Blinking Cute Box Panda

martes, 31 de diciembre de 2013

Tren de Medianoche - Capítulo 10


Tren de Medianoche
Capítulo 10

Jeannot Loghan Brightman

— ¿Se puede saber por qué no? —pregunté un tanto exasperado.
—Porque es solamente una alumna la que está en ese club ¿cree que le voy a pagar a un docente solo por una alumna?
—Por dios, yo voy a conceguir a más miembros, solo deme una oportunidad.
—Además, no creo que sea apropiado que un joven de veinticinco años esté con alumnas de dieciseis y diecisiete años.
—Mire, señor Garber, soy altamente profecional, fui graduado con honores de Juilliard, sin contar mis múltiples precentaciones en Broadway, en las cuales he sido protagonista.
—Justamente, señor Brightman, usted tiene un renombre que la escuela no tiene presupuesto para pagar. Debería, si es que desea enseñar, volver a Juilliard, a ser docente, porque el Instituto San José no puede pagar su renombre.
—A mi eso no me interesa, voy a cobrar lo mismo que el anterior docente. Solamente quiero estar acá. En esta escuela a la música, no se le da el lugar que merece, y si a esas chicas con pollera corta y las bestias de football americano, golpeandose unos con otros si se les da su lugar, ¿por qué los talentosos no? Los jóvenes, olvidandose de la gracia y el talento que se requiere para ser digno de pararse sobre un tablado.
Miraba al director con el ceño ligeramente fruncido y la espalda tan recta como una regla. Siempre tenía esa postura, como la de un bailarín, que es lo que soy. Me había graduado en aquella escuela, San José, y quería que mi primer trabajo como docente fuera en aquel lugar. No quería volver a Julliard, no todavía...
—De acuerdo, señor Brightman, va a cobrar lo mismo que el anterior docente, y si llega a algo con los alumnos, un premio o algo, su sueldo va a subir. —dijo el director, restándole importancia con un gesto de la mano.
—Está bien, ¿dónde están los chicos?
— ¿Chicos? Oh, no. Usted debió pensar que cuando dije una sola alumna era una broma, es solo una alumna la que se inscribió en el club de comedia, y es nueva. 
—Muy bien, nos vemos señor Garber. —ambos estrechamos las manos y salí de la oficina.
Caminé por los pasillos de la escuela, obteniendo la mirada de casi todas las chicas, con sus miradas petulantes y seductoras, y yo solamente les sonreía educadamente. Llegué hasta el salón de comedia y la pude escuchar.
Nunca en todos mis años, y debo recalcar que son muchos, escuché una voz igual. Ella comenzó a tocar una melodía calma y a la vez, hermosa. Y segundos después su voz la acompañó. Nunca en la vida, vi ni escuché a un ángel, pero estaba seguro que si tendría que describir a uno y ponerle un nombre sería el de ella, su voz era tan suave que parecía que sus cuerdas vocales acariciaban con parsinomia su garganta, dejando que la melodía que proporcionaba su voz se despegara, flotando en el aire, creando un aura de bienestar y tranquilidad. La paz inundaba el lugar, haciendo que mi alma se refulgiara en aquella melodía, ese suave arrullo cantarín de los mismísimos ángeles, todo con un aura celestial. 
—Nunca en la vida creí que podría escuchar a alguien cantar tan bien. —dijo un muchacho del cual no me percaté, sentado al lado del ángel cantarín.
—Gracias, pero tú exageras todo. —dijo la chica de hebras doradas, mientras un leve color carmesí se apoderaba de sus mejillas.
—Claro que no, desde que te conozco, todo en ti es perfecto. — terminó de decir su acompañante, y las mejillas de ambos se tiñeron de rojo. 
Empecé a caminar en dirección a ellos dos, y comencé a aplaudir, ambos levantaron la vista y me miraron. Él con el ceño fruncido y ella, como decirlo... ¿Anonadada?
—Buenas tardes, —comencé a decir en cuanto estuve lo suficientemente cerca de ellos, pero un grito de emoción me sobresalto, y no solo a mi, si no también al muchacho de cabello castaño, y ambos posamos la mirada en la rubia.
—¡Oh, dios mío! ¡Eres Jeannot Brightman! —gritó ella mientras corría a velocidad luz para bajarse del escenario, yo solamente sonreí y el chico miró sin comprender.
—Así es, un gusto, señorita...
—Rebecca, Rebecca Reed. —contestó ella, estrechando su mano con la mía, pero en un ligero movimiento giré su mano y la acerqué hasta mi boca, besando ligeramente la parte superior de su blanca y pulcra piel.
—Un placer, señorita Reed. —dije, y solté su mano con delicadeza. 
—Emm... —carraspeó una voz torpemente, y ambos separamos nuestros ojos, y los enfocamos en el muchacho que seguía sentado en el escenario.
—Oh, lo siento. Nick, el es Jeannot Brightman, es el actor más joven en protagonizar una obra en Broadway, sin contar que hizo las obras que más me gustan como In the Height, El fantasma de la ópera, Mamma mía!, Jersey Boys, The Addams Family, Wicked, Chicago. Ay dios ,como amé esa obra de teatro, juro que me ponía la piel de gallina cada vez que cantaban y...
—De acuerdo, tranquila Becks. —le dijo el muchacho tomándola por los hombros, pero esta estaba tan feliz que no le prestó mucha antención.
—Muchísimas gracias, Rebecca. —solté con voz calma y suave, a lo que ella sonrió y suspiró delicadamente. —Y me alegra que te guste mi trabajo, porque voy a ser yo el que te haga brillar sobre el escenario.
— ¿Qué? —preguntaron los dos a la vez, confundidos.
—Así es, soy el nuevo profesor de Comedia Musical. —al decir aquello, ella soltó un grito de emoción, lo que me hizo reír ligeramente, y el muchacho de su lado puso los ojos en blanco. 
—Me muero, es imposible... Alguien como tú, en esta escuela.
—Muchísimas gracias por el halago, pero bueno. Lo que ahora quiero es que te pares allí arriba, y me cantes una canción que te guste y que sea digna de ser escuchada en Broadway. 
Ella solo asintió y salió corriendo, para pararse sobre el escenario, detrás de ella estaba el reproductor sonoro, que tenía central ahí, pero había parlantes por todo el auditorio. 
La música comenzó a sonar y ella se paró en medio del escenario, y su voz de soprano, con potencia, mucha más potencia que la primera vez que la oí cantar, resonó en todo el auditorio.
{http://www.youtube.com/watch?v=kJlry5qKu8c&feature=fvst es i can't do it alone; de la pelicula Chicago}
Cuando terminó de cantar y bailar, me quedé perplejo, se podía decir que era hasta mejor que Catherine Zeta-Jones. Era una luz en el escenario, que se desenvolvía como si el tablado fuera el lugar donde nació. En cuanto despejé mi vista de ella, escuché el torpe y audible sonido de las palmas de... Nick, a lo que ella sonrió abiertamente.
—Increible, tienes mucho talento Rebecca. —musité, en cuanto estuve a su lado, arriba en el escenario. —Y juro, que se lo he dicho a muy pocas personas. —Ella sonrió y al instante un intenso color rojo formó parte de su piel blanca. 

domingo, 29 de diciembre de 2013

Tren de Medianoche - Capítulo 9


Tren de Medianoche
Capítulo 9

Nick Holland

Terminamos las clases, y me dirigí al campo de entrenamiento, el señor Bentest, estaba con su ceño fruncido, sus ojos negros achinados & sus brazos cruzados en señal de molestia, como siempre.
—Llegas tarde, Holland. —dijo abruptamente el entrenador.
—Lo siento, yo...
—Se estaba encamando con la nueva. —dijo Urich, detrás de mi espalda.
Me levanté de las sillas dispuesto a pegarle, pero Milo me tomó de la cintura y me sentó nuevamente en mi lugar, me di vuelta para mirar, o mejor dicho, fusilar, al idiota de Urich por esto. En el campo, me las iba a pagar.
—Por favor, señoritas. —No quiero que vuelva a pasar, Holland. —musitó furtivo el entrenador, a lo que yo solo asentí y todos nos paramos.
El entrenamiento empezó, Urich al ser el subcapitan, cordinaba a los de el equipo adversario, en el entrenamiento. Lo tenía frente mío, con su sonrisa fanfarrona mirándome con desdén. 
Décima jugada, veinte el equipo de Brandom, veintiseis el nuestro, estábamos por empezar la última jugada, pero antes de que mis labios salga el nombre de la jugada para mi equipo, Urich dijo algo:
—Me imagino cómo será en la cama, se le ve ardiente... Sexy, inteligente... Solo tengo que corroborar esa faceta de ella. —al decir eso, me importó poco y nada lo que todos dijeran y me avalancé sobre él. Traté de quitar el casco que lo protegía y cuando lo logré comencé a pegarle en la cara una y otra vez, pero este hizo una jugarreta, lo que logró que yo quede debajo de él y este comenzó a golpearme. Yo continué haciendo lo mismo hasta que Bentest y el equipo nos lograron separar.
— ¿¡Qué les sucede a ustedes dos!? ¿¡Estan locos!?
—!Vuelve a hablar así, y te mato! —amenacé al chico, mientras me avalanzaba nuevamente hacia él.
— ¡Ya, ya! ¡La terminan!
—Yo hablo como quiero, Holland. Además, la nueva va a estar encima mío, gritando. Lo juro. —Al decir eso, me separé del agarre de Milo y Taylor y volví a lanzarme sobre él, pegándole nuevamente.
— ¡Váyanse! —gritó el entrenador y todos obedecimos. — Tu te quedas Holland, quiero hablar contigo.
Fruncí el ceño y maldije bajo, mientras que Brandom sonreí triunfal. 
—Me voy a comedia musical, la rubia está allí. —anunció victorioso, mientras mi mirada trataba de perforarlo. 
— ¿Se puede saber qué te sucede? —preguntó cuando estábamos nosotros dos solos. —Eres el capitán del equipo, debes juntar al equipo no dividirlo.
—Lo siento, entrenador. Pero... —me quedé callado, sin saber si continuar o no.—Urich me desespera, como habla, como ¡todo!, todo en el me desespera. —dije, con la voz entrecortada por la ira.
—Lo entindo, pero no puedo permitir que usen el campo de football, para hacer una batalla campal.
—Lo lamento, no va a volver a pasar.
—Qué así sea. —concordó el entrenador, apretándome el hombro derecho. Salí de allí y me dirigí a las duchas, me cambié y me puse el uniforme de la escuela. Hice todo lo más rápido posible, y como un desquiciado comencé a correr por los pasillos, chocandome con algún que otro estudiante. Llegué a la sala de comeda musical pero no había nadie, hasta que siento el sonido dulce, suave y penetrante del piano, el cual retumbaba en todo el salón creando un ambiente tranquilo y armonioso. 
Mi vista se dirigió arriba del escenario donde estaba Rebecca, rozando sus finos y largos dedos sobre las teclas de marfil, dejando entrever un sonido casi tan dulce como el de su voz. Ella estaba muy concentrada en la melodía que no se percató en cuanto avancé hasta ella.
— Lo siento. —dije, en cuanto, abruptamente, la melodía se detuvo y sus ojos verde esmeralda se posaron sobre mí.
—No, está bien.— contestó con una sonrisa.
— ¿Qué haces aquí? Tan sola... —comenté, subiendo por la escalera del lado izquierdo del escenario, hasta quedar justo al lado de ella.
—El profesor de comedia renunció y no encontraron otro reemplazo, además, nadie quiere estar en el club, según lo que me dijo el director.
— ¿Por qué?
—Todos quieren ser jugadores de football o porristas, así que parece que tengo todo el teatro solamente para mí. —dijo con una sonrisa, la cual desapareció en un instante. —El director no va a contratar a un docente solo para mi.
—Comprendo... ¿y si fueran más?
— ¿Cómo? —preguntó desconcertada.
—Claro, si fueran como veinte, más o menos, ¿contrataría a un docente?
—Si, pero no somos ni tres. Ya fue, déjalo. Voy a cantar aquí, solita.
—Yo voy a conceguir a esa gente, lo juro. 
Luego de eso, me senté a los pies del piano y Rebecca comenzó a acariciar las teclas del piano, y seguido de eso su voz, potente y dulce. Era una canción hermosa, la misma que me cantaba mi padre y madre antes de irme a dormir. Era tan linda.  
Sentía que era como cuando era pequeño y mis padres me cantaban, por supuesto, mi madre no cantaba tan bien, pero cuando eres pequeño ves a tu madre perfecta. La melodía terminó y su voz se calló, dejando el aula en silencio.
—Nunca en la vida creí que podría escuchar a alguien cantar tan bien. —dije, altamente anonadado. Ella se puso de todos colores lo que provocó que sonría ante su gesto.
—Gracias, pero tú exageras todo. —me dijo riendo, dejando que mis oídos escuchen su risa, pura y fresca.
—Claro que no, desde que te conozco, todo en ti es perfecto. — y al soltar aquello el que se avergonzó fui yo, y ambos nos pusimos colorados. 

martes, 24 de diciembre de 2013

Tren de Medianoche - Capítulo 8

Antes que nada, Hola a todo el mundo! ¿Cómo les va? Espero & muy bien :3 Hoy es 24 de diciembre, y por eso quiero desearles a todos una muy feliz navidad :3 adoro estas fechas (a pesar de que acá en Buenos Aires el calor es insoportable), me encanta comer hasta reventar, charlar con mi familia, abrir regalos & ver los fuegos artificiales. No sé, es súper lindo <3 Ojala y la pasen todos muy lindo, saludos. Danna . ~
 


Tren de Medianoche
Capítulo 8
  
Farrah Debil
Te juro Fionna, estoy tan cansada. —dije, mientras me sentaba, o mejor dicho me arrojaba contra el tronco de un árbol, en el jardín de la escuela.
Ya te lo dije, que Helena es mala. ¿Por qué no te concigues otro trabajo?
Porque la madre de Helena es muy amable, y gracias a ella puedo tener flexibilidad en los horarios y estar con Dan más tiempo, y poder hacer las cosas de la casa. Sabes como es mi papá...
Lo sé, no es muy... Comprensivo. —contestó la chica, reprimiendo el odio tangible que sentía por mi padre.
Exacto, pero no te preocupes, pronto voy a dejar de hacer horas extra. Cuando termine de pagar el salón de fiestas.
¿Salón de fiestas?
Claro, dentro de dos semanas es el cumpe de Dan, y como todos los nenes de su edad, quiere tener una fiesta de cumpleaños... Así que por eso estoy trabajando.
Farrah, eres la mejor hermana del mundo... Yo quiero una así.
Calla.
Estuvimos un rato más bajo la sombra del árbol, charlando sobre su madre y sobre lo sofocante que podría ser vivir más de cinco horas al día en la casa de Helena, y lo molesta que podría llegar a ser una sola mujer, hasta que el timbre sonó, finalizando las clases, donde cada una se fue hacia sus respectivos clubes, Fionna al de artes teatrales, donde todavía seguía haciendo el hermoso y costoso traje de Julieta, y yo, al club de literatura, donde la profesora Hill ya se encontraba sentada en la silla principal del círculo que se había hecho en el centro de la sala.
Hola, señora Hill. —saludé, ya que solo estábamos ella y yo.
Farrah, creí que iba a dar la clase sola.
Ya van a llegar los demás...
Farrah, solo estaba tu nombre en la pizarra.
¿Qué?
Si, creo que va a haber que cancelar el club de literatura... Nadie se une.
Pero... —antes de que termine de decir la frase, un chico de piel blnca, ojos verdes y cabello oscuro, con una sonrisa de ángel se acercó hasta la profesora, y se sentó a dos asientos de ella.
¿Señor Urich? ¿Qué hace acá?
Si, ya, ya, Señora Hill. Estoy acá, ¿contenta?
No creí que lo iba a convencer.
Tengo literatura de segundo y tercer año previa, y este año estoy casi seguro que también me la voy a llevar, así que... Créditos extra no le vienen mal a nadie.
¿Creditos extra?
Claro, sabe que si yo estoy acá, mañana, va a estar lleno de chicas, ¿no? Yo consigo gente para su club, así no lo cancelan, y usted me ayuda a aprovar este año y las previas.
El club no va a ser cancelado...
Claro, por que hay tanta gente. —dijo el chico, mirando a su alrededor.
Y si cuenta a esta, yo la contaría como... Medio alumno.—me observó despectivamente, y yo voltié los ojos.
De acuerdo, de acuerdo señor Urich, un trato es un trato, pero... Esto no es una broma, todas las semanas leemos un libro distinto y tiene que comprometerse a leerlo.
Ok, don't worry, sexy miss. —dijo el chico, guiñándole un ojo a la maestra.
Hablo en serio, todos los libros que no leas, te los voy a tomar en la mesa exminadora.
¿Eh? No, no, eso es trampa.
¿Lo toma o lo deja, señor Urich?
De acuerdo, sexy miss. Pero no se aproveche de mi inocencia. —comentó, con una sonrisa de costado.
Claro... Inocencia. —susurró la mujer, con una sonrisa.
Bueno, comencemos. Farrah, ¿algún libro con el que quieras arrancar?
Estaba pensando en... Orgullo y Prejuicio, ya que el año pasado, no llegamos a leero por leer El Retrato de Dorian Gray.
De acuerdo, de acuerdo... Amo a Jane Austen, así que comencemos con ese. ¿Te parece bien, Brandom?
Si, si. Como sea.
Voy a la biblioteca a buscarlo, y vuelvo. —luego de aquello, la mujer se fue a buscar el libro a la biblioteca dejándome con el muchacho, quien se mordía las uñas despreocupadamente.
¡¿Eh?! ¡Fea! —gritó el chico, mientraas yo me daba vuelta a observarlo.
¿A quién le hablas así?
¿Ves a otra persona fea, aquí? —indagó con obviedad.
¿Que quieres?
¿Es verdad que eres la mucamita de Helena?
No, no soy su empleada, soy la de su madre.
Es lo mismo, Fea. El punto es que trabajas en lo de Helena.
Si ¿y qué pasa?
Quiero la dirección de su casa.
Pregúntasela.
Que graciosa. —comentó este, con un dejo de ironía. —Hablo en serio, Fea. Dame la dirección.
En primera, deja de llamarme así. En segunda, no puedo darte su dirección, sin su autorización. Sería una completa falta de respeto.
Es lo que me faltaba... Una Fea puritana. —dijo este, girando los ojos.
Cállate.
Hagamos un cosa, Fea. Tu me das la dirección, y yo hago algo que tu quieras. Claro, nada que involucre besarte o acostarme contigo... No soy tan sacrificado.
Idiota. —murmuré, pero creo que el no me escuchó, ya que su sonrisa socarrona no se borró de su rostro. —No, sigue siendo indecente.
Por favor, no te hagas la Hermana Bernarda. —dijo este, golpeando levemente el puño en su pierna. —Dime que quieres, y yo te lo consigo.
De acuerdo... —comenzó, pensando en algo, y una idea llegó rapido a su cabeza. —Dos cosas, y te doy su dirección.
Que pretenciosa, Fea. —musitó este, mordiéndose el labio inferior lentamente. —Dime.
Tu padre es el dueño del Salón Casablanca Banquet Hall. —comencé, mirándolo. —Quiero que hagas un fiesta el próximo sábado, para un niño, con absolutamente todo incluido.
Eres una estafadora, Fea. —dijo el muchacho, frunciendo el ceño.
Eso, y que no le digas a Helena de quién obtuviste la dirección.
De acuerdo, de acuerdo. Lo voy hacer, el sábado que viene a las tres de la tarde, hasta las seis. Después te doy las invitaciones, y dime... ¿Para ti es la fiesta?
No, para mi hermanito. Así que hazlo bien, Feo. —comenté, mientras este fruncía más el ceño.
Di lo que quieras, se que soy muy sensual. —comentó mientras mordía su labio inferior, y mi respiración se cortó por unos segundos.
Ya cállate. —anuncié, molesta por su actitud pedante. —Mañana tráeme las invitaciones, y el sábado después de la fiesta, te doy su dirección.
¿Con las llaves?
¡¿Qué?!
Claro, si no, solo por la dirección, es muy caro. Lo tomas o lo dejas, Fea.
De acuerdo, mañana las invitaciones. —dijo esta, en cuanto la profesora Hill, entró con tres libros en la mano que en su tapa decían Orgullo y Prejuicio, Jane Austen.
Aquí estan, me costó encontrar tres. —dijo este, con una sonrisa mientras nos entregaba los libros a cada uno.
Comencemos... ¿Empiezas Farrah?—preguntó la docente, yo solo asentí y empecé leer.
Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortura, necesita una esposa. Sin embargo, poco se sabe de los sentimientos u opiniones de un hombre de tales condiciones cuando entra a formar parte de un vecindario. Esta verdad está tan arraigada en las mentes de algunas de las familias que lo rodean, que algunas le consideran de su legítima propiedad y otras de la de sus hijas. –Mi querido señor Bennet...

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Tren de Medianoche - Capítulo 7


Tren de Medianoche
Capítulo 7

Rebecca Reed

— ¿Ahora qué te toca? —le pregunté mientras me acompañaba a su casillero.
—Me toca comer, es la hora del almuerzo. —me dijo el con una sonrisa la cual correspondí.
—De acuerdo, tomo dinero y voy. —dije mientras abría mi casillero.
—No es necesario, yo invito.
—Nick, gracias, pero... Ya hiciste demasiado por mi. Mejor invito yo.
—No, tu eres la chica, la chica no paga, paga el chico, ¿de qué mundo raro vienes?
—Tú, que eres un machista orgulloso. —dije, con falsa molestia.
—Eso si que me hirió. —dijo este, con una sonrisa. 
Caminamos los dos hasta la cafetería, donde un montón de estudiantes estaban conversando y comiendo. El lugar era con las paredes blancas y una guarda bordó y los pisos de cerámica negra, y las mesas eran de plástico blanco con los caños de metal brillante de baja calidad. Fuimos hasta donde se tomaba la comida y me serví una ensalada de tomate y lechuga y un huevo.
— ¿Eso vas a comer? —preguntó cuando tomé los cubiertos y un agua mineral, mientras lo esperaba a que terminara de elegir lo que iba a comer.
—Si, ¿por qué?
—Eso no es comida, no te llenas con eso.
— Claro que si, además hoy tomé desayuno no tengo tanta hambre.
—Mmmm... De acuerdo. —aceptó este, no muy convencido.
Pagó la comida y ambos nos fuimos a sentar a una mesa apartada. Nick comenzó a contarme de su fin de semana, pero en eso siento la mirada envenenada de una chica de piel morena y cabello negro mirándome desde la mesa de enfrente, y junto a ella casi todo el equipo de football americano mirándome descofiadamente. Nick se dio cuenta a donde se dirigía mi mirada y se voltió, pudiendo ver a la morocha destilar veneno.
—Lo siento, ¿Qué decías? 
—No les hagas caso, son así de "protectores", quieren que no haga nada y que solo me fije en Helena, que es la que me mantiene en el equipo.
—Helena es la morocha, ¿no?
—Así es, pero es un tanto superficial e irritante, no nos llevamos nada bien.
—Entiendo, ¿fueron novios alguna vez?
—Si, en primer año, cuando me hice mariscal de campo, duramos como cinco meses, y antes de que terminara la temporada, rompimos. No era nada lindo estar con ella.
— ¿Por qué? —indagué curiosa.
—Bueno, ella todo el tiempo molestaba a todo el mundo, los criticaba por cualquier cosa ridícula que te imagines. También era muy celosa, ya era demasiado. No dejaba que ninguna chica se me acerque, para nada. Hasta una vez se peleo con una profesora porque me "felicitó demasiado" por un trabajo.
—A bueno, está un poco...
—Loca, si. —dijo mi acompañante y yo reí ante el tono de voz que puso.
—Y la otra, la castaña. —musité, mientras veía a una chica de pelo castaño largo y liso de ojos de igual color, vestida con un traje de color azul marino y blanco, con dos iniciales en el pecho ISJ, y atrás el nombre de ella y del colegio.
—Ella es la mejor amiga de Helena, se llama Sabina, y ella es un tanto peor que Helena, trata de no hablarle no es muy amable, a no ser de que quiera algo a cambio.
Yo solo asentí, volviendo a dirigir la mirada a la mesa de "los populares".
— ¿Y tú fin de semana?
—Nada divertido, fui a comprar el uniforme, luego salí a comer con mi padre y hablamos de todo lo que hicimos en todo el tiempo que no nos vimos y nada más. ¿El tuyo?
—Fui a entrenar, luego al casino con mi madre y un tanto aburrido, también.
— ¿Haces algo además de football americano?
—Claro, baseball, volleyball, basketball, handball, tennis, tiro al blanco, equitación, y corro.
—Vaya, eres todo un deportista, yo soy pésima para esas cosas.
— ¿Por qué?
—No se, siempre pierdo, a todo. Hasta al ping pong.
—Vaya, eres mala enserio. —dijo con todo serio.
— ¡Hey! —me quejé a lo que el rió.
— ¿Y, además de estudiar, cuál es tu otro hobby? 
—Estudiar no es un hobby, lo hago porque es mi deber, y tengo que sacar notas altas. Pero me encanta cantar, es mi sueño.
—Vaya, una estrellita.
— ¿Por qué siempre todo lo relacionado conmigo va en diminutivo? O sea, rubiecita, estrellita... ¿Tienes algún problema con mi tamañno?
—Eres pequeña, eso es todo.
— ¡No soy pequeña! Tú, ... ¡Eres demasiado alto!
— ¿Así que esa es la excusa? —dijo divertido.
—Mido un metro sesenta y cuatro, eso no es ser petizo.
—Bueno, serían veintitres centímetros menos que yo.
— ¿Mides un metro ochenta y siete? No, no, ¡Tu eres el raro!
—Claro, no hay mejor defensa que un buen ataque. 
—Así pienso yo. —dije con una sonrisa, mientras que detrás de Nick aparecia el chico que me había hablado hoy en los casilleros, el cual no recuerdo su nombre. 
Su mirada se fijo en la mía de una manera tan extraña, nunca nadie me había mirado así. Parecía que me estaba escaneando, que con su mirada podía penetrar mi ropa. Nick se voltió que era lo que tanto mirabam y sus ojos se posaron en el chico del pasillo, el chico cambió su mirada de deseo a una de odio, arrugando el ceño al ver a Nick, y parecía que este hacía lo mismo.
El muchacho siguió caminando como quien no quiere la cosa, y desapareció de la cafetería, o mejor dicho, se fue a la otra punta de esta.
— ¿Por qué te mira así? —me atreví a preguntar.
—Porque me odia, y porque estoy almorzando con la chica más linda de la escuela. —al decir eso me puse roja como un tomate.
—Gracias. —musité, todavía muy avergonzada.— ¿Cómo se llamaba él?
—Brandom Urich. Es el tacleador en el equipo.
—Juega contigo, ¿y se llevan mal?
—El se lleva mal con todos, pero conmigo fundamentalmente, siempre busca algo para molestarme, pero simplemente lo ignoro, no me quiero pelear con él.
—Mejor así, y hay football americano ¿y qué otras actividades extracurriculares?
—Estan las animadoras, el club de teatro musical, siempre hacen obras o musicales, o cantan, no sé, solo fui una vez a verlos. Luego estan los deportes como el bascketball y el softball, pero es por temporadas.
— ¿Cómo? 
—Si es tipo por trimestre, en el primer trimestre es football y jagamos para ganar las nacionales, luego en el segundo trimestre es bascketball y en el tercero softball.
—Claro, entiendo. ¿Y qué más hay?
—El club de ajedréz, el club de arte, club de arte teatral...
— ¿Qué es eso?
—Son los que hacen la ropa, maquillaje y todo el detrás de escena del teatro. Y también esta el club de agronomía, hay cinco miembros me parece. —reímos bajo, por la cantidad de miembros. —club de ciencias, club de literatura, el de política, economía, y otros más.
—Me gusta el de teatro musical.
—Lo imagené. —dijo este. —aunque no te lo recomiendo mucho.
— ¿Por qué?
—En ese club estan casi todas las porristas, y bueno... Es muy dificil entrar.
—No te preocupes, yo voy a entrar. —dije con una sonrisa y el me la respondió.
Estuvimos charlando de las cosas que había en la escuela y también de los docentes y alumnos hasta que la campana sonó y ambos nos dirigimos a la clase de economía política.
— Buenos días, alumnos. —dijo una mujer de piel oscura y cabello de igual color, su estatura era normal y estaba vestida con una pollera gris entuvada, camisa blanca y zapatos chatos negros.
—Cómo todos sabrán esta materia es nueva, yo me llamo Cinthia Refil, y voy a estar con ustedes dos horas del día lunes y una hora más el dia jueves, en la tercera. —dijo la mujer sentándose en su escritorio. — ¿Hay alguien nuevo en la escuela o que haya repetido? 
Yo levanté la mano y todos obviamente se voltiaron a verme.
— ¿Cómo te llamas y a qué escuela ibas?
—Me llamo Rebecca Reed e iba al Opern McCarney, en Illinois, Chicago.
—Vaya, también te has cambiado de estado. Bienvenida, Rebecca.
—Gracias, señora Refil. —contesté mirando a la chica de pelo castaño que me miraba despectivamente.
—Bueno, comencemos con la clase. —musitó la mujer, tomando el marcador y escribiendo en la pizarra. —para saber lo que vamos a hacer es saber que es Economía Política, y separemos las palabras. ¿Qué es la Economía? —todos se quedaron en silencio, yo levanté la mano y la profesora dijo un ¿si?
—Es la ciencia social que estudia al hombre y sus necesidades, tratando de administrar de la mejor manera posible el ingreso que obtiene mediante el trabajo.
—Vaya, me sorprende señorita Reed. ¿Usted a tenido esta materia en su anterior colegio?
—No, es la primera vez. —la profesora me sonrió y la castaña me miró peor que antes. 
—Ahora definamos lo que es economía política. —nadie contestaba y yo no quería levantar la mano, ya que su mirada me incomodaba bastante y no quería que me etiquetaran como la "nerd" de la escuela.
— ¿Usted lo sabe, señorita Reed?
—Creo que es, la ciencia social que estudia los fenómenos relacionados con la producción, distribución y consumo de los bienes y servicios destinados a la satisfación de las necesidades de los miembros de la sociedad.
—Excelente. —dijo copiando en el pizarrón la definición que le había dado.
—Vaya, Julieta. En los exámenes ya se con quién me voy a sentar.
—Claro, ¿para eso solo sirvo, no?
—No, claro que no. —musitó tomándome la mano izquierda por debajo de la mesa y acariciando esta. —También eres una vista muy agradable.
— ¡Nick! —le dije en voz baja, golpeándolo. Él, solo rió.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Tren de medianoche - Capítulo 6


Tren de medianoche
Capítulo 6

Brandom Urich

— ¿A qué hora es el entrenamiento? —le pregunté en cuanto lo vi a Tony, el gordo me miró un tanto mal y yo le devolví la mirada.
—A las dos, cambiaron los horarios.
—Mi clase de Italiano termina a las dos y cuarto.
—No es mi problema, Urich. —dijo el mastodonte para luego irse caminado, mientras todos los estudiantes abrian camino a su paso.
—Idiota. 
Cerré mi casillero de un golpe, tomé mi mochila y coloqué el libro de Sociología en mi mochila, levanté la cabeza y me encontré con la sexy chica de la clase de historia. Ella estaba en el casillero docientos cuarenta y tres, a diez casilleros del mío mas o menos, estaba mirándose al espejo corroborando su imagen. Perfecta. Pensé para mis adentros, y luego a paso confiado, colgué mi mochila en mis hombros y me dirigí a la chica nueva.
—Hola, linda. —dije, mientras la veía desde el reflejo del espejo.
—Emm, hola. —contestó altamente nerviosa, perfecto. Presa más fácil de cazar.
— Me llamo Brandom Urich, ¿tú? —pregunté con mi característica sonrisa, por la que las chicas mueren.
—Un gusto, soy Rebecca Reed. 
—Muy lindo nombre, significa cautivadora, ¿verdad? —le dije acercándome a su oído y susurrando lo último en este. Ella sintió un escalofrío y yo sonreí de costado, por haber generando eso en ella.
—Ehh, creo que si. Gracias. —musitó y debajo de su piel blanquecina se acumuló sangre, lo que hizo que se sonrojara.
— ¿Qué te parece si luego de mi práctica de football, salimos?
—Yo, es que... —comenzó a tartamudear hasta que su vista pasó de mis ojos hasta por al lado de mi, enfocándose en no se qué. Me di vuelta para ver que era lo que ella miraba, y tras de mi, el  inutil de Holland apareció, quien le sonreía a Rebecca como un idiota, este al percatarce de mi mirada, cambió su rostro a uno molesto.
—Rebecca, ¿te acompaño a la clase de Sociología? —preguntó el muchacho con una sonrisa, y mirándome despectivamente. ¿Qué se cree este idiota? Ya me las va a pagar.
—Claro. —contestó la rubia con una sonrisa. —Nos vemos luego Brandom, adiós. —dijo esto, para luego ir hasta donde estaba Holland y los dos se perdieron entre los pasillos de la escuela.
Golpee con mi mano izquierda los casillos provocando un fuerte ruido a lo que todos se giraron a verme, y yo a cada una de esas miradas le devolví una con veneno. 
—Señor Urich, ¿por qué golpea de ese modo los casilleros?
—Nada, señora Zane. —le dije con los dientes apretados. Ya tuve que soportar que le imbecil de Tony se venga a hacer el matoncito de cuarta conmigo, luego el hecho de que el descerebrado de Holland me robe a la sexy chica nueva, y ahora esto.
—Me alegro, pero igual lo quiero en la oficina del director.
— ¿Qué? ¿Ahora qué hice? —pregunté rodando los ojos.
—Vayamos para allá y se lo comento.
Rodé los ojos nuevamete y me coloqué al lado de la mujer de cabellos castaños. Caminamos por los pasillos, repletos de estudiantes, que al verme en compañía de la señora Zane cuchichiaban entre ellos, uno dijo: Seguro que lo echan por tener sexo con Landy. Y al escucharlo me avalancé sobre el para golpearlo, pero Jeen me detuvo, mirándome mal y gritándome para que no lo dañara. 
Idiotas, la escuela está llena de ellos. O sea lo que pasó con Landy pasó, ella era mayor que yo, lo sé, y sé que era la maestra sustituta de Química, pero con su pelo negro con cabellos intercalados más claros, sus ojos negros azabache detrás de unas finas gafas, la camisa ajustada con dos botones desprendidos; la pollera entuvada por arriba de la rodilla y unas medias negras, sin contar los zapatos de tacón. Era un sueño. Esa si que era una mujer, sin duda.
— ¿Ahora, qué? —pregunté en cuanto me senté frente al director.
—No sé, dígamelo usted.
—No sé, si no no se lo estaría preguntando, ¿no cree? —al decir esto me miró muy mal.
— ¿Sabe por qué se despidió a la docente Landy Kane, no?
Yo solo asentí, mirando a Jeen quien miraba al director Garber.
—Y ahora me entero que además de la señorita Kane, también fue con una madre, la madre de Tony Burts.
— ¿Qué? —pregunté alterado.
—No, no, no. Yo nunca en mi vida tocaría a la gorda de pelo de paja, por dios. —dije con asco, a lo que la señora Jeen me dijo, "no sea irrespetuoso".
—Señor Urich, yo ya hablé con sus padres, pero esto es inadmitible. —dijo Garber, con el ceño fruncido, su piel color caoba estaba cubierta por una fina capa de sudor, mientras que sus cejas finas, negras, intentaban tocarse mientras el se ponía cada vez más tenso.
—A ver, sé que me equivoqué con Landy, ¿correcto? Pero no, no, no. Yo no me acosté con la madre de Tony, o sea, ¿vieron al hijo que engendro? ¡Imagínese lo que es ella! Si se pone arriba mío me deja plano como una estampilla.
—Señor Urich, cálmese.
—No, no me calmo. O sea lo de Landy valla y pase pero ¿esto? ¡No! yo no hice nada con la madre de Tony, no la toco ni con un palo. ¿Quién les dijo esto?
—El mismo Tony Burts. —dijo el director, y la preceptora le hizo con un gesto para que se callara, pero ya era demasiado tarde, ya sabía quien era el mentiroso.
—Es mentira, sueños sexópatas de él con la madre. Yo me fijo, si, en mujeres más grandes que yo, siempre tienen... Más experiencia. Pero, no. A esa no, tengo gusto. 
Garber negó con la cabeza, y Zane lo miró instantaneamente, esperando que hacer conmigo allí.
—Vuelva a su clase, señor Urich. Ya lo voy a volver a ver por acá.
—Claro señor Garber, sabe que me encanta pasar a visitarlo. 
Dije sonriendo, a lo que el director solo voltió los ojos y se masajéo las cienes en muestra de cansancio y agotamiento. Salí de la dirección y fui hasta el salón de Sociología, abrí la puerta y la profesora Serena Burke, se encontraba escribiendo algo en el pizarrón mientras toda la clase copiaba. Al entrar, la docente se giró hacia mi y me miró de mala cara.
— ¿Señor Urich? ¿Qué horas son estas de llegar?
—Lo lamento profe, estaba con Garber. 
—Que raro usted. —Dijo la profesora, mientras se voltiaba nuevamente y volvía a escribir lo que sea que estubiera escribiendo.
Me dirigí al último asiento de la clase donde había un chico de pelo enrulado y unos anteojos más grandes que toda su cara, me acerqué a él y le dije: ¡Vete!. Este al verme agarró todas sus cosas de una manera rápida y salió corriendo hasta el segundo asiento de la tercera fila, que estaba vacio. Yo me senté en el lugar del chico y delante mío estaban la chica nueva, con su cabello rubio callendo en cascada, se veía tan sexy. Era incrible el verla, radiante y caliente como el sol, y a su lado Holland. 
—Empiezo a dictar. —dijo la docente. —Pongan como título; Historia de la Sociología. Todo el salón se quedó en silencio y empezamos a escribir.
"Los estudios acerca de la sociedad aparecieron mucho antes del término o delimitación de las aristas de esta ciencia. La diversidad de los usos y costumbres entre las diferentes sociedades intrigó a los pensadores de muchas partes del mundo. Por ejemplo, Heródoto en el siglo V a. C. efectuó una descripción de pueblos y sus costumbres. Ibn Jaldún acuñó la palabra Ilm al Urman, ‘la ciencia de la sociedad’, también creó teorías..." y así estube toda la clse, copiando lo que la profesora decía.