atendía el celular.
—Hola, má.
—Emma... Por favor, ven a casa.
— ¿Qué pasa?
—Ven, cariño. Tienes que juntar tus cosas.
— ¿Mis cosas? ¿De qué hablas?
—Emma... Nos están desalojando, por favor ven. —pidió la madre, llorando a mares.
—Voy para allá, Mamá. Solo deja de llorar. —le pidió la chica, mientras cerraba su teléfono e iba hasta la cocina donde estaba la señora López.
—Señora, por favor déjeme ir a mi casa. Algo está pasando.
— ¿Qué pasa, linda?
—No lo sé, pero mi madre está llorando, y...
—Ve, ve Emma. —le dijo la señora López, mientras Emma se daba vuelta
La chica, tomó su bicicleta, y sin decirle una palabra a Zayn, comenzó a pedalear para llegar a su casa. Allí, frente a su recidencia, una camioneta negra de alta gama se encontraba estacionada. La chica subió las escaleras y se encontró con Sofía, llorando a mares, y Nacho, también llorando.
— ¿Qué pasa?
—Tenemos un retraso de ocho cuotas de la hipoteca y nos van a sacar la casa y todo lo que sea de valor para pagar las cuotas.
— ¿Qué? Pero, el banco dijo que iba a esperar.
—No lo sé Emma. Se acaban de llevar el auto, y están esperando a que llegue tu padre del trabajo para llevarse la camioneta. ¿Qué vamos a hacer? ¿De qué vamos a vivir?
—Tranquila, mamá.
—Esto es un horror, Em. Nos dan solo dos horas para dejar la casa. ¿Qué vamos a hacer, Emma?
—Yo... No lo sé.
—Ahora seríamos ricos. Si no le hubieras dicho que no a la Reina.
—Cállate, Juan Ignacio. —le ordenó Sofía, frunciendo el ceño a el muchachito.
—Pero es la verdad... Asquerosamente ricos. Reino Unido, Austro-Hungría... Todo sería nuestro. Si esta tonta no le hubiera dicho que no.
—Cállate, Nacho. —volvió a decir la mujer, llevando al chico hasta la cocina, dejando sola a Emma. Y cuando la mujer se hubo ido, por la puerta apareció el padre de la chica, con los ojos llenos de lágrimas, tratando de ocultarlas.
— ¿Juntaste tus cosas, Emmita?
—Papá...
—Sólo tráelas, ya hablé con tu tía Viviana, ella nos va a alojar en su casa por un tiempo, hasta que encontremos la manera de salir de esta.
—Si, ahora en un ratito vuelvo. Tengo que hacer algo.
—De acuerdo, pero no te demores mucho, mi amor. —dijo el hombre, abrazando cortamente a la chica, la cual, sintió su corazón estrujarse en su pecho. Al separarse, le sonrió cálidamente, y salió de la casa, con dirección a la estación de trenes. Tomó el tren hasta Retiro, y desde allí, el colectivo para llegar al barrio de Recoleta, dónde el Hotel Alvear Palace se encontraba situado, y allí, en la habitación Presidencial, la Reina se hayaba en el living de esta, leyendo un libro tranquilamente.
—Su Alteza Real, La princesa Emma de Austro-Hungría. —anunció el mayordomo de la mujer mayor.
—Adelante, Su Majestad.
—Reina. —saludó la muchacha, haciendo un inclinamiento de cabeza.
— ¿Qué la trae por aquí, princesa heredera?
—Usted me dijo que pensara antes de darle una respuesta sobre el trono de Austro-Hungría.
— ¿Y lo a pensado, princesa?
—Así es, Señoría.
—Tome asiento, princesa heredera. —le ofreció la reina, mostrándole la silla delante de ella. Emma se acercó hasta ella y se sentó, con ayuda del mayordomo real, para encontrarse frente a la reina. — ¿Qué ha decidido, Su Alteza?
—Su Majestad real, lo he meditado mucho tiempo y...
— ¿Y? ¿Cuál es su respuesta?
—Acepto el matrimonio político entre el Príncipe Harry y yo.
—Sabia desición, princesa. —dijo sonriendo la anciana. —Además...
—Permita interrumpirla, Señoría.
—Dígame, princesa.
—Acepto el matrimonio político, con una condición.
—Dígame cual sería esa.
—Que yo pueda ingresar a los bienes de la familia real.
— ¿Dinero? No era que usted misma me ha dicho que era algo que era irrelevante para su persona.
—Cambié de parecer, Reina. —contestó la muchacha, tragándose su orgullo duramente.
—Así que, si solamente se trata de aquello. Está bien, Alteza. Tiene mi palabra que todos los bienes de la Corona Real Británica van a estar a su disposición, por el matrimonio con el Príncipe Harry. Los de la Familia Real Austro-Húngara le van a ser propios en cuanto la legitimidad de la Corona Austríaca sea puesta en juego nuevamente.
—Gracias, Señoría. —agradeció, muy a su pesar.
—Su Alteza, el príncipe heredero Harry de Gales.
— ¿Emma? —preguntó el muchacho, altamente sorprendido de ver a la muchacha allí, la cual, tenía una mirada triste y aguosa.
—Príncipe, que alegría que usted esté acá. Quiero presentarle formalmente a la princesa Emma de Austro-Hungría... Su prometida Real. —anunció con una sonrisa la mujer, mientras que la sorpresa no tardó en apoderarse del rostro del príncipe.
— ¿Pro... Prometida? —dijo el muchacho, tartamudeando.
—Así es, príncipe. ¡Enhorabuena! ¡Esto si que es algo para festejar!
—Reina...
—Espera, príncipe Harry. Celebremos este agraciado acontecimiento. —musitó la reina, con una sonrisa de oreja a oreja. —Mayordomo Real Danclep. Llame al Príncipe Zayn, necesitamos darle las buenas noticias.
—Su Majestad...
— ¿Qué, Harry?
—Creo que debería hablar con la señorita Emma, a solas.
— ¿Señorita? La princesa, Harry. La princesa. Su prometida. —le corrigió la mujer, con una sonrisa. —Y ya van a tener muchísimo tiempo para hablar, cuando se casen, van a pasar mucho tiempo juntos. Y allí pueden hablar todo lo que quieran.
—Pero...
— ¡Abuela! ¡Para qué me llamabas! —anunció Zayn, entrando despreocupadamente a la habitación.
—Compostura, príncipe Zayn.
—Hola abuelita. —anunció el chico, besando la mejilla de la mujer. —Y... ¿Emma? ¿Qué haces aquí?
— ¿Emma? Se un poco más educado con tu futura hermana, príncipe.
— ¿Hermana?
—Así es, la princesa Emma aceptó el compromiso con el príncipe Harry. ¿No son excelentes noticias, su alteza?
— ¿Em? ¿Qué está diciendo mi abuela? —le preguntó suavemente Zayn, mientras la princesa soltaba pequeñas lágrimas cristalinas de sus ojos castaños. — ¿Emma? —volvió a inquirir el muchacho, mientras se le acercaba suavemente para tomar su rostro entre sus manos, y quitar lentamente las lágrimas de su rostro.
— ¡Zayn! ¿Qué estás haciendo? —le preguntó, alterada, la reina.
—Creo que la princesa está demasiado emocionado por el compromiso, y necesita descansar. ¿Quiere que la lleve a su casa, princesa?
—No te molestes, el príncipe Harry lo hará.
—Me ofrezco, Su Majestad. Si usted me lo permitiera, yo cuidaría del bienestar de mi futura hermana.
—De acuerdo, Alteza. Lleve con cuidado a la princesa heredera a su casa, y cuide de ella.
—Con mi vida, Señoría. —contestó el muchacho, mientras le indicaba a Emma para que caminara. La chica, a paso cansado y con lágrimas en los ojos, incapaz de mirar el rostro de La Reina o el príncipe, hizo un inclinamiento de cabeza, y siguió a Zayn hasta la salida de la Suite Presidencial.



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