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martes, 19 de marzo de 2013

Dramma Queen - Capitulo 17


Dramma Queen

Capitulo 17

— ¿Dónde vamos?
—Vamos a tu futuro hogar. Cuando no estés en Inglaterra, vas a estar aquí. El Palacio Imperial de Hofburg. —le dijo Harry, mientras bajaban del coche, y el muchacho se dirigía hacia la entrada, mientras Emma lo seguía rápidamente.
Entraron por la Plaza de los Héroes, por la enorme arcada del palacio. Por la imponente escalera del palacio, subieron los príncipes, hasta una de las habitaciones principales, la del Emperador Francisco José y su esposa la Emperatríz Sisi. El amoblado compartía la fidelidad histórica de la época, creando una atmósfera clásica. Emma se quedó observando dedicadamente cada razgo de aquella habitación marcándola en su memoria.
—Esta habitación puede ser tuya en un futuro, depende de lo que tu decidas.
—Claro que no, es un lugar histórico. Merece ser apreciado por todos los turistas.
—Sabes... Es el cuarto de tu tatara-tatara-tatara-abuelo y abuela.
— ¿De verdad?
—Así es. —respondió Harry, mirando el lugar.
— La Emperatríz Sisi... Era hermosa.
— ¿Quién es ella? —preguntó la muchacha, observando un retratode una pequeña niña.
—La archiduquesa Sofía Federica, murió cuando tenía tan solo dos años.
—Oh, pobrecita. Muy pequeña. —dijo la chica, mirando el rostro angelical de la bebé.
Luego de aquello, siguieron visitando las enormes salas del palacio imperial, imponente y majestuoso, perfecto y hermoso, ante los ojos maravillados de Emma, la cual, estaba cautivada ante lo mucho que estaba aprendiendo de su propia familia y su propia cultura. Llegaron a las seis salas que abordaban el museo de la Emperatríz Sisí. El vestido de la fiesta de soltera de ella, fotos, objetos, los espejos y demás cosas se encontraban allí. Emma y Harry siguieron caminando y escuchando a la guía turística que llevaba a un grupo de turistas por el museo.
—Hasta puedo decir que te pareces a ella. —dijo Harry, luego de tomarle una fotografía a Emma, junto a una pintura de más de tres metros de la difunta emperatríz.
—Ella es hermosa. —comentó la muchacha, mirando a la difunta, mientras caminaban por el sofisticado museo.
—Las joyas de la familia Imperial. Cuando te mudes, puedes pedirlas.
—Son tan hermosas... Pero ya te lo he dicho, esas cosas no son para que yo las tenga guardadas o las vea de vez en cuando, es justo que todos puedan observarlas.
—Si, pero en la coronación real las vas a tener que usar. ¿Lo sabes?
— ¿Cómo?
—En la coronación real se hace justamente lo que la palabra dice... Coronar. Sea a la reina, el rey, el emperador o emperatriz.
—Vaya... Es precioso. —dijo, mirando la corona del Emperador José I. Y mientras ella decía aquello, el muchacho de costado, le tomó una fotografía, cegándola por unos segundos con el flash de la cámara.
— ¡Deja de hacer eso!
—Realmente... Eres fea. —comentó él, viendo la fotografía.
— ¡Tu eres feo!
— ¿Feo? ¿Acaso te has quedado ciega con el flash?
—No... Quedé ciega luego de ver tu fea cara.
—Cuado me conociste, caíste enamorada igual que todas.
—Por dios, caí delante de tu auto, ¿recuerdas? ¡Me chocaste! ¡Príncipe asesino!
—Cierra la boca, niña tonta y fea. —comentó Harry, dándole un ligero golpe en la cabeza, y luego pasando detrás de ella, y avanzando en el recorrido.
—Cállate tu, ¡niño asesino!
—En primera. No soy un niño, soy mayor que tu.
—Tienes dos años más que yo.
—Exacto. Mayor.
—Viejo feo. —murmuró por lo bajo la castaña.
— ¿Qué has dicho? —inquirió Harry, mirándola fijamente. — ¿Quieres morir niña tonta?
—Tu... Viejo feo. —volvió a repetir, ezquivando el golpe del muchacho.
— ¡Ven aquí, Emma! —le gritó con una sonrisa macabra en sus labios.
— ¡No! ¡Déjame!
—Ven para acá... ¡No te vayas! —la llamó a los gritos, dejando las joyas de la familia atrás, y pasando por un espejo de más de dos metros, donde Emma se quedó mirándolo fijamente, por su hermoso decorado de hierro, y allí, fue donde Harry la tomó de la cintura y la levantó del suelo.
— ¡Bájame! ¡Cochino!
— ¡Deja de llamarme así! —le gritó, apretando los costados de ella.
— ¡Ey! ¡Eso duele!
—Lo hubieras pensado antes... —comentó, haciéndole cosquillas a la chica, dejándola sin aire.
— Disculpen... Estamos en un museo, se pide silencio a los visitantes. —dijo una mujer, de unos treinta y cinco, cuarenta años, mientras observaba a los dos muchachos.
—Lo siento, es que...
— ¿Princesa? —preguntó la mujer, viéndola a Emma detenidamente. —Y usted es... El príncipe Harry. —afirmó, observando al chico.
—Emm... Si, si... Pero nosotros nos estábamos llendo. —dijo Harry, mientras los flashes de todos los turistas, comenzaban a sacarles fotos a ambos.
— ¡Por dios! ¡Turistas! —anunció la guía. —Ella es la Archiduquesa Emma, princesa de Austro-Hungría y heredera al trono del imperio real.
—No, yo no...
—Y el, es el príncipe Harry de Gales, heredero a la corona real Británica, y próximo emperador de Austro-Hungría. —seguía diciendo ella, sin reparar en los pedidos de silencio de Emma y Harry.
—Nosotros nos tenemos que ir, con permiso.
—Princesa... ¿Te sacarías una foto conmigo? —preguntó una niña de seis años a Emma, mirándola fijamente.
—Nos tenemos que ir. Ahora.
—Harry... —le pidió la chica, con mirada de súplica. El chico rodó los ojos y la miró de mala manera. —Claro linda, ven aquí. —dijo ella, tomando a la pequeña en brazos, mientras la madre de ella tomaba la fotografía.
— ¡Yo también! ¡Yo también quiero una foto con la princesa! ¡Princesa! ¡por acá! —girtaban todos los turistas en diferentes idiomas, algunos que Emma no logró entender. Y así fue como, el sofá del salón privado de la emperatríz Sisí fue utilizado por la princesa y el príncipe Harry para tomarse fotos con todos los turistas que pasaron por allí, además de los empleados que estaban emocionados de ver en vida, a la historia de Austria.
—No puedo creer que llegué a estar viva para ver la restauración de la familia real. —comentó una mujer de unos setenta años o más, sonriéndole a la princesa. —Tan jóvenes y ya casados... ¿Cúantos años tiene, princesa? ¿Y usted príncipe?
—La princesa, dieciocho, y yo veinte. —le contestó Harry, a la mujer que se encontraba frente a ellos, los cuales estaban sentados en el sillón real.
—La misma edad que tenía cuando me casé con mi difunto marido. —recordó la mujer, con una dulce sonrisa. —Les deseo, la mayor felicidad que puedan tener. Y que su historia, joven princesa, sea diferente a las de sus antepasadas. Ruego, porque una historia feliz, se dé en este nuevo siglo de monarquía. —dijo la mujer, tomándole la mano a Emma, en señal de afecto y respeto.
Mientras la mujer soltaba aquellas palabras tan suaves y llenas de afecto, Emma se quedó observando el cálido perfil de Harry, el cual le sonreía en forma afectuosa a la mujer, en señal completa de agradecimiento y respeto. Observó, como el muchacho cerraba los ojos de cansancio, ante las miles de fotos que se llevaba sacando desde que habían entrado al palacio, sin probar bocado, y con una sonrisa para todas aquellas personas. Solo, por los insesantes pedidos de ella. Y una sonrisa de alegría cruzó los labios de ella, mirando al príncipe con cariño.

*        *     *

—Estoy tan cansada... —comentó Emma, arrojándose como un saco de papas en la cama del príncipe.
— ¡Ey! ¡No me arrugues la cama!
—No seas pesado.
—Sabes que el que estés cansada es tu culpa. Nunca en mi vida me saqué tantas fotos, con tantas personas distintas, y en tanto tiempo.
—Piensa, a esas personas las hecho feliz.
—Feliz... ¿Y yo? yo no estoy feliz.
— ¿Cómo que no? Muchos de los turistas eran ingleses y austríacos, son del pueblo al que le vas a dedicar tu vida. Bueno... Empieza desde ahora.
—Ok, acepto eso pero... Tengo tanto sueño. —musitó él, tirándose de igual forma que ella, a su costado. —Siento que voy a morir.
—Viuda... Me gusta como suena.
—Cállate, estúpida.
— ¡Ey! ¡Ojo con lo que dices!
—Eres una histérica. —comentó el muchacho, mientras que con su mano la picaba de manera bruta en el costado.
— ¡Basta! ¡Deja de hacer eso! —gritó ella, pero el príncipe continuaba haciendo su obra.
— ¡Suéltame Harry! —volvió a gritar Emma, siendo ignorada por él, y en un movimiento brusco, el muchacho quedó sobre ella. Los dos se quedaron completamente quietos, mientras la chica, observaba detenidamente cada facción del rostro del muchacho.
—Sabes... Creo que te gusta esto de estar abajo mío. En menos de un día, dos veces.
— ¡Cierra la boca! ¡príncipe egocéntrico de pacotilla! —le gritó ella, empujándolo hacia otro costado.
—Sé que te gusto. —contraatacó él, agazapándose como si ella fuera la mejor presa del bosque.
— ¡Claro que no!
—Claro que si. —dijo él, acercándose peligrosamente al rostro de Emma. —Y en estos momentos estás pensando en mi, y en ninguna otra cosa más. —volvió a decir, pero esta vez de forma más cálida y dulce, acercándose a los labios de ella. —Y ahora, estás pensando en que voy a besarte, y sería nuestro primer y mágico beso. —susurró dulcemente, a menos de un centímetro de la boca de ella, mientras la sangre se le acumulaba en las mejillas de ella y cerraba sus ojos. —Y... ¡Te vez tan tonta toda colorada! —le gritó fuertemente, haciendo que Emma cortara en el trance en el que se encontraba, abriendo los ojos rápidamente, y encontrándose con un Harry muerto de la risa, retorciéndose entre carcajada y carcajada.
— ¡Estúpido! ¡Idiota! ¡Cara de asno!
—Tú eres la estúpida... Te vez tan graciosa toda colorada. —comentó él, riéndo de la chica.
— ¡Ya! ¡Deja de reír!
—Es que... ¡Eres tan tonta!
— ¡Vete! ¡Estúpido!
—Vete tu... Este es mi cuarto. —refutó el castaño, mientras ella, con el ceño fruncido y lanzándole miradas venenosas al chico, salió dando un portazo de la habitación y llendo a la suya.

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