El precio de la elegancia
Capítulo 3
Con
un vestido rosado cerrado de mangas largas con un decorado de volados
en la parte del pecho, y una pollera acampanada, zapatos de tacón
cerrados blancos y un bolso haciendo juego, con su maquillaje
pronunciado y pulcro, al igual que su perfectamente acomodado
cabello, Elizabeth salió de su recámara, encontrándose a la
salida, en su espera, a Holly. {
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—Estoy
tan emocionada. Nuestro primer año en la universidad.
—No
es la gran cosa. —contesta ella, mientras bajaban las escaleras.
—Oh,
vamos, Beth. Debes estar contenta.
—Hubiera
estado contenta si asistía a la universidad de París, o al London
Collage. Hasta Columbia ahora me parece un sueño.
—Prometo
que este va a ser un año estupendo. —dice Holly, con su típico
tono positivo y alegre, mientras pasaba su brazo por el de Beth, y
caminaban enganchadas hasta el edificio de estudios terciarios. Era
de una fachada parecido al edificio central, salvo que este, era
mucho más pequeño. Estaba rodeado por un parque tan hermoso como el
mencionado, y al entrar, Elizabeth notó que su parecido estructurado
era igual al edificio central.
—Tengo
que ir al aula 322. —dice Holly.
—Yo
a la 406. Te veo luego.
—Nos
vemos. Que te vaya bien, Beth. —dice esta, saludándola con un
agite de mano.
Elizabeth
caminó hasta su salón, donde impartían su clase a la introducción
a la administración de empresa. El docente todavía no arrivaba a la
clase, lo comprendió mirando hacia su escritorio que estaba vació,
así que buscó con la mirada un asiento, hasta que una voz la sacó
de su búsqueda.
—Su
Majestad, es bueno volver a verla.
— ¿Qué
haces acá, plebeyo? —pregunta ella, de mala gana, mirando al
muchacho, el cual, estaba luciendo su investidura militar.
—Estudio,
por supuesto.
— ¿No
qué eras militar?
—Claro
que si, pero debo tambien tener un estudio académico, además del
estudio estratégico del campo de batalla. —comenta él, con una
sonrisa brillante, dejando ver una perfecta hilera de dientes. Esta,
ignorándolo, se sienta a unas mesas del muchacho.
—Cuénteme
Su Majestad, ¿qué hace alguien como usted en un lugar como este?
—
¿Disculpe?
¿A qué se refiere con "alguien como usted"? —pregunta,
retomando su habla formal, al igual que él.
—No
me malentienda, por favor. —dice, con un deje de ironía que fue
comprendido al instante por Beth. —Alguien tan elegante y refinado
como usted.
—Eso
es algo que no le incumbe a la servidumbre. Menos mal que va a
dedicarse a la milicia, porque como sirviente, metiéndose en los
temas personales de los señores, sería despedido en un instante.
—Es
bastante despectiba al hablar, señorita.
—Y
usted, es bastante ordinario y atrevido. —le contesta ella, con su
típica sonrisa cínica. Y antes de que él pueda decir nada, el
docente apareció, dando por finalizada la charla para nada amistosa.
* * *
—Espera,
¿estás diciendo que Napoleón está en tu clase?
— ¿Qué?
¿Quién? —pregunta Beth, cuando Holly y ella estaban en uno de los
jardines de la universidad.
—En
la universidad a Jason lo conocen como Napoleón. Dicen que es tan
inteligente y tan bueno en el campo de batalla como él.
—Oh
por dios, lo que me faltaba. —comenta con frustración.
—Además,
es francés... Bueno, en realidad él no, su padre.
— ¿Te
sabes toda su biografía?
—En
mi clase todas las chicas estaban hablando de que Jason estaba en el
edificio y que a partir de ahora, iba a asistir a clases.
— ¿Quién
es ese plebeyo para que cause tanto alboroto?
—Es
lindo. —comenta Holly, con su típica sonrisa boba de enamorada por
cada chico lindo que se posa delante de sus ojos.
—No
seas tonta Holly.
—Y
también es muy educado. —comenta la castaña, dándole un mordizco
a su manzana. —Hoy, unos chicos empujaron por las escaleras a un
chico, y él lo ayudó a ponerse de pie y recogió todas sus cosas.
—Es
un plebeyo servicial. —suelta Elizabeth. —Me irrita.
—Oh
por dios. —musita Holly, mirando su tablet.
— ¿Qué?
¿Ahora qué pasa?
—Mira.
—le dice, extendiéndole el aparato. La chica, lo toma y lee lo que
la castaña le muestra.
— ¡¿Qué?!
—grita, captando la mirada de más de un estudiante. — ¡Esto
debe ser una broma de muy mal gusto!
—No
puedo ir allí, oh por dios no puedo ir allí. —dice Holly,
entrando en un ataque de nervios.
—No
pienso ir allí. Antes, me suicido.
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