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miércoles, 24 de abril de 2013

El precio de la elegancia - Capítulo 8


El precio de la elegancia
Capítulo 8

Con un vestido negro de cuello redondo, zapatos del mismo color que su bolso, y un blazer de animal print, Elizabeth apareció, junto con Holly, con dos maletas a sus costados, en el parque frontal al gran edificio.
¡Por favor! Los alumnos de la universidad, con el número que se les fue otorgado, acérquense a su grupo asignado de la escuela de las Fuerzas Armadas.
¿Qué número tienes, Beth?
El uno, ¿tu?
El cuatro. —contesta ella, decepcionada. —Vamos a estar separadas.
¿Algo más podría ir peor? —pregunta esta, de mala gana acercándose hasta el grupo uno, y allí, liderando el grupo, se encontraba Jason, con su investidura militar, como siempre. —Si, seguro. Algo más podía ir mal.
Parece que al fin y al cabo vienes igual al campamento. —dice con un tono burlesque, Jason.
Si, pero en mi maleta me llevo el trabajo de Donal, junto con la casa y el empleo de los padres de la sirvienta. —contesta de la misma forma, pasando por la fila. — ¡Tú! ¿Quien eres?
Eh... Mal... Malcom Berthom. —contesta el muchacho, vistiendo un short negro, una playera verde y zapatillas deportivas.
Lleva esto. —le dice, dándole sus maletas. —Si se rayan, rompen o falta algo, te decapito Berthom. —lo amenaza, con tono furtivo, pero con una falsa sonrisa en sus labios.
Si... Si, claro. —contesta tartamudeando como al principio.

                                                                             ***

Paren. —dice Jason, detendiendo al grupo que constaba de diez estudiantes de la milica, y diez de la universidad de altos estudios. —Registremos. ¿Savannah Breedom?
Acá. —gritó la chica.
Ian Winken. —dijo, haciendo que el chico grite "aca". —Harry Di Vella. —y al igual que el anterior, contestó. —Charles Di Vella. —dice y como el otro, contestó. —Elizabeth Rockefeller. —y nadie contestó. —Elizabeth Rockefeller. —repitió, sin obtener respuesta nuevamente, los estudiantes se miraban unos con otros, haciendo que el chico cierre los ojos y suspire cansado.
Creo que se quedó más atrás. —le dice un chico, militar, a su lado.
Y si sabías eso... ¡¿Cómo la dejaste sola?! —le grita molesto, pasando entre los alumnos, y caminando un poco bastante el camino ya recorrido. — ¿Elizabeth? —pregunta, mirando el sendero vacío. — ¡Elizabeth! —grita ahora, apurando el paso.
¡Acá estoy! —le grita ella, subiendo cansadamente una pequeñita colina que estaba delante de ella.
¿Puedes apurarte?
Oh por dios, ¿cuánto falta?
Recién vamos caminando solamente tres kilómetros.
Oh dios, no doy más. —dice ella, cerrando los ojos con cansancio. —Los pies me están matando.
Zapatos de tacón... ¿A quién diablos se le ocurre venir con eso a la montaña?
Holly seguramente está usando lo mismo. —comenta Beth, más para ella que otra cosa, sonriendo con dulzura.
Ven. —le dice, tomándola de la mano, y pasándole un brazo por la cintura, para recargar casi todo su peso en él. —Eres muy exasperante.
Te dije que no debería haber venido. No soy una chica de campo, soy una diva de pasarela.
Te quieres mucho a ti misma. —comenta él, con una risa sarcástica.
¿No es verdad? Vamos, déjame volver.
Claro que no. Faltan Dos kilómetros para llegar a la primera parada.
¿Primera parada? —pregunta ella, con los ojos abiertos como platos.
Claro, es el primer lugar donde acamparemos, mañana va a ser en un lugar distinto.
Oh, esto es un infierno. Debí haberla mandado a la cárcel a esa mujer. —dice con el ceño fruncido.
No me recuerdes a la Sra. Donal, porque voy a dejarte acá en el medio del monte. —le amenaza, y esta, ante el miedo de perderse en un lugar como aquel, cierra la boca. Comienzan a caminar hacia donde estaban todos, y entre una de las subidas, debido a los altos zapatos de tacón, la muchacha se cae, y se dobla el pie.
¿Estás bien? —le pregunta, agachándose a su altura.
Oh, no...
¿Te duele? ¿Dónde? —pregunta él, asustado.
Mira mi zapato... Era un Giuseppe Zanotti original. Adoraba este par. —dice ella, mirando el tacón desprendido de la suela del zapato derecho.
Pensé que estabas herida. —dice el, girando los ojos, mientras la tomaba de la mano y la ayudaba a levantarse.
Ay, duele. —comenta ella, cuando pisa la tierra.
No haces más que dar problemas. —comenta el chico, mientras se agachaba delante de ella.
¿Qué haces?
Sube.
¿Qué?
Sube antes de que me arrepienta y te deje aquí. —amenaza nuevamente, haciendo que esta, tomando su zapato roto, y con el otro puesto, se suba a su espalda. Ella, coloca sus brazos alrededor de su cuello y el la toma fuertemente por debajo de las piernas, apretándola contra él, y así, comienza a caminar.
Eres más pesada de lo que aparentas.
Cierra el pico si no quieres que te agujeree la cabeza con mi zapato. —comenta ella, haciendo reír en voz baja al muchacho.
El clima era un poco caluroso, pero una tenue brisa se entretejía en el ambiente, haciendo que su cabello volara suavemente con el viento. Cansada de su caminata, apoyó su cabeza en la espalda del chico, y por el movimiento suave de su caminar, fue cayendo lentamente en la inconciencia,
¿Dónde están? Cambio.
Ya llegamos al campamento, señor. Cambio. —contesta el segundo cadete a cargo, por el woki toki.
De acuerdo, yo voy a estar por allá en unos diez minutos. Cambio.
Si, señor. Cambio. —y así cortó la conversación.
Digame, su majestad, ¿está disfrutando del paisaje? —pregunta el muchacho. — ¿No va a responderme? Qué poca cordialidad, alteza. —dice este, con una sonrisa ladeada. — ¿Elizabeth? —pregunta, ante el silencio de la chica. — ¿Está dormida? —inquiere largando una risa seca. —Esto es increible. —comenta este, apretandola con más fuerza contra él, por si caía.
Luego de unos diez minutos o más, ambos llegaron al campamento, el cual, ya estaba casi instalado, faltaban solamente las mesas de madera hechas de troncos y soguines, las fogatas y el lababo.
¿Está herdida? —pregunta Martin, mirando a la muchacha.
Está dormida. —contesta este, agachándose en el suelo, y colocando a la chica, sobre uno de los baúles que tenía los utencillos de supervivencia básicos. —Elizabeth. —susurra, mirándola fijamente dormir, y viendo lo hermosa y pacífica que era, tan frágil e inocente al dormir, y tan malvada y ruin cuando estaba despierta. —Elizabeth, ya llegamos al campamento.
Eh... —suelta ella, abriendo lentamente los ojos.
Ya llegamos. —repite, mientras ella posaba sus ojos verdosos cual bosque, en los suyos oscuros, fundiéndose ambos como la menta y el chocolate.
¿Si? —pregunta ella, poniéndose de pie, y sintiendo un poco de dolor.
Quédate quieta, voy a traer hielo.
Voy a estar bien, solo necestio cambiarme.
Me parecía raro que ya hayamos pasado la media tarde y siga con la misma ropa.
Muy gracioso. —comenta ella, rodando los ojos, mientras se ponía de pie. —¡Malcom Berthom! ¡¿Dónde está mi equipaje?! —grita, haciendo que el chico corra hasta ella.
Está en allí, al lado de su carpa.
Gracias, lindo. —contesta con una sonrisa, centellante y sensual, caminando hacia su carpa, girando los ojos.

2 comentarios:

  1. ahhhhh cierra el pico si no quieres que te agujeree la cabeza con mi zapato. jajjajaja me re diverti!!!! siguelaaaa.... beth es tan.... tan ... ella por asi desirlo... besos amoto tu nove ♥

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  2. Me volvere loca si no me explicas lo que te pregunte en el otro capitulooooo dan, de verdad jaja siento como que las palabras para hablar de estos dos son como que muy detalladas y me confunde, porfis sacame la duda jaja
    Me encanto el capi fue muy gracioso de verdad que si. Ahora quien aguanta a beth con el tobillo lastimado jaja no no no, ni ella misma se aguantara xd
    Espero subas mas pronto, es muuuy buena no nove, besooos piggy

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