Blinking Cute Box Panda

viernes, 27 de julio de 2012


Libro Abierto

Capítulo 11


— ¿Podemos hablar? —le pregunté, mientras el profesor le preguntaba algo a algunos alumnos y yo hablaba entre el cuchicheo de todas las voces en el salón.
—Romance hay demasiada gente.—me advirtió el, mirando a un muchacho que nos contemplaba desde el banco de adelante a la derecha.
—Sé que aunque haya mucha gente, poca o lo que sea, algo vas a inventar para que te escapes de mis contestaciones, pero sé que algo ocultas.
—Por dios, deja de ver los programas de persecución policial, te están afectando.
—Jajaja, si, si. Puede ser que sea eso, o que tenga razón en lo que digo.
— ¿De qué hablas? —indagó ahora curioso.
—Todo es raro de que te conozco... —me interrumpió.
—Hace un día.—musitó tajante.
—Como sea, tus hermanos y tú actúan muy raros—me defendí, mostrándole ejemplos para que no me crea una loca demente—. Yo escuché de lo que hablaban.
— Y se puede saber, ¿de qué hablábamos?
—No lo sé, muy bien no entendí el hilo de la conversación, pero hablaban de un chico vidente y de una chica en peligro y no sé.
—Deja de meterte donde no te llaman.—me dijo, abruptamente violento.
—En primer lugar, háblame bien—musité recuperando la compostura luego de su... ¿amenaza? —no me vas a tratar igual que lo hizo ayer tu hermano.
—Lo siento, yo... —dijo, meramente arrepentido.
—Está bien, solo quiero la verdad.
—No hay verdad alguna, porque no hay nada para verificar.
—Por favor...
—Romance—susurró ahora dándose vuela y quedando aunos centímetros de mi rostro—. Por favor te lo pido, mantente lejos de esto, ¿si? —pidió con su aliento a cereza mezclado con algo dulce y delicioso que me dejó unos instantes tratando de definir el aroma.
—No, claro que no. —me negué rotundamente y él se acercó más a mi, dejando solamente una mísera corriente fina de aire entre los dos.
—Sólo lo digo por ti, es por tu bien—musitó ahora con su sonrisa juguetona—. Eres demasiado... dulce, para que te metas en esto.
— ¿Dulce? —inquirí sin comprender.
—Si, dulce—confirmó este, alejándose de mi y tomando asiento correctamente, y mirando al frente, donde el profesor se econtraba escribiendo unos países—. Demasiado dulce, hasta eso dificulta tu propia seguridad.
No entendí.
Lo que quedó de la clase me quedé escuchando lo que decía el docente, que este año íbamos a ver el mundo en todo su esplendor, y como a el, cada cuatro años le gusta hacer esto, dijo que íbamos a utilizar los treinta y dos países del mundial de fútbol. A mi me pareció bien, ya que nosotros competíamos en este torneo.
Pero aunque todo mi cuerpo, toda mi mente y hasta mi alma se habían involucrado para que ponga toda mi atención a la clase, yo no era capaz de hacerlo. La conversación que tuve con Harry me dejó más confundida de lo que estaba antes de hacerle cualquier pregunta.
Pensé en bombardearlo con preguntas en el primer recreo, pero después de sus contestaciones me decidí que no, ya que el chico hablaba en un código que yo no comprendía y sería una total pérdida de tiempo.  Bendito timbre de libertad, al menos por unos quince minutos, que sonó dejando al descubierto ese estrepitoso sonido. Salimos todos los alumnos que se hayaban en el salón, incluyendo a Harry que, por lo visto, pretendía estar conmigo estos momentos.
— ¿Quieres algo de comer? —indagó cuando caminábamos por las galerías de la escuela.
—No, gracias—contesté corriendo un mechón de mi cara—. He comido en mi casa.
—De acuerdo.
Caminamos, y caminamos, por al rededor cinco minutos, hasta que llegamos a unas mesas donde una pareja de amigas se encontraban charlando y al instante nos miraron y volvieron a decir algo entre cuchicheos, para que después una de ellas, la rubia, me miró de arriba a bajo despectivamente y volvió a entablar conversación con su acompañante. Harry le dedico una mirada a ambas y luego río.
— ¿Se puede saber de qué te ries o es demasiado peligroso para mi "dulce seguridad"? —musité con algo de veneno en la última parte, pero él decidió ignorar mi comentario completamente.
—Me río de lo competitivas y desesperadas que pueden llegar a ser las mujeres.
—¿Perdón? —indagué claramente ofendida ya que se refería a mi género.
—No las ves—musitó señalando con la mirada a las chicas que yo observaba anteriormente—. Estoy seguro que has notado como te han mirado, apuesto todos mis ahorros a ello.
—Si, si— dije un tanto agotada—. No soy tonta me he dado cuenta, pero... ¿a qué te refieres? ¿Ellas están celosas de que me encuentro contigo? —indagué y mi acompañante se aclaró la garganta, un tanto avergonzado y un tanto divertido—. Lo lamento, no me había dado cuenta que me encontraba con el alumno más hermoso del Truman Collage.
—Ya, ya, vas a hacerme sonrojar—dijo en tono de broma y yo exploté en risa—. Pero si tú estás con el más hermoso, entonces yo me encuentro con la más hermosa.—al decir eso mi corazón se detuvo en seco, pero obviamente no iba a hacer que se percatara de ello.
—Sé que hay chicas mucho más hermosas que yo en esta escuela.
—Lo dudo muchísimo. —me contradijo ahora acercándose a mi, y arrinconándome contra la pared.
—Hola—musitó una voz grave y angelical, tal era como el rostro de la persona que la profería. Lo miré de arriba a bajo, contemplando su extraña, pero sin igual belleza. Sus ojos eran de un color cielo y mientras que su cabello castaño estaba en un corte moderno y varonil. Su cuerpo era de una simetría perfecta, al igual que su rostro. Que el tono angelical jamás lo abandono—. Soy Luis Styles, un gusto. —al decir eso estrechó su mano con la mía y esta estaba congelada.
—Hola, soy Romance Romero, encantada.
La verguenza que sentía en ese momento, estoy segura que ningún ser humano jamás la ha podido sentir. Es que el descarado muchacho, estaba a punto de tocar sus deleitantes y misteriosos labios sobre los míos, y en un abrir y cerrar de ojos aparece su hermana, si es que eh escuchado bien su apellido.
— ¿Qué haces aquí Louis? —indagó Harry, con el tono molesto.
—Vine a conocer a la chica de... —su hermano colocó su mano en la boca de la chica, para que esta no siga hablando.
—Ya la conociste, ahora vete con los otros.
—No seas así con el, además ya casi nos queda nada de recreo.—defendí al muchacho.
—Gracias Ro, ¿no te molesta que te diga así, verdad?
—No, no, claro que no. —Le dije, infundiéndole confianza.
Después de que el simpatico hermano de Harry apareció nos quedamos hablando de cosas triviales como de mi anterior escuela, las cosas que nos gustaban, bandas, deportes, pasa tiempos y demás, mientras su hermano menor me clavaba su mirada profunda y penetrante mientras yo hablaba. Debo admitir que en algunos momentos me he llegado a distraer y he perdido el hilo de la conversación, cuando sus ojos se encuentran con los míos, pero parece que en ese momento Louis llega a mi salvación y llama mi atención nuevamente, para que no me quede en mi mundo clavada a él.

miércoles, 25 de julio de 2012



Libro Abierto

Capítulo 10

—Vamos, Romance—me sacudio mi mamá, después de que ignoré olímpicamente el despertador—. Vamos a desayunar, hija.
Luego de haberme zamarreado por más de tres minutos, me levanté de mala gana hasta el living, allí se hayaba mi hermano tomando el desayuno, ya vestido y perfectamente peinado para ir a la escuela.
—Dale, dormilona, come el desayuno así vamos a a escuela.
— ¿Por qué tantas ganas de ir? —indagué, sentándome en la silla y tomando el café con leche que se encontraba frente a mí.
—Porque hoy vamos a estar dos horas en el parque de la escuela, viendo los pequeños ecosistemas que nos rodean.
—Vaya, que divertido.
—Así es—musitó este sonriendo—. ¿Y tú por qué no estas entusiasmada?
— ¿Por qué devería estarlo? Voy a la escuela.
—Porque vas a ver a Harry. —susurró, para que yo sola lo oyera, y acto seguido me atraganté con un trozo de tostada.
— ¡Ay, hija! ¿Te encuentras bien? —preguntó mi mamá, cuando mis ojos estaban lagrimiando.
—Si, si, me encuentro perfectamente.—la calmé a la mujer, para luego fulminar con la mirada a Román, quién reía por lo bajo.
Posteriormente de desayunar, me dirigí a mi cuarto donde me coloqué el estúpido uniforme, que lamentablemente me tenía que poner cinco días de la semana, sin exepción.
Así que después del maquillaje, la peluquería y todo, salí de mi habitación con el bolso colgado en mi hombro y fui a buscar a mi hermano, quien se encontraba mirando la televisión, creo que era Ben 10, ese muñequito que se transforma en aliens o algo así. Con Román bajamos al vestíbulo, donde el portero, o encargado de abrir la puerta y ayudar a la gente con su equipaje, y demás, se encontraba al pie de la puerta, con su característica sonrisa.
—Buenos días, señorita Romero.—dijo el muchacho amablemente, y yo le sonreí.
—Buen día.—contesté, mientras con Román comenzamos a caminar hasta la escuela.
—Le gustas.—dijo de pronto el chico, y no comprendí a que se refería.
— ¿De qué hablas?
—Al chico del edificio, siempre te sonrie y se dirije a ti, y a mí me ignora de sobremanera.
—Ha-ha, eso es porque eres un niño y yo sería la... Adulta.
—No, no, es porque le gustas, siempre se queda mirándote después de que ya caminamos como media cuadra, yo volteo y el te sigue mirando, y cuando se da cuenta que lo estoy viendo, se mete al edificio corriendo.
Yo reí sonoramente y el pequeño me acompañó, estar con Román era muy divertido.
—Román, puedes dejar de hacerte el celestino, y dejar de buscarme novios todo el tiempo.
—Yo no los busco, ellos vienen solos—se defendió el muchacho—. Aunque si me das a elegir, como cuñado quiero a Harry.
—Cuánto te habrá pagado para que seas su defensor, no lo imagino.
—No, no, nada de eso—exclamó el niño—. Solo es porque me cae muy bien, y fue bueno conmigo, todo lo contrario de tus anteriores novios.
—Román, eh tenido solo dos novios.
—Si, justamente por eso, Walter siempre me molestaba con Clara, me pegaba y gritaba—explicó el muchachito—. Al igual que Brian, que me vivía molestando cuando tú no te dabas cuenta.
—De acuerdo, fue mi error eso, pero ya no son más nada, y no tengo novio.
—Pero Harry sería bueno como novio, además, según las niñas de la escuela, es lindo.
—Si, si, como sea.
Escuché el ruido de un motor acercarce, pero no le dí mayor importancia, en una ciudad como Illions es común que esté lleno de vehículos, pero me percaté de que este era algo percistente y que se encontraba en primera. Así que, como la curiosidad me ganó, me voltié a ver que auto era el que se encontraba, de alguna manera, "perciguiéndonos".
Un Chevrolet class color negro se encontraba detrás de nosotros, los vidrios eran polarisados y la pintura del vehículo estaba tan bien cuidada y tan limpio, que parecía que brillaba en su esplendor. Recordé que era lo que tenía que ver, ya que quedé deslumbrada por el auto, y ahora mi vista se enfocó en el conductor.
— ¡Harry! —gritó mi pequeño hermano, antes que yo pueda decir algo, el niño bajo a la calle para correr detrás del muchacho. Román se encontraba en la calle y en ese momento un automovil de color ocre se avecinaba para llevar en su camino a mi hermano, mi corazón se encerró en un puño pero antes que pudiera pasar nada, Parfait tomó al niño en sus brazos con una presición y rapidez impresionante y lo colocó en el cordón de la vereda.
Mis ojos lo veían, pero mi mente no lograba comprender lo que acababa de pasar. Me acerqué hasta Román que seguía muy nervioso y hasta temblaba, demasiado pequeño para haber visto a la muerte pasar a su lado.
—Shh, shhh, tranquilo Ro, todo está bien. —le decía mientras acariciaba su cabeza y lo abrazaba.
Cuando logré calmar a mi hermano y lo convencí de que vayamos al colegio, me di cuenta que llegaríamos tarde hasta que Harry habló.
—Si yo los llevo, llegaremos bien. —musitó el muchacho, tomando a mi hermano en brazos y subiéndolo al auto. El chico de cabellera castaña, muy caballerosamente abrió la puerta del copiloto y yo tomé asiento. Por último, él se sentó en el lado del conductor y el vehículo arrancó. En menos de cinco minutos ya estábamos frente a la escuela, donde todos los alumnos comenzaban a ingresar al establecimiento.
—Déjame que te lleve. —le pedí una vez más al niño.
—No, Romance—se negó rotundamente—. Me encuentro bien, y no quiero parecer de cuatro años, que mi hermana me va a dejar al salón.
—De acuerdo, pero cuídate, por favor.
El pequeño se retiró hasta su salón, dejándonos solos a Harry y a mi, y ahora era donde iba a atacar, obviamente iba a preguntar ¿no? ¿Se lo debe estar esperando? ¿O siempremente fue mi imaginación? No, no. Loca no estoy. Sé lo que vi.
—Romance, nosotros también debemos ir a clase, a la primera hora tenemos al señor Moore, impartiendo la clase de geografía, y con el tema del retraso no es muy bueno. —explicó el joven.
— ¿Cómo sabes que tengo esa materia ahora? —el muchacho se quedó completmanete callado, y ante mi mirada, lo único que fue capaz de hacer fue correr su mirada.
—Me lo has dicho tú, ayer. —explicó el muchacho.
—Claro que no, no te he dicho ninguno de mis horarios.
—Bueno, no lo sé, la cuestión es que el profesor se va a enfadar con los dos.
—Tengo que hablar contigo, lo que pasó allá... —me interrumpió.
—No pasó nada.
—Por favor, ¿cuán estúpida piensas que soy?
—Romance, podemos ir a clase y en el recreo hablamos.—pidió con desgano.
— ¿Lo prometes?
—Lo prometo.—aceptó para luego tomar mi mano y tirar de ella para llegar a tiempo al aula, ya que por estar discutiendo, la mayoria del cuerpo estudiantil se encontraba en sus respectivas clases.
—Disculpe por la tardanza profesor, fue mi culpa. —musitó la dulce y profunda voz de Parfait.
—De acuerdo señor Styles, siéntense por favor—dijo el docente, escribiendo el día en la pizarra—. Un momento, usted es nueva alumna.
— Así es, soy Romance Romero. —me presente y el profesor me sonrió.
—Un gusto, señorita Romero—masculló el profesor, haciendo un gesto con su mano para que tomara asiento y muy a mi pesar, o tal vez no tanto, el único asiento disponible era el continuo a Harry, en el último banco de la primera fila.
—Cuénteme señorita Romero, ¿de qué escuela viene?
—Al instituto Inglewood. —contesté con una sonrisa cálida en mi rostro.
—Un muy buen colegio, estatal, pero de muy buen nivel académico.
—Así es, es uno de los mejores de Nevada.
Luego de tener esa pequeña charla con el docente me fui a sentar junto a Harry, quién me tenía que contar un par de cositas, de las que obviamente el prentendía que yo me olvidara por completo, pero para desgracia de él, soy una persona muy terca.

viernes, 20 de julio de 2012


Libro Abierto
Capítulo 9

Apurada, después de la conversación, o mejor dicho, explicación, de la señora Castañeda, me dirigí al salón de Román. Pero como era de esperarse no se encontraba allí, así que caminé hasta la puerta de la escuela, donde el chico de siete años se encontraba. 
—Perdón, Ro—le dije antes que nada—. Es que fui a ver sobre una clase extracurricular.
—Todo bien, Romance—anunció este, besando mi mejilla—. Me quedé charlando con un amigo, ¿te lo presento?
—Claro. 
Obviamente que cuando tu hermano de siete años te dice que te va a presentar a un amigo, uno se imagina a un nene de su misma edad, pero todo lo contrario, este era un muchacho de mi edad, de cabello castaño y una sonrisa que hacía que mi corazón se escapara de mi pecho y quisiera salir de él. 
—Harry, ¿qué haces con mi hermanito? —le pregunté, sorprendida.
—Hola, Romance. —dijo, con un tono cínico—Me enteré recién que Román es tu hermano, él me lo acaba de decir.
— ¿Se conocen? ¿De dónde? —indagó mi hermano, muy interesado.
—Del salón de clase, es mi compañero.—Le respondí a mi hermano.
—Ella es la que te conté, Román. —le dijo a mi hermano y este quedó asombrado.
— ¿Es ella? Bueno, ojito porque es mi hermana. —le avisó el pequeño.
—Tranquilo, yo no voy a hacer nada, todo queda bajo tu concentimiento.
—Más te vale. —le dijo mi hermano, quién luego le sonrió y ambos se saludaron con un apretón de manos y a mi me besó la mejilla, sintiendo su piel fría y sedosa, rosar con la mía. 
—Hasta mañana, Romance— dijo este, con su voz suave y delicada—. Que duermas bien, y tengas sueños lindos.
—Se dice, que sueñes con los ángeles. —susurré riendo, ante como me dedico los sueños.
—No, que tengas sueños lindos, los ángeles no son de confiar. —al decir eso, este se retiró riendo, mientras yo me quedé altamente desconcertada.
El chico más hermoso y dulce de la escuela, estaba completamente loco. Y lo peor, era que no solo él, si no también toda su familia. Con Román íbamos caminando por las calles pobladas de Illinois, mientras el pequeño me contaba como había sido su primer día de clases, las cosas que había hecho y que él era el único capaz de contestarle a su maestra las cuentas mentales de matemáticas, y que la docente le había dicho que estaba muy avanzado para la clase.
—Lo que pasa es que tengo un hermanito brillante. —le explicaba yo, mientras él reía y se ponía todo colorado. 
Caminamos las cuadras que quedaban y al llegar al edificio, el mismo muchacho de unos diecisiete o diesiocho años, nos abría la puerta, mientras sonreía amablemente. Subimos por el ascensor hasta el piso nueve, donde mi madre nos esperaba con la merienda lista y servida en el living, y la tele prendida.
—Hola mis amores—saludó ella, besando y abrazando a Román y a mi me beso la mejilla, dado que me ande abrazando y eso, a mi edad mucho no me gustaba—. ¿Cómo les fue hoy?
—Excelente... —y así comenzó Román otra vez con su relato, mientras yo reía en las partes que él decía que era muy bueno en matemáticas y que la maestra quería hablar con mi mamá para cambiarlo de clase a la de segundo año de primaria.
—Me aprece maravilloso Román, eres un genio. —lo alagaba mi madre, acariciando su cabellera.
—¿Y a ti, Romance? —indagó la mujer, comiendo una galleta.
—Bien, creo.
— ¿Te hiciste amigas nuevas? —preguntó, ya que mi conversación no la hice tan extensa.
—No, todas ya tienen amigas, ninguna quiere otra, además no me hablé con nadie.
—No mientas, te has hablado con alguien.
— ¿Y con quién? —preguntó Amalia levantando la ceja.
—Con mi amigo Harry... —mi progenitora lo interrumpió.
—Pero es de tu edad Román, yo preguntaba si habló con algún chico de su edad.
—Es de su edad, Harrytiene dieciséis, va con Romance en algunas clases.
— ¿A sí? ¿Y es lindo?
— ¡Mamá! —anuncié, roja como un tomate.
—Supuestamente todas las chicas del colegio, si, ya que cuando el pasaba le sonreían y le decían cuando las iba a invitar a salir, pero el se hacía el tonto y se escapaba, tomándome a mi de excusa.
— ¿Cómo? —indagó mi madre.
—Si, decía que ahora estaba conmigo hablando, mientras yo le contaba como me había ido y que iba a hacer en casa.
—Mira que bueno, ambos se hicieron un amigo.
—Así es—asintió el enano—. Aunque Harry no quiere que Romance sea su amiga.
— ¿Por qué no? —inquirió mi madre, un tanto desconcertada y molesta, típico instinto maternal.
—Porque el quiere ser su novio, quiere ser mi cuñado.
— ¡Ay por dios! —dije, ahora roja como un tomate, viendo a mi madre y a mi hermano. 
—Román, deja de dicir tonterias. 
—Es la verdad, antes de que tu llegaras, él me lo dijo. 
Mi madre estaba que se aguantaba la risa, mi hermanito siguió tomando la merienda lo más tranquilo, y yo estaba entre un rojo cereso y un rojo carmesí. Así que tomé la leche rápido, y pedí permiso para dirigirme a mi cuarto. Mi madre, todavía con una sonrisa, me dio el permiso pero antes, hizo la señal de la cruz en mi frente, mi boca y mi pecho. Así que después de ello, me encaminé a mi dormitorio. 
Allí me quité la ropa, dejándola dispersa por toda la habitación y tomé dos toallas y fui a bañarme. El agua cálida se pegaba a mi piel de una manera dulce y relajante, que me hacía olvidar todo lo que había sucedido en mi primer y desastrozo día de clases. Después de tomar un baño, salí de este y me envolví en la toalla para ir a sentarme a mi cama. Tomé la netbook y me conecté en el MSN, pero como era de costumbre, nadie con el que quería hablar se hallaba, así que lo único que hice fue entrar a la famosa red social Facebook, y comentar como fue mi día. "Mi primer día de clases fue... Un total desastre, es verdad eso que dicen, la escuela es una jungla, donde sobrevive el más fuerte. Pero además de ello, ahí especies extrañas y nuevas por descubrir, y por desgracia, también hay especies en peligro de extinción."
En ese momento sentí el arañar de un vidrió y pensé inmediatamente en Román así que lo único que hice fue gritarle para que deje de hacer aquello y me volví a concentrar en la computadora, revisando los comentarios de apoyo de mis amigos, también, los comentarios de gente que jamás había visto o conocido en mi vida, que comentaba de las fotografías que les había tomado a mis cuadros y publicado. 



martes, 17 de julio de 2012



Libro Abierto

Capítulo 8


Gracias a dios, todos los santos, las vírgenes, y cualquier dios de cualquier religión, Harry no se encontraba al pie de la escalera. Así que con la respiración más calmada y a paso acelerado, me encaminé hasta el salón 406 dónde se impartía la materia que debía concurrir. Abrí la puerta del salón y allí adentro había más de treinta alumnos clavando sus, más de sesenta ojos, sobre mi persona. Sin contar los diminutos y azules, de mi profesora.
— ¿Sabe que hora es señorita? —Preguntó la docente, acercándose a mi.
—Si profesora, lo lamente demasiado—le pedí disculpas, para luego agregar como excusa—. Es que soy nueva, y es demasiado grande esta escuela, y me perdí.
—De acuerdo alumna, puede tomar asiento. —me dijo la maestra sonriendo.
Me senté en el último banco a la izquierda, del lado de la pared. Allí era donde mejor me encontraba, dado que todo el mundo es muy chismoso, pero para mirarme de mala gana, o hacerme un escaneo general, se tenía que dar vuelta, y con ello se encontraba con mi mirada. Pero claro, nadie quiere encontrarse con la mirada del otro cuando le está haciendo un paneo general, a excepción de él por supuesto. Cuando miré para mi lado izquierdo, en el banco de la otra punta, o sea, el último del lado derecho, se encontraba Harry. Este al verme me miró de una manera algo extraña, ya que, lo único que hizo, fue juntar sus útiles y libros y esperar hasta que la profesora se diera vuelta, cuando en un abrir y cerrar de ojos, se encontraba a mi lado.
— ¿Cómo hiciste eso? —indagué pero él lo que hizo fue correr la silla y sentarse a mi lado.
— ¿Y tú como hiciste eso? —preguntó y yo no comprendía.
— ¿De qué hablas? —le dije, todo en susurro dado que la mujer frente a la clase se dio vuelta al escuchar murmullos.
—Si, ¿cómo haces para ser dulce y divina y al otro instante ser maleducada y odiosa?
— ¿Perdón? —dije algo molesta por como se había referido a mi persona.
—Si, no te hagas la tonta, sabes perfectamente a que me refiero.
—No, sinceramente no lo sé. —le contesté, aunque creo que se refería a lo recién sucedido en las escaleras.
—De acuerdo, te refresco la memoria—dijo muy molesto—. Primero eres amable y dulce conmigo en la clase de psicología y después de haber estado con Payne, me tratas horrible.
— ¿Conoces a Liam? —le pregunté, viendo cuan despectivamente se refería a él.
—Por desgracia si, y sé que no es buena compañía.
— ¿Y tú si? —pregunté ahora molesta. —Aunque sea, cuando estuve con Liam, a mi nadie me amenazó. —Este al decir eso se giró mirándome fijamente, mientras por dentro me quería morir. Tenía que haber abierto mi gran boca.
— ¿Quién te amenazó? —profirió con un enojo bestial, que e un momento me hizo asustar, y como este se dio cuenta de ello, trató de calmarse. Aunque con muy poco éxito.
—Nadie, deja todo ahí. —le pedí, tratando de prestarle atención a la profesora Hill.
—No, claro que no dejo nada ahí, dime de que hablas.
—Harry... —me interrumpió.
—Cuéntame o armo un escándalo aquí mismo preguntando quién te amenazó— me advirtió con los ojos esmeraldas posados sobre mi, oscuros como la noche—. Soy capaz de hacerlo. —me volvió a advertir y en ese momento se puso de pie.
Con mi mano derecha lo tiré, haciéndole tomar asiento.
—Tu hermano, el rubio.—le conté en un susurro.
— ¿Lander? —indagó, y ahora sabía el nombre de mi "gran amigo".
—Cómo sea, me da lo mismo.
—Dime que te ha dicho.—me pidió haciendo puños sus manos.
—Nada importante, Harry... —me prohibio seguir hablando, ya que este lo hizo por mi.
—Por favor, dime que te dijo. —al decir eso, me miró a los ojos de una manera tan extraña que todo lo que pude sentir era paz, fue algo muy extraño, que jamás en la vida me pasó. Pero era así como me sentía, en la mismísima paz y armonía.
—Ustedes dos discutieron, y yo escuché parte de la conversación—se notó la dificultad que tuvo para tragar cuando le dije aquello—. Y cuando me vió salir de detrás de los casilleros, me preguntó enojado si había escuchado, y obviamente que por el miedo que tenía, le dije que no.
—De acuerdo, yo hablaré con él—me aseguré, sonriendo—. Ahora dime que escuchaste.
—Solo gritos, y algunas que otras palabras sin sentido, sinceramente no comprendí absolutamente nada de lo que dijeron.
—Bueno.
Luego de decir eso, en la hora y media que quedó de clase no volvió a pronunciar palabra. Sentía que se encontraba muy pensativo, pero en nada que se relacionara con la física. De vez en cuando, podía sentir su mirada sobre mi anatomía como si fuera una aguja atravezando mi piel lenta y dolorosamente. Pero trataba de no darle importancia, ya que si hablaba, este iba a volver a traer el tema de su hermano, y que fue lo que yo oí.
Ring-Ring, el sonido más hermoso para un estudiante, el sonido de la libertad. Luego de que el timbre sonara me dirigí a el salón de arte, ya que a partir de las seis de la tarde, la profesora Castañeda, se encontraba en el aula. Así que a paso apurado, sin dejar pasar a nadie primero por la puerta, salí yo. Tenía tres motivos: el primero: no quería hablar con Harry. Sabía que si le daba lugar para al menos decirle "adiós", algo iba a decirme y no tenía ningunas ganas ni nada por el estilo. El segundo: tengo que ir a buscar a mi hermano, que sale diez minutos después que yo, para irnos a casa juntos. Tercero: tengo que hablar con la profesora y preguntarle si me puede dar clases extracurriculares.
Caminando rápido, o mejor dicho, corriendo. Llegue a la puerta que daba al salón donde las maravillas del arte se llevan a cabo y lo encontré con muy pocas personas.
—Buenas tardes, soy Valentina Castañeda, ¿usted, es?
—Un placer conocerla, señora Castañeda, soy Romance Romero, y quería averiguar sobre la manteria que usted imparte.
—Ay que alegría una nueva alumna, es una tragedia enorme saber que los adolescentes no se preocupan ni les interesa el arte, que es tan escencial para la vida—musitó la mujer melodramáticamente—. Pero por suerte, hay un par que quedan, para que la prosperidad sepa lo que era el arte en nuestros días y se entere de lo que fue el arte antaño.
—Las clases son tres veces por semana, lunes, miércoles y viernes, después de que terminen las clases, dos horas—. Eso si, cuando tengamos que hacer la escenografía para las obras de teatro o se aproxime alguna exposición de arte, o nos inviten a un museo o demás, nos tendremos que juntar los sábados a la tarde y obviamente, el arte lleva su tiempo y su elaboración, así que con permiso de sus docentes, voy a sacarlos de clase.
Todos asentimos felices, ya que los cinco que estábamos allí, incluyéndome a mi, éramos dedicados al arte.
—Hoy por supuesto no empiezan las clases—musitó la artista, tomando unos papeles de encima del escritorio—. Pero el miércoles, los que de verdad quieran estar en el curso, tienen que traer esto completo, firmados por sus padres y por ustedes.
Todos se fueron y yo saludé a la maestra, quien me besó la mejilla efusivamente, diciendo que este año íbamos a ser más que el año pasado. Todo por mi llegada y la de otro chico más, que en este momento no se encontraba allí.

viernes, 13 de julio de 2012


Libro Abierto

Capítulo 7

Comenzamos por las instalaciones al aire libre.
—Bueno este es el patio general, acá pueden estar desde los chicos de primer grado, hasta los de último año—me explicaba, mostrándome los distintos recovecos—. Acá siempre se ve a los chicos que juegan Basket Ball con sus novias, y te recomiendo que si no queres descomponerte, en el recreo largo no vengas.
—Gracias por la recomendación.—le dije riéndo ante las expresiones de su rostro.
—De nada. —musitó coqueto caminando ahora, por las galerías.
—Te comento esta área es la de primaria, así que mucho interés no tiene, pero allá—dijo señalando frente a nosotros—. Ése es el salón de música y teatro y junto a este, el salón de arte.
— ¿Arte? ¿Aquí se pinta?
—Claro, la señora Valentina Castañeda, es la profe de arte—me comentó Liam, abriendo las puertas que daban al salón y en vez de encontrarme con el salón, allí había unas escaleras que se dirigían a un pasillo extenso o si no, a la derecha e izquierda, dos puertas doble hoja. El guía abrió la de la derecha y allí entramos a la sala.
Parecía una gran exposición de arte. Las paredes pintadas de blanco escarlata revestidas con una tela parecida a la del telón de un gran teatro romano. Estas a su vez eran decoradas por pinturas, dibujos, bocetos y esculturas de alumnos y ex alumnos de la institución, en homenaje a pintores, artistas, próceres, directores antiguos del colegio y demás imágenes reconocidas. De forma desordenada había taburetes y frente a estos un trípode y el lienzo se encontraba sobre este. En el lado derecho, todos los asientos, tenían una mesa pequeña a la misma altura que el banquito, donde había pinturas, pinceles, lápices, crayones y demás utencillos.
—Es precioso—musité sentándome en uno de los taburetes.
—Me alegra que te guste, es una actividad extracurricular, puedes anotarte si te gusta.
— ¿De veras? ¡Si claro, cuanto antes! —anuncié feliz de la vida, aunque sea con esto, estaría más tiempo lejos de mi casa.
—Vaya, eres artista—me dijo Liam, con voz de superioridad.
—Jajaja, se podría decir que si.
— ¿Hace cuanto?
—Hace más de diez años—le conté, cruzandome de piernas—. Mi padre vio que no era un capricho que me pasara todo el tiempo dibujando y bueno, me llevó a una escuela de arte.
—Vaya, que impresionante.
—Puede ser, lo más extraño de todo, o lo más extraño de mí, debería decir, es que mi padre no me mandó a la escuela por que dibujaba y demás, si no porque me interesaba el arte de muchos artistas reconocidos como: Picasso, Da Vincci, Berni, entre otros, y así me empezó a gustar cada vez más esto.
—Es facinante, y ¿qué sabes pintar?—Preguntó sentándose a mi lado.
—De todo; al temple, al cemento, a la cal, pintura a la silicato, lástica, al óleo.
—Es impresionante, pero como yo no se nada de eso—rió y yo lo acompañé—.Me refería a que pintas, que has pintado tú.
—Ah, claro, claro—dije, comprendiendo su pregunta—. Eh pintado retratos, paisajes, en sí, todo lo que tenga que ver con el realismo, también, porque mi profesora de Nevada era fanática del cubismo, y he hecho muchas pinturas en ese estilo, pero lo que más me apasiona es el surrealismo.
— ¿Por qué? —quiso saber, con los ojos abiertos como dos platos y prestando real atención a nuestra charla.
—Porque el surrealismo es nada más que para los artistas, desde mi punto de vista, y para los que piensan, ya que las pinturas del surrealismo tiene que ver con quién la pintó, en qué período de la historia lo hizo y demás elementos. Pero en sí, lo que creo que el arte, en todas sus formas, musical, lírica, y demás, es solo para los pensantes, solo para aquel que puede persivir el arte con los cinco sentidos.
—Es muy hermoso lo que dices, se nota que eres muy dedicada.
—Claro, vivo para ello—acepté sonriendo—. Cuando crezca quiero ser una famosa pintora.
—Y lo vas a ser, te lo aseguro. —Me animó este, parándose de la banqueta—.Pero ahora señorita, usted está dando un paseo conmigo, y le tengo que mostrar toda la escuela.
—Claro.
Y al decir aquello, salimos del aula y nos encaminamos de nuevo a la galería en donde nos hayábamos anteriormente. Así llegamos a un patio cerrado que tenía cuatro arcadas que daban a diferentes localizaciones.
—Allá están todas las oficinas, la sala de profesores de toda la escuela, la sala de secretaría, que seguramente ya has conocido—dijo y yo solo asentí—, también está la dirección y administración. —me explicaba mientras señalaba donde quedaba cada lugar—Por ese pasillo se encuentran más salones de primaria  y por ese, de la secundaria básica y por este último también, ya que son muchos alumnos, como verás.
Después de todo aquel recorrido, sin haber visto nada del jardín de niños ni tampoco parte de la secundaria superior, tocó el timbre que daba por finalizado el receso para que todos los alumnos volvieran a las aulas que cada uno tenía asignado.
—Tengo física.—le dije, frunciendo el ceño.
—Yo tengo Español, entonces, te veo luego.
—Claro, adiós Liam.—lo saludé con un beso en la mejilla.
—Adiós Romance, fue un placer haberte conocido. —al decir eso, lo dijo con una mirada penetrante y llena de dulzura y sinceridad, que me llegó al corazón.
Salí corriendo, mientras con mi mano lo saludaba a lo lejos y este, repetía mi actuar. Llegué a las galerías para seguir caminando y llegar hasta donde estaba el tercer edificio, donde tenía que buscar la clase de física. Pero como era de esperarse, no halle dicha clase y me perdí como era habitual. Así que cansada como me encontraba después de haber estado veinte minutos caminando y mas de diez corriendo, me senté en el segundo escalón de la escalera más alta del recinto, y crucé mis piernas junto con mis brazos por debajo del busto.
Me quedé en esa posición tarareando una canción que había escuchado en la radio. Así que así estuve, cantando una y otra vez, la única parte que me sabía, que era el estribillo.
—Cantas muy lindo—. Musitó una voz detrás de mi y el corazón quedó oprimido en un puño.
— ¿Qué haces aquí?
—Nada, al igual que... tú. —Susurró, sentándose a mi lado.
—Por favor, vete. —le pedí, recordando al rubio y enorme hermano suyo.
— ¿Por qué tan a la defensiva? —indagó sin comprender, y hasta un poco dolido.
—Por... nada—dije nerviosa, parándome de su lado—. Pero yo... debo irme.
Después de esa desastrosa conversación, en la que mi nerviosismo era tan palpable que hasta daba pena ocultarlo, me encaminé hasta la secretaría donde my amablemente la señora, me dijo donde quedaba el aula de física. Se hallaba en el cuarto edificio, eso quería decir que tenía que pasar por el tercero, y si me encontraba con Harry, me iba a morir ahí, no solo del miedo por su hermano, si no de la vergüenza.

martes, 10 de julio de 2012


Libro Abierto

Capítulo 6

Me quedé completamente shokeada y lo peor es que no se por qué. La verdad es que apreciar esa disputa me dejó algo pensativa. En primera instancia porque no tenía idea de qué estaban hablando, en segundo lugar, porque un chico "sueña" las cosas que van a pasar en un futuro.
Lo más importante fue que no comprendí el fin de la pelea, ni porque se había generado, ni nada. Así que, con todo el dolor de mi alma, traté de olvidarme aquello, o me iba a volver completamente loca tratando de adivinarlo. Caminé por el pasillo para dirigirme al patio y sentarme otra vez sola, pero en ese momento, un chico de unos veinte años o más, apareció de sopetón y se colocó delante mío. Su anatomía era de unas dimensiones demasiado exageradas, con su cabello rubio, amarillo como el sol y unos ojos color ámbar detrás de un escobillón de pestañas y unas finas cejas. Sus facciones eran muy marcadas, pero, más allá del temor que me estaba generando, era de una belleza sin igual. Hasta podría decir que era un ángel perdido en la tierra, si no fuera que me miraba como un animal salvaje a su presa.
— ¿Escuchaste? —Preguntó groseramente, con sus ojos llameantes.
— ¿A qué te refieres? —indagué haciéndome la tonta y mintiéndole por este hecho, ya que si se pone así de violento con la simple duda, no me imagino si le doy la certeza de este acto.
—Mejor así, si me entero que andas muy cerca de mi hermano, lo vas a pagar caro.
Dijo eso, y el maleducado rubio se retiró sin decir más nada, mientras que mi cabeza le decía o mejor dicho exigía a mi corazón que se tranquilizara, y que ya todo estaba bien. Con la poca compostura que me quedaba, ya que lo que más deseaba en el mundo es poder salir huyendo de allí, caminé hasta el patio, donde me senté lo más alejada de todos, y más que nada del chico rubio, que me miraba amenazante. Y cuando su mirada se juntó con la mía me dio un miedo terrible, hasta que una chica, de cabello castaño y de una estatura media, pero comparándola con el rubio, era de una miniatura incomprensible, le pegó en el brazo y este se rió con regocijo.
No quería encontrarme más en la ecuela, no se si era por el miedo a la amenaza del chico, o porque me sentía realmente extraña en compañía de su hermano, pero la verdad es que este había sido el más extraño y peor día de clases de toda mi vida. Pero lamentablemente, estamos en la triste y cruda realidad, donde no soy la típica protagonista de una historia, donde cada deseo loco e irracional de esta se cumple, en mi melodromática novela, mis deseos no se cumplen y todo lo contrario, cuando mi vida se puede hacer más desdichada y compleja, esta así se convierte.
Así que, a mi pesar, me dirigía a mi siguiente clase, Historia. Como en todas las demás asignaturas, la profesora Lucy Morrison, nos contó de lo que se iba a tratar la materia este año, más que nada, Europa Occidental.
Me parece un tema intersentate, ya que todo el continente americano, en gran parte, se basa en culturas europeas, así que ver la cultura europea, de forma directa, es ver la latinoamericana y anglosajona de forma indirecta.
—Vamos a empezar con España, así que vamos a hacer un trabajo práctico donde los grupos los armo yo—todos comenzaron a quejarse y rechistar—.Ya, ya, cálmense. —pidió la docente, mientras tomaba una libreta de un color verde agua y una lapicera.
—Barrymore, con la señorita Dragon.—comenzó a decir la profesora, y a medida que ella anunciaba los grupos, los alumnos se iban parando de su lugar y se dirigían donde su compañero.
—Señorita Romero, usted es nueva. —me habló la señora, con una sonrisa—. Bienvenida al Truman Collage.
—Muchas gracias. —le dije, con simpatía.
—Bueno su compañero va a ser el señor Liam Payne.
Al decir el nombre de mi compañero, un chico de cabellera castaña con reflejos rubios a la luz del tubo luminoso se acercó a mi. Su cuerpo era de una perfección sin igual. Poseía un torso esculpido por los mismísimos ángles, pero al verle el rostro, llegué a pensar que el mismo era un ángel. Tenía unas facciones dulces y suaves, con una piel blanca como la nieve y si hubiera perdido la razón en ese momento, lo hubiera tocado para compobar mi teoría de que su piel era tersa, como me la imaginaba. Medía una cabeza y media más que yo y en lo alto de su belleza se encontraban esos ojos color miel fundida con chocolate, y cubriendo estos unas pestañas como escobillones y delineando la culminación de su mirar, unas cejas de color dorado. Su boca era fina y pequeña al igual que su nariz.
—Hola Romance—me saludó el chico, que poseía una voz profunda y atrayente—. Soy Liam, un gusto
—Un gusto, pero dime Ro o como gustes. —le dije, observándolo devuelta, pero en este análisis este se percató de mi mirada, y yo la corrí de inmediato, muy avergonzada.
—Bueno Ro, comencemos a trabajar. —anunció mi compañero de banco, tomando un libro de historia y comenzó buscando por el índice: Corona española en el siglo XVI, así que yo tomé el otro manual e hice lo mismo.
— ¿Encontraste el cambio en la dinastía?
—Si, los cambios fueron las reformas que hubo en la realeza debido a la llegada borbónica. —Y así comenzamos a hacer el trabajo práctico. Las dos horas fueron algo exhaustivas pero con Liam logramos terminar la tarea y luego de que le dimos el informe a la profesora el timbre sonó y todos los alumnos se fueron al recreo que duraba diez minutos. Salí del salón y me encaminé hacia el patio de la escuela pero en ese momento sentí un brazó tomándome por la cintura y me quedé pegada a su cuerpo. Al ver su rostro a unos centímetros del mío, sentí que mi corazón se derretía por completo, pero luego de unos segundos, ambos nos separamos.
—Emm... Lo siento, es que te estaba llamando y tú no me escuchabas.
—Jajaja, si, si. No hay problema. —musité tan nerviosa como él.
—De veras, Romance. No quise, yo, de verdad no... —Lo callé.
—Tranquilo Liam, ya comprendí.
—Gracias. —dijo, todavía avergonzado.
— Dime.
— ¿Decirte qué? —indagó confuso.
—Lo que me ibas a decir, por lo que me llamabas. —le expliqué riendo.
—Claro, claro—susurró rojo como un tomate—. Te quería decir, ya que eres nueva, si no quieres estar conmigo y te llevo a recorrer la escuela o lo que tu quieras. —Me dijo, sonriendo.
—Por supuesto, me encantaría—le respondí, sonriendo—. Es bueno estar con alguien, y que no me ignoren.
—No, claro que no, yo jamás te ignoraría—murmuró ahora serio—.Bueno, ¿vamos?
—Vamos. —acepté caminando a su lado.

sábado, 7 de julio de 2012


Libro Abierto
Capítulo 5



Traté de evitar su mirada y me fui a sentar al fondo de la clase. Y en ese momento entró la profesora que impartía la materia de Psicología.
—Hola chicos, me voy a presentar mi nombre es Ana Marinovic, soy licenciada en psicología y este año solamente van a tener esta área. La psicología es una parte de la medicina, desde mi punto de vista la más linda, y espero que les guste.
Dijo para luego sentarse detrás de su escritorio. La mujer tenía entre unos cuarenta y cinco y unos cincuenta años. Su cabello color ámbar en corte carré muy lasio dejando a la vista unos diminutos ojos castaños. Su piel de color caramelo tenía unas finas líneas al costado de su cara, al rededor de sus ojos y demás líneas de expreción.
—Bueno chicos, el primer trabajo práctico del año va a ser el comportamiento de los adolescentes. —Musitó la mujer caminado por el pasillo que dejaban todos los bancos.
—Lo que quiero que hagan es un trabajo de comparación entre los adolescentes de la actualidad y de hace cien años. El trabajo va a constar de la ideología del adolescente, la rebeldía, la forma de hablar y de vestir.
Todos suspiramos con cansancio, primer día de clases y ya tenía: un profesor en contra, una profesora alabándome frente a mis compañeros, y un trabajo práctico. Esto no pasaría en la escuela de Nevada.
—Los grupos los voy a hacer yo, esto va a ser a la azar. —Anunció la profesora tomando una libreta y empezó a preguntarnos nuestra fecha de cumpleaños.
—Amanda Roger, ¿su fecha de cumpleaños? —Inquirió la profesora.
—El dos de abril.
—Su compañera va a ser la señorita Langer. —Dijo la profesora. —Su fecha de cumpleaños la sumo o resto, depende, con el número que cada uno tenga en la lista de alumnos.
Todos asentimos y así comenzó a hacer los grupos , algunos estaban disgustados por la persona con la que tenían que hacer pareja y otros estaban sumamente felices, dado que eran amigos u otra cosa. En un momento me dice.
—Romance Romero, ¿fecha de cumpleaños?
—El quince de agosto. —Contesté mirando a la profesora.
—Compañera con el señor Harry Styles. —La profesora lo nombró para luego señalarlo. Al darme vuelta me encontré con el chico que me estuvo observando desde que llegó. ¿Algo peor tendría que pasarme? El muchacho, con su caminar grácil y despreocupado, trajo una silla junto a mí y se sentó.
—Hola mi nombre es Harry, ¿tú...?—Inquirió con una sonrisa, algo tonto, ya que ya había oído su nombre con anterioridad.
—Me llamo Romance. —Le dije, mirándolo de pies a cabeza.
—Bueno, comencemos a trabajar.
Dicho esto, con una perfecta caligrafía escribió mi apellido y luego el suyo, el título del trabajo, la fecha y la profesora que impartía la materia.
—Los adolescentes de hace cien años eran completamente diferentes a los de hoy en día,  ellos tenían que estudiar obligatoriamente en la escuela militar, las mujeres tenían que ser unas perfectas amas de casa. Los adolescentes vivían para el futuro, lo que quiere decir, formarse para ser excelentes esposas y hombres de casa.  La presión que se ejercía en ese entonces por las familias de cada uno y por la sociedad era muy altas, dado que el prestigio del apellido y el futuro dependía de ellos.
—Vaya, hablas como si los conocieras o hubieras vivido en ese momento. —Dije asombrada.
—No, claro que no. Pero he leído mucho. —Respondió riéndo entre dientes.
Debatimos, hablamos y escribimos y luego de dos horas, las que dura la clase, terminamos el trabajo práctico, el cual debía ser entregado hoy mismo. Fuimos el primer grupo que terminó, ya que algunos estuvieron hablando y riéndo de cosas sin sentido y que nada tenían que ver con la materia. En cambio Harry y yo, estuvimos trabajando. Como entregamos antes de que termine la hora, quedaban diez minutos para que toque el timbre del recreo, mi compañero de grupo decidió romper el silencio que ambos habíamos impuesto.
—Tu nombre es extraño, jamás lo había oído.—Declaró, escribiendo algo sin sentido en una hoja de carpeta.
—Es inglés, pero de origen francés—le conté, mirado frente a la clase—. Es un nombre que surgió en la época del Romanticismo y fue llevado a Inglaterra, Romance significa novela romántica.
—Muy hermoso y ¿tú crees que vives en una novela romántica?
—Jajaja, no claro que no.—le respondié súbitamente con las mejillas rojas.
—Bueno chicos, vayan entregando los trabajos que ya va a... —Y el timbre interrumpió su discurso—Entreguen los trabajos, niños.
Todos salimos del aula a el próximo recreo, este era más largo ya que se podía ir a la cafetería y comer algo o simplemente recrearse después de cinco horas de clase. Así que yo fui, primero que nada, a mi casillero y coloqué los libros que ya había utilizado, y saqué los libros y cuadernos que necesitaba, dado que tenía historia y luego física. Cuando estaba cerrando el casillero escuché unos gritos que me sobresaltaron, ya que todo el pasillo se encontraba en silencio, porque los alumnos estaban en el patio o la cafetería. Así que, como no quería participar de una disputa el primer día de clase, me coloqué al costado de los estantes privados de los alumnos, donde mi anatomía no era visible para los recién llegados. Allí se pudo escuchar, el golpear de algo contra una pared, que resonó con un fuerte eco en todo el corredor.
—Louis lo vió, así que aléjate de esa chica. —musitó una voz ronca, del otro lado del casillero.
—Por favor, Louis vé millones de cosas, y casi nunca son ciertas.
—Tiene esos sueños extraños, pero cuando son de esa intensidad siempre ocurren además...
— ¿Además? —indagó esa voz profunda y dulce, pero a la vez con presencia y determinación.
—Además esa niña también tiene los mismos sueños de Louis.
— ¿Quién lo dijo? —preguntó este, con brusquedad.
—El, dijo que vio en un sueño que "la nueva" le contaba lo que había soñado contigo.
—Por favor, son puras tonterías de nuestro hermano, no creas esas mentiras de adivinadores.
—Sabes perfectamente que lo que el sueña no siempre es acertado o simplemente son indicios de lo que va a suceder, pero esta angustiado, y la última vez que pasó eso fue...
—No lo digas.—pidió el acusado con la voz entristecida.
—No lo digo, de acuerdo, pero entonces sabes a lo que me refiero, aléjate de la muchacha.
—No lo voy a hacer, simplemente porque el "adivino" lo dice. —luego de decir aquello se escucharon pasos alejarse y con miedo e inseguridad, saqué la cabeza de mi escondite y pude ver a mi compañero de psicología, alejándose junto a un chico de cabello rubio asimilados a un campo de trigo.

PD: Está novela es adaptada, de otra novela mía

martes, 3 de julio de 2012


Libro Abierto
Capítulo 4

—Señorita Romance, veo que usted está muy avanzada para esta clase. 
—No, claro que no profesora. —Respondí, con la espera que no me cambiara de clase.
—Habla con perfecta fluidez, y utiliza palabras muy complejas. —Mientras nosotras dos hablábamos, todos los estudiantes se daban vuelta y nos miraban con sus ojos fijos.
—Lo que sucede es que mi padre es descendiente de mejicanos, y me ha hablado desde que tengo uso de razón en Español, es solo eso. —Ella asintió y se fue a sentar a su escritorio.
En toda la clase, sentí esa sensación que alguien me estaba mirando, traté de no darle importancia, ya que era la “nueva” y todo el mundo me estaba observando. Pero era un sentimiento peculiar, dado que era una mirada en especial la que estaba clavada en mí, como si fuera un alfiler punzando la más fina tela. Quise voltear más de ochenta veces en toda la clase, pero fui fuerte, por el hecho, de darme vuelta y encontrarme con esos ojos, que me estarían observando detenidamente.
El timbre sonó, y todos los alumnos salimos al primer recreo. Decidí, ya que no tenía con quien estar, ir a sentarme a unas bancas de afuera, para sentir la hermosa brisa seca sobre mi rostro. En ese momento, la nostalgia y melancolía se embargaron en mi cuerpo, con un boleto de ida. Dado que era así como pasábamos Amy, Alex y yo el primer recreo de clases, juntos a fuera de la escuela. Y el no tenerlos se me estaba haciendo más que difícil.
Otra vez, volvió esa sensación de ser observada. Y para ser honesta me estaba molestando, juro que si la cordura en menos de un minuto se me fuera a los pies, gritaría: ¡¿Quién es el que me está mirando?! Pero gracias a dios que el sano juicio, seguía presente en todo mi cuerpo, porque si yo hago eso, no solo me cambio de escuela, si no de país.
Todo el recreo me la pasé pura y exclusivamente sola. La verdad la soledad es una sensación horrible, ahora comprendo por qué la gente que se siente así se suicida, pero claro, mi soledad no era tan extrema para llegar a ese caso. Quisiera preguntar algo ¿Alguna vez vieron ese reality donde unas cuantas personas viven encerrados en una casa y los filman las veinticuatro horas del día? Bueno, yo me sentía así. Sentía que desde que llegué a la escuela, una cámara se había encendido solo para mí y grababa cada detalle de mi patética y solitaria vida.
Tocó el timbre y me dirigí a mi clase de matemática, esta materia la tenía dos horas hoy. Esto iba a ser una tortura. Para ser franca, la cuastión matemática jamás se me dió, juro que me confundo hasta en las tablas y en las divisiones más sencillas. Es que, es una verguenza lo sé, pero detesto esta asignatura. Entré al salón y sentada derás del escritorio se hallaba la profesora: 
—Claudia Perticaro, soy la profesora de matemática. —Se presentó frente a nosotros. —Este año vamos a ver lo mismo que el año pasado y los anteriores, nada más que más profundizado. Los temas van a ser muy complejos y lo teórico va a resaltar más.
La mujer de unos cuarenta años, mientras hablaba caminaba por el salón. Sin ánimos de ofender pero... ¿no iba a crecer más? Sin tener un metro cerca, calculaba que medía un metro cuarenta y algo. Sus ojos sobresalían de su rostro rosado y redondo, con un bello color chocolate. Su cabello, en unos bucles que le llegaban hasta por debajo de los hombros tenía las mismas tonalidades que sus ojos. Estaba vestida de traje, vestimenta que la hacia más... Compacta. Y ella hablaba, y hablaba. Así, nos tuvo las dos horas. Contándonos a todos los estudiantes lo fines que tiene para la materia, la forma en la que evalúa, la forma en la que quiere los trabajos prácticos, cómo nos desenvolvemos en el aula y demás aspectos escolares.
Esa sensación espantosa volvió a mi, y esta vez pude certificar lo que en verdad estaba pensando. No era una simple sensación de persecución, no es que ayer a la noche me había quedado mirando programas policiales, o leyendo alguna que otra novela sobre ese género. Un muchacho, de un metro setenta y muchos y ochenta y pocos, se encontraba apoyado contra la columna del patio de la escuela. Estaba vestido completamente de negro, de pies a cabeza, y su mirada convinaba con su conjunto, auqneu al observar mejor sus ojos eran de un verde esmeralda preciosos. Su mirada tan profunda como el mismísimo océano era de una divinidad sin igual. Su cabello era  de color castaño con rulos nada modernoso. Este me miraba fijamente, y continuaba en la misma posición aunque yo haya clavado la vista en él. El muchacho de unos diciséis o dicisiete años, continuaba con su atrayente mirada, pero de un momento a otro, dos hombres aparecieron junto a una chica de mi misma edad o más, y se lo llevaron de sopetón, sin que halla podido averiguar el motivo de su insesante labor.
Que gente extraña, pensé para mis adentros. Desde cuando una persona mantiene la mirada fija en uno, cuando la otra persona descubrió su análisis, es una completa falta de respeto, acá o en la China. Decidí no darle importancia aquello y continué mi camino hasta el bufet de la escuela. 
Me compré un Coca-Cola y un sandwich. Me senté en el patio de la escuela, en una mesa muy alejada de todos y en ese momento, que me volví a encontrar con el perfecto muchaho que me observaba a la distancia como un observador mira a los animales desembolverse en su habitat. El chico me miraba serio, como si esperara a que yo me acerque o algo por el estilo. Él seguía con su análisis, y a su vez, también lo hacía yo. Pero de un momento a otro mi celular comenzó a sonar sacándome de mis cavilaciones y me sobresalté.
— ¿Qué quiere? —Dije de mala gana, y pude ver al chico misterioso con una media sonrisa, sonrisa que me quedé evaluando, mirandolo tontamente.
— ¿Así tratas a tu amiga que te extraña tanto y está preocupada por ti? 
— ¡Ay Amy! Mi amor, amiguita de mi alma, no sabes lo que te extraño.
—Yo también Ro, ¿pero por qué de tan mal genio? —Inquirió pensando en como le respondí el teléfono.
—Es que no hablo con nadie, estoy más sola que un perro y encima tengo a un chico enfrente mío y me mira desde hace horas. Desde que empezaron las clases.
— ¡Gusta de ti, tonta! —Anunció emocionada.
—Claro que no, si gustara de mi, habría venido a hablarme. —Dije mirándolo de reojo, y ese seguía con su mirada clavada en la mía. —Además me mira fijo y cuando me encuentro con su mirada no se siente avergonzado ni nada por el estilo, todo lo contrario. Sigue mirándome desfatachadamente.
—Como digas, para mi gusta de ti. ¡Ay Romance ya estas rompiendo corazones! 
—Claro que no, él jamás se fijaría en mí.
— ¿Por qué? —Inquirió extrañada.
—No es la clase de chicos que se fija en mí. —Musité mirándolo disimuladamente.
— ¿A qué te refieres? —Preguntó sin comprender.
—Es precioso de donde lo mires, es el típico novio de la capitana de las porristas. No lo puedes saber hasta que no lo veas, de pies a cabeza.
—Digamos bulgarmente ¡Se parte! —Dijo y yo reí ante su comentario.
—Digamos, que bulgarmente, si.
—Lo sabía, pero el se puede fijar en ti. Eres hermosa. 
—Porque me quieres dices eso, pero la gente no me ve así y menos él.
— ¿Estas reconociendo que te gusta?—Farfulló con picardía.
—Claro que no, sólo dije que es lindo. Nada más.
—Si claro...
En ese momentó tocó el timbre y todos los alumnos comenzaron a elejarse del patio y dirigirse a sus respectivos salones. 
—Amy me tengo que ir, te amo amiga. 
—Yo también y ve a estudiar mucho y a conquistar a tu príncipe.
— ¡Ay cállate! Y saluda a Alex por mí, dile que lo amo. 
—De acuerdo, adiós.
Me dirigí a mi salón y parecía que mi suerte estaba lléndose en un vuelo de ida hacia Japón. En la puerta me encontré con el chico misterioso, quien al verme, me sonrió ampliamente. Yo no le devolví el gesto, estaba demasiado shokeada. Primero me mira con todo el descaro habido y por haber, luego es un completo maleducado en como me mira, como si fuera un conejillo de india encerrado, mirando sus comportamientos. Después me sonrié y me trata como un caballero. ¡Por dios, en Chicago están todos locos!