El precio de la elegancia - Capítulo 1

El precio de la elegancia

Capítulo 1

Elizabeth sabía que ninguno de sus típicos caprichos, pataletas o amenazas de suicidio iban a servir. Sus padres estaban completamente decididos a arruinar su vida.
Y allí estaba ella, luego de las vacaciones de navidad y año nuevo, de pie, junto a Holly, en el Aeropuerto de Nueva York JFK , esperando a que algun idiota de la compañía se digne a venir a buscarlos.
— ¿Crees que tardaran mucho?
—Por la seguridad de su empleo, más les vale que no. —dijo de mal humor ella, mientras caminaba, como toda una diva de pasarela, hacia uno de los bancos de madera del lugar.
Llevaba un vestido de un solo hombro color crudo, al igual que unos zapatos de tacón cerrados, un sobretodo dorado y blanco y un bolso a composé. Su cabello castaño estaba en marcadas ondas y su maquillaje pulcro e impecable, al igual que sus uñas esculpuidas. { http://www.polyvore.com/most_romantic_time_year_lt/set?id=43637956 }
— ¿Señorita Rockefeller? —preguntó un hombre, vestido de el típico traje de chofer.
—Por fin. Créame, que su retraso va a ser descontado de su paga. —dijo ella, dejando sus maletas allí, mientras caminaba, o más bien, desfilaba, hacia la limusina color negro, que los esperaba a la salida del lugar.
Holly se sentó a su lado, mirando maravillada la ciudad. Para ella, no importa cuantos lugares haya conocido, todo era maravilloso, y su cara, era reflejo de su escepcionismo.
—Estoy tan emocionada. Hace dos años que no venía a Nueva York. ¿Tú estás contenta?
— ¿Contenta?
—Claro, esta es tu ciudad natal y hace bastante que no vienes.
—Vine el año pasado, Holly. —le contesta ella, de mala gana. —Además, no estoy para nada emocionada ni contenta.
— ¿Por qué no? Nueva York es preciosa.
—No es un viaje de ocio, estúpida. Es un viaje de exhilio. ¿No te das cuenta? Mis padres me echaron de París como si de una sirvienta se tratase.
—Beth, eso pasó porque el chico de la cita a ciegas casi se suicida después de todo lo que le dijiste.
— ¿Tengo la culpa que tenga una personalidad tan blandita? ¡Claro que no! Además, ¿creía que con esa soga iba a matarse? Por favor, en cuanto se cogó, la soga se rompió.
—Elizabeht...
—Era un inútil, que ni para suicidarse servía. —respondió ella, con acidéz. —Y tú, apúrate. Que estoy harta de estar arriba del vehículo. —gritó fuerte, para que el chofer escuchara.
—Beth.
—No hables más, Holly. Me duele la cabeza. —le dice ella, mirando por la ventana, ignorando las miradas de la castaña.
El viaje no iba a ser para nada corto, así que, colocándose en uno de los asientos de la limusina, se recostó y cerró sus ojos lentamente para quedarse dormida. Luego de una hora y media de viaje, o tal vez más, Holly, con un poco de miedo a que se levante de mal humor, la llama delicadamente.
—Beth... Ya llegamos. —le dice con suavidad, con esa voz aniñada y dulce que poseía.
—De acuerdo. —contesta ella, sin más, para sentarse en el asiento, y cuando el vehículo se detuvo, luego de que el chofer abriera la puerta, ella salió de allí, junto con Holly.
El lugar era un bosque, literalmente, con árboles y más árboles de un intenso verde jade, tan altos como rascacielos. Y allí, dejando un extenso camino detrás, se encontraba un edificio imponente, ancho y alto de color gris, y frente a este, un hermoso parque despejado, repleto de personas, todas formadas en hileras ordenadas y prolijas.
—Elizabeth Rockefeller y Holly Buffet. —dice un hombre, colocándose frente a ellas. —Soy Arang Jones, el director general de la intitución.
—Un gusto. —dice Elizabeth por ambas, en un tono educado, pero con un deje frío y distante.
—Vengan por acá. Su empleado puede dejar sus maletas que serán llevadas a su habitación.
—Ve, ahora. —le dijo Elizabeht, mirando a su empleado, el cual, rápidamente, acató la orden de la chica.
—Como ustedes deben saber. —dijo el hombre, mientras caminaban los tres dentro del edificio.—Esta es una escuela militar mixta, pero hace dos años, implementamos la escuela de estudios terciarios, en donde son admitidos hombres y mujeres.
— ¿Escuela militar? —dijo un poco asustada Holly, y aunque Elizabeth no iba a admitirlo, también lo estaba.
—Así es. —comentaba el hombre, hasta que se toparon con una mujer, de mediana edad, vestida completamente de gris. —Esta, es la señora Park. Es la encargada general de los dormitorios de las mujeres. Las dejo en buenas manos, hasta luego. Y que tengan un buen año.
—Gracias. —responde Holly, a lo que Elizabeht se limita solamente a soltar un leve sonrisa.
—Es un placer conocerlas. —dice la mujer. —Vamos a mostrarles sus habitaciones. —dijo esta, mientras subían escaleras arriba. —El de la derecha. —dijo la mujer, una vez que hubieron llegado. —Es el cuerto de la Srta. Bushnell, y el de la izquierda, el de la Srta. Rockefeller. —dice esta. —Espero que se sientan cómodas, y cualquier inconveniente que tengan, voy a estar en la sala general de recepciones. Deben ir a buscar el horario de sus clases en la oficina principal de los altos estudios. Hasta luego.
—Gracias. —dice Holly, con una sonrisa radiante, mientras la mujer se retira.
—Espero que todo esté como le dije a Vladimir, si no, voy a volver a París a matarlo.
—Voló dos veces hasta aquí solo para arreglar tu dormitorio, Beth. Va a estar perfecto.
—Eso espero. —dice esta, caminando hacia su puerta.
El cuarto era casi tan amplio como el de su mansión en París. Las paredes estaban pintadas de blanco, con diseños abstractos en la pared de colores neutros. Sus muebles, eran de un estilo barroco blancos. Su cama, subida arriba de un peldaño, era de dos plazas, con un velo sobre la misma. El cuarto, estaba repartido entre una "sala de estar", un lugar de estudio, el baño y el enorme armario. Decorando las paredes dos enormes ventanales.