El precio de la elegancia
Capítulo 8
Con
un vestido negro de cuello redondo, zapatos del mismo color que su
bolso, y un blazer de animal print, Elizabeth apareció, junto con
Holly, con dos maletas a sus costados, en el parque frontal al gran
edificio.
— ¡Por
favor! Los alumnos de la universidad, con el número que se les fue
otorgado, acérquense a su grupo asignado de la escuela de las
Fuerzas Armadas.
— ¿Qué
número tienes, Beth?
—El
uno, ¿tu?
—El
cuatro. —contesta ella, decepcionada. —Vamos a estar separadas.
— ¿Algo
más podría ir peor? —pregunta esta, de mala gana acercándose
hasta el grupo uno, y allí, liderando el grupo, se encontraba Jason,
con su investidura militar, como siempre. —Si, seguro. Algo más
podía ir mal.
—Parece
que al fin y al cabo vienes igual al campamento. —dice con un tono
burlesque, Jason.
—Si,
pero en mi maleta me llevo el trabajo de Donal, junto con la casa y
el empleo de los padres de la sirvienta. —contesta de la misma
forma, pasando por la fila. — ¡Tú! ¿Quien eres?
—Eh...
Mal... Malcom Berthom. —contesta el muchacho, vistiendo un short
negro, una playera verde y zapatillas deportivas.
—Lleva
esto. —le dice, dándole sus maletas. —Si se rayan, rompen o
falta algo, te decapito Berthom. —lo amenaza, con tono furtivo,
pero con una falsa sonrisa en sus labios.
—Si...
Si, claro. —contesta tartamudeando como al principio.
***
— Paren.
—dice Jason, detendiendo al grupo que constaba de diez estudiantes
de la milica, y diez de la universidad de altos estudios.
—Registremos. ¿Savannah Breedom?
—Acá.
—gritó la chica.
—Ian
Winken. —dijo, haciendo que el chico grite "aca". —Harry
Di Vella. —y al igual que el anterior, contestó. —Charles Di Vella. —dice y como el otro, contestó. —Elizabeth Rockefeller.
—y nadie contestó. —Elizabeth Rockefeller. —repitió, sin
obtener respuesta nuevamente, los estudiantes se miraban unos con
otros, haciendo que el chico cierre los ojos y suspire cansado.
—Creo
que se quedó más atrás. —le dice un chico, militar, a su lado.
—Y
si sabías eso... ¡¿Cómo la dejaste sola?! —le grita molesto,
pasando entre los alumnos, y caminando un poco bastante el camino ya
recorrido. — ¿Elizabeth? —pregunta, mirando el sendero vacío. —
¡Elizabeth! —grita ahora, apurando el paso.
— ¡Acá
estoy! —le grita ella, subiendo cansadamente una pequeñita colina
que estaba delante de ella.
— ¿Puedes
apurarte?
—Oh
por dios, ¿cuánto falta?
—Recién
vamos caminando solamente tres kilómetros.
—Oh
dios, no doy más. —dice ella, cerrando los ojos con cansancio.
—Los pies me están matando.
—Zapatos
de tacón... ¿A quién diablos se le ocurre venir con eso a la
montaña?
—Holly
seguramente está usando lo mismo. —comenta Beth, más para ella
que otra cosa, sonriendo con dulzura.
—Ven.
—le dice, tomándola de la mano, y pasándole un brazo por la
cintura, para recargar casi todo su peso en él. —Eres muy
exasperante.
—Te
dije que no debería haber venido. No soy una chica de campo, soy una
diva de pasarela.
—Te
quieres mucho a ti misma. —comenta él, con una risa sarcástica.
— ¿No
es verdad? Vamos, déjame volver.
—Claro
que no. Faltan Dos kilómetros para llegar a la primera parada.
—
¿Primera
parada? —pregunta ella, con los ojos abiertos como platos.
—Claro,
es el primer lugar donde acamparemos, mañana va a ser en un lugar
distinto.
—Oh,
esto es un infierno. Debí haberla mandado a la cárcel a esa mujer.
—dice con el ceño fruncido.
—No
me recuerdes a la Sra. Donal, porque voy a dejarte acá en el medio
del monte. —le amenaza, y esta, ante el miedo de perderse en un
lugar como aquel, cierra la boca. Comienzan a caminar hacia donde
estaban todos, y entre una de las subidas, debido a los altos zapatos
de tacón, la muchacha se cae, y se dobla el pie.
— ¿Estás
bien? —le pregunta, agachándose a su altura.
—Oh,
no...
— ¿Te
duele? ¿Dónde? —pregunta él, asustado.
—Mira
mi zapato... Era un Giuseppe Zanotti original. Adoraba este par.
—dice ella, mirando el tacón desprendido de la suela del zapato
derecho.
—Pensé
que estabas herida. —dice el, girando los ojos, mientras la tomaba
de la mano y la ayudaba a levantarse.
—Ay,
duele. —comenta ella, cuando pisa la tierra.
—No
haces más que dar problemas. —comenta el chico, mientras se
agachaba delante de ella.
— ¿Qué
haces?
—Sube.
— ¿Qué?
—Sube
antes de que me arrepienta y te deje aquí. —amenaza nuevamente,
haciendo que esta, tomando su zapato roto, y con el otro puesto, se
suba a su espalda. Ella, coloca sus brazos alrededor de su cuello y
el la toma fuertemente por debajo de las piernas, apretándola contra
él, y así, comienza a caminar.
—Eres
más pesada de lo que aparentas.
—Cierra
el pico si no quieres que te agujeree la cabeza con mi zapato.
—comenta ella, haciendo reír en voz baja al muchacho.
El
clima era un poco caluroso, pero una tenue brisa se entretejía en el
ambiente, haciendo que su cabello volara suavemente con el viento.
Cansada de su caminata, apoyó su cabeza en la espalda del chico, y
por el movimiento suave de su caminar, fue cayendo lentamente en la
inconciencia,
— ¿Dónde
están? Cambio.
—Ya
llegamos al campamento, señor. Cambio. —contesta el segundo cadete
a cargo, por el woki toki.
—De
acuerdo, yo voy a estar por allá en unos diez minutos. Cambio.
—Si,
señor. Cambio. —y así cortó la conversación.
—Digame,
su majestad, ¿está disfrutando del paisaje? —pregunta el
muchacho. — ¿No va a responderme? Qué poca cordialidad, alteza.
—dice este, con una sonrisa ladeada. — ¿Elizabeth? —pregunta,
ante el silencio de la chica. — ¿Está dormida? —inquiere
largando una risa seca. —Esto es increible. —comenta este,
apretandola con más fuerza contra él, por si caía.
Luego
de unos diez minutos o más, ambos llegaron al campamento, el cual,
ya estaba casi instalado, faltaban solamente las mesas de madera
hechas de troncos y soguines, las fogatas y el lababo.
— ¿Está
herdida? —pregunta Martin, mirando a la muchacha.
—Está
dormida. —contesta este, agachándose en el suelo, y colocando a la
chica, sobre uno de los baúles que tenía los utencillos de
supervivencia básicos. —Elizabeth. —susurra, mirándola
fijamente dormir, y viendo lo hermosa y pacífica que era, tan frágil
e inocente al dormir, y tan malvada y ruin cuando estaba despierta.
—Elizabeth, ya llegamos al campamento.
—Eh...
—suelta ella, abriendo lentamente los ojos.
—Ya
llegamos. —repite, mientras ella posaba sus ojos verdosos cual
bosque, en los suyos oscuros, fundiéndose ambos como la menta y el
chocolate.
— ¿Si?
—pregunta ella, poniéndose de pie, y sintiendo un poco de dolor.
—Quédate
quieta, voy a traer hielo.
—Voy
a estar bien, solo necestio cambiarme.
—Me
parecía raro que ya hayamos pasado la media tarde y siga con la
misma ropa.
—Muy
gracioso. —comenta ella, rodando los ojos, mientras se ponía de
pie. —¡Malcom Berthom! ¡¿Dónde está mi equipaje?! —grita,
haciendo que el chico corra hasta ella.
—Está
en allí, al lado de su carpa.
—Gracias,
lindo. —contesta con una sonrisa, centellante y sensual, caminando
hacia su carpa, girando los ojos.
ahhhhh cierra el pico si no quieres que te agujeree la cabeza con mi zapato. jajjajaja me re diverti!!!! siguelaaaa.... beth es tan.... tan ... ella por asi desirlo... besos amoto tu nove ♥
ResponderEliminarMe volvere loca si no me explicas lo que te pregunte en el otro capitulooooo dan, de verdad jaja siento como que las palabras para hablar de estos dos son como que muy detalladas y me confunde, porfis sacame la duda jaja
ResponderEliminarMe encanto el capi fue muy gracioso de verdad que si. Ahora quien aguanta a beth con el tobillo lastimado jaja no no no, ni ella misma se aguantara xd
Espero subas mas pronto, es muuuy buena no nove, besooos piggy