Blinking Cute Box Panda

martes, 3 de julio de 2012


Libro Abierto
Capítulo 4

—Señorita Romance, veo que usted está muy avanzada para esta clase. 
—No, claro que no profesora. —Respondí, con la espera que no me cambiara de clase.
—Habla con perfecta fluidez, y utiliza palabras muy complejas. —Mientras nosotras dos hablábamos, todos los estudiantes se daban vuelta y nos miraban con sus ojos fijos.
—Lo que sucede es que mi padre es descendiente de mejicanos, y me ha hablado desde que tengo uso de razón en Español, es solo eso. —Ella asintió y se fue a sentar a su escritorio.
En toda la clase, sentí esa sensación que alguien me estaba mirando, traté de no darle importancia, ya que era la “nueva” y todo el mundo me estaba observando. Pero era un sentimiento peculiar, dado que era una mirada en especial la que estaba clavada en mí, como si fuera un alfiler punzando la más fina tela. Quise voltear más de ochenta veces en toda la clase, pero fui fuerte, por el hecho, de darme vuelta y encontrarme con esos ojos, que me estarían observando detenidamente.
El timbre sonó, y todos los alumnos salimos al primer recreo. Decidí, ya que no tenía con quien estar, ir a sentarme a unas bancas de afuera, para sentir la hermosa brisa seca sobre mi rostro. En ese momento, la nostalgia y melancolía se embargaron en mi cuerpo, con un boleto de ida. Dado que era así como pasábamos Amy, Alex y yo el primer recreo de clases, juntos a fuera de la escuela. Y el no tenerlos se me estaba haciendo más que difícil.
Otra vez, volvió esa sensación de ser observada. Y para ser honesta me estaba molestando, juro que si la cordura en menos de un minuto se me fuera a los pies, gritaría: ¡¿Quién es el que me está mirando?! Pero gracias a dios que el sano juicio, seguía presente en todo mi cuerpo, porque si yo hago eso, no solo me cambio de escuela, si no de país.
Todo el recreo me la pasé pura y exclusivamente sola. La verdad la soledad es una sensación horrible, ahora comprendo por qué la gente que se siente así se suicida, pero claro, mi soledad no era tan extrema para llegar a ese caso. Quisiera preguntar algo ¿Alguna vez vieron ese reality donde unas cuantas personas viven encerrados en una casa y los filman las veinticuatro horas del día? Bueno, yo me sentía así. Sentía que desde que llegué a la escuela, una cámara se había encendido solo para mí y grababa cada detalle de mi patética y solitaria vida.
Tocó el timbre y me dirigí a mi clase de matemática, esta materia la tenía dos horas hoy. Esto iba a ser una tortura. Para ser franca, la cuastión matemática jamás se me dió, juro que me confundo hasta en las tablas y en las divisiones más sencillas. Es que, es una verguenza lo sé, pero detesto esta asignatura. Entré al salón y sentada derás del escritorio se hallaba la profesora: 
—Claudia Perticaro, soy la profesora de matemática. —Se presentó frente a nosotros. —Este año vamos a ver lo mismo que el año pasado y los anteriores, nada más que más profundizado. Los temas van a ser muy complejos y lo teórico va a resaltar más.
La mujer de unos cuarenta años, mientras hablaba caminaba por el salón. Sin ánimos de ofender pero... ¿no iba a crecer más? Sin tener un metro cerca, calculaba que medía un metro cuarenta y algo. Sus ojos sobresalían de su rostro rosado y redondo, con un bello color chocolate. Su cabello, en unos bucles que le llegaban hasta por debajo de los hombros tenía las mismas tonalidades que sus ojos. Estaba vestida de traje, vestimenta que la hacia más... Compacta. Y ella hablaba, y hablaba. Así, nos tuvo las dos horas. Contándonos a todos los estudiantes lo fines que tiene para la materia, la forma en la que evalúa, la forma en la que quiere los trabajos prácticos, cómo nos desenvolvemos en el aula y demás aspectos escolares.
Esa sensación espantosa volvió a mi, y esta vez pude certificar lo que en verdad estaba pensando. No era una simple sensación de persecución, no es que ayer a la noche me había quedado mirando programas policiales, o leyendo alguna que otra novela sobre ese género. Un muchacho, de un metro setenta y muchos y ochenta y pocos, se encontraba apoyado contra la columna del patio de la escuela. Estaba vestido completamente de negro, de pies a cabeza, y su mirada convinaba con su conjunto, auqneu al observar mejor sus ojos eran de un verde esmeralda preciosos. Su mirada tan profunda como el mismísimo océano era de una divinidad sin igual. Su cabello era  de color castaño con rulos nada modernoso. Este me miraba fijamente, y continuaba en la misma posición aunque yo haya clavado la vista en él. El muchacho de unos diciséis o dicisiete años, continuaba con su atrayente mirada, pero de un momento a otro, dos hombres aparecieron junto a una chica de mi misma edad o más, y se lo llevaron de sopetón, sin que halla podido averiguar el motivo de su insesante labor.
Que gente extraña, pensé para mis adentros. Desde cuando una persona mantiene la mirada fija en uno, cuando la otra persona descubrió su análisis, es una completa falta de respeto, acá o en la China. Decidí no darle importancia aquello y continué mi camino hasta el bufet de la escuela. 
Me compré un Coca-Cola y un sandwich. Me senté en el patio de la escuela, en una mesa muy alejada de todos y en ese momento, que me volví a encontrar con el perfecto muchaho que me observaba a la distancia como un observador mira a los animales desembolverse en su habitat. El chico me miraba serio, como si esperara a que yo me acerque o algo por el estilo. Él seguía con su análisis, y a su vez, también lo hacía yo. Pero de un momento a otro mi celular comenzó a sonar sacándome de mis cavilaciones y me sobresalté.
— ¿Qué quiere? —Dije de mala gana, y pude ver al chico misterioso con una media sonrisa, sonrisa que me quedé evaluando, mirandolo tontamente.
— ¿Así tratas a tu amiga que te extraña tanto y está preocupada por ti? 
— ¡Ay Amy! Mi amor, amiguita de mi alma, no sabes lo que te extraño.
—Yo también Ro, ¿pero por qué de tan mal genio? —Inquirió pensando en como le respondí el teléfono.
—Es que no hablo con nadie, estoy más sola que un perro y encima tengo a un chico enfrente mío y me mira desde hace horas. Desde que empezaron las clases.
— ¡Gusta de ti, tonta! —Anunció emocionada.
—Claro que no, si gustara de mi, habría venido a hablarme. —Dije mirándolo de reojo, y ese seguía con su mirada clavada en la mía. —Además me mira fijo y cuando me encuentro con su mirada no se siente avergonzado ni nada por el estilo, todo lo contrario. Sigue mirándome desfatachadamente.
—Como digas, para mi gusta de ti. ¡Ay Romance ya estas rompiendo corazones! 
—Claro que no, él jamás se fijaría en mí.
— ¿Por qué? —Inquirió extrañada.
—No es la clase de chicos que se fija en mí. —Musité mirándolo disimuladamente.
— ¿A qué te refieres? —Preguntó sin comprender.
—Es precioso de donde lo mires, es el típico novio de la capitana de las porristas. No lo puedes saber hasta que no lo veas, de pies a cabeza.
—Digamos bulgarmente ¡Se parte! —Dijo y yo reí ante su comentario.
—Digamos, que bulgarmente, si.
—Lo sabía, pero el se puede fijar en ti. Eres hermosa. 
—Porque me quieres dices eso, pero la gente no me ve así y menos él.
— ¿Estas reconociendo que te gusta?—Farfulló con picardía.
—Claro que no, sólo dije que es lindo. Nada más.
—Si claro...
En ese momentó tocó el timbre y todos los alumnos comenzaron a elejarse del patio y dirigirse a sus respectivos salones. 
—Amy me tengo que ir, te amo amiga. 
—Yo también y ve a estudiar mucho y a conquistar a tu príncipe.
— ¡Ay cállate! Y saluda a Alex por mí, dile que lo amo. 
—De acuerdo, adiós.
Me dirigí a mi salón y parecía que mi suerte estaba lléndose en un vuelo de ida hacia Japón. En la puerta me encontré con el chico misterioso, quien al verme, me sonrió ampliamente. Yo no le devolví el gesto, estaba demasiado shokeada. Primero me mira con todo el descaro habido y por haber, luego es un completo maleducado en como me mira, como si fuera un conejillo de india encerrado, mirando sus comportamientos. Después me sonrié y me trata como un caballero. ¡Por dios, en Chicago están todos locos! 

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