El precio de la elegancia
Capítulo 24
Elizabeth
Rockefeller se caracteriza por muchas cosas, y una de ellas es sus
conexiones, y decir que ella tiene una muy buena relación con la
señora Carolina Herrera, es poco comparado con lo que en verdad es.
Y allí lo demuestra, que luego de un llamado telefónico, la
heredera Rockefeller consiguió, junto con Holly, ser modelos en la
nueva colección de novias de la diseñadora venezolana.
— ¿Qué
pasó? —indagó Holly, una vez que se encontraban en una habitación
adornada con espejos, luces y dos maquillistas, los cuales, se
encargaban exclusivamente de ellas dos.
— ¿A
qué te refieres?
— ¿Por
qué estabas peleándote con Jason? Creí que la relación entre
ustedes dos iban más que bien.
—Que
haya salido una vez con él y me haya resultado un poco más
simpático con que en la escuela, no quiere decir que tengamos una
relación.
—Sé
que no lo vas a admitir, ni frente mío, ni frente a nadie en este
mundo. Pero yo sé, que Jason te gusta.
—Holly,
mi preciosa Holly. Yo sé que tu ves muchas de esas novelas
románticas y estúpidas en la que la chica rica se casa con el chico
pobre, pero la realidad no es así.
—No,
la realidad es que el chico pobre, es un chico rico, que quiere
casarse con la chica rica porque está enamorado, y la chica rica es
tan tonta, que no se da cuenta que ella también está enamorada.
—Cierra
el pico, Holly. —le dijo ella, de mala manera, mientras le
aplicaban sombra.
—Nunca
en la vida te vi así con un chico, y te conozco desde kinder.
Cualquier chico que se te acerque más de diez centímetros lo sacas
volando, y él, te agarra de la mano, y tu no te mueves una pizca.
—No
tengo ganas de hablar incoherencias contigo.
— ¿Y
qué piensas hacer? ¿Casarte con ese Sebastien o yo que sé?
—Ya
te dije que es un idiota más de la lista de candidatos que mi madre
tiene.
—Si,
pero sabes también que chicas como nosotras no llegan a los treinta
sin casarse. Jamás. —le dijo ella, mientras el maquillista le
colocaba el delineador. —Tus padres van a casarte con el mejor
partido, y tu, como tonta, vas a hacerles caso. Dejando pasar a el
primer chico que en verdad te gusta por tu estúpido orgullo.
—Deja
de repetir que me gusta, porque no me gusta.
—Elizabeth,
te conozco más que nadie en este maldito mundo. —le dice molesta,
Holly. —Sé cuando algo te gusta o no, sé cuando estás enojada o
triste, y pretendes estar divina. Sé todo de ti, así que, por
respeto a nuestra amistad, quédate callada y no contestes, antes de
abrir la boca y mentirme.
—Estás
insoportable. —musitó Elizabeth, poniéndose de pie. —Vamos,
maquíllame en otro cuarto.
—Pero,
señorita Rockefeller...
—Muévete,
ahora. O quedas despedida. —le dijo ella bruscamente, mientras
salía de la habitación dónde Holly estaba, y se dirigía a una
habitación vacía donde la maquillista comenzó a ejercer su labor
nuevamente, y cuando finalizó esta, continuó con el peinado de la
muchacha. Cuando hubo terminado, dejando los ojos verdes de Beth
remarcados con una fina linea negra, y unas sombras en plateado, y el
cabello callendo en bucles bien marcados con una tiara en la cabeza,
la muchacha se dirigió a cambiarse.
El
vestido era de strapless blanco, con una falda con tul en la parte
delantera haciendo volados y una cola con mucho tul, zapatos de tacón
plateados al igual que toda la joyería de diamantes. {
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—Las
modelos, detrás del escenario. Estilistas, fuera. —dijo un hombre,
el cual se suponía diriía el evento. Allí, todas las modelos ya
cambiadas se encontraban en orden de subida a la pasarela, mientras
Holly estaba qunta, ella, al tener el vestido más trabajado, era la
modelo de cierre de desfile.
—Estás
muy linda, Beth. —comentó Holly, en su típico tono dulce.
—Tu
también. —respondió la muchacha, mientras la castaña lucía un
vestido de straples que caía con delicadesa largo hasta los pies,
luciendo zapatos de tacón del mismo color. {
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—Lamento
lo que pasó hace un rato.
—Está
bien, no pasó nada. —dice Beth, con una sonrisa cálida, las
cuales eran solamente dirigidas a ella.
—Cierra
el desfile como toda una diva de pasarela.
—Desfila como una diosa, sé la mejor. —le dice ella, con una sonrisa, mientras
sale a colocarse en la posición que le tocaba.
Cuando
hubo pasado la anteúltima modelo, las luces se apagan, y la
iluminación cambia, haciendo que solamente las luces del piso y la
pasarela se enciendan, mientras que el reflector de detrás de la
pasarela ilumina la llegada de la última modelo, la cual, camina con
gracia y determinación por la pasarela. Cuando los aplausos
aparecieron, y ella se dio de baja del pequeño escenario montado
solo para ella, la diseñadora del desfile, caminó por la misma,
siendo elogiada y aplaudida por los presentes, mientras cuatro
modelos, la de apertura y cierre, Holly y otra más, se acercaron
para el saludo final, colocándose dos y dos, a los costados de la
venezolana, mientras los fotógrafos se deleitaban con aquella
imagen.
—No
creí que en verdad eras una diva de pasarela. —dice Jason, minutos después del desfile.
— ¿Qué
haces aquí? —le preguntó Beth, detrás de escena, quitándose los
zapatos de tacón y colocándolos sobre la mesa.
— ¿Por
qué sigues molesta? ¿Puedes decírmelo?
—Que
haya sido amable contigo unas pocas veces, no te da derecho a pensar
que iba a ser así siempre. —le dijo ella, quitándose los aros y
colocándolos dónde correspondía. —Además, el que quiere casarse
conmigo eres tu. Tú deberías poner más empeño en enamorarme, no
yo.
—Tus
palabras son siempre como cuchillos. —le dice él, acercándose a
la muchacha, la cual, se quitaba el anillo de diamantes y la
gargantilla.
—
¿Entonces
por qué quieres casarte conmigo?
—Porque
sé que detrás de esos cuchillos, hay heridas tuyas. Heridas que
espero sanar.
— ¿Además
de militar y economista, eres médico? —pregunta con ironía.
—Voy
a ser cualquier cosa que necesites. Si necesitas un médico, eso
seré. Si necesitas un plebeyo o un heredero millonario... No importa
el papel que quieras que interprete, yo lo haré sin dudar.
—Por
ahora, necesito que seas mi asistente de vestuario. —le dice ella,
con una minúscula sonrisa. — ¿Puedes bajarme el cierre? —le
pide ella, haciendo que el muchacho coloque una de sus manos en el
hombro blanquecino de la muchacha, para luego descender su mano por
la tersa piel de ella, hasta llegar al nacimiento del vestido, y
bajando el cierre casi hasta la cintura. —Gracias.
—Si
de verdad estás agradecida y un poco arrepentida...
—No
estoy arrepentida. —interrumpe ella, haciendo sonreír a Jason.
—De
acuerdo, solo agradecida. —responde él, sonriendole suavemente. —
¿Puedo invitarte a cenar?
—Tengo
otra cita, lo siento.
— ¿Otra
cita? ¿Con quién? —pregunta él, frunciendo el ceño.
—Jean
Sebastien Palus, ¿lo ubicas?
— ¿Con
mi primo? —inquiere, con bronca mezclada con sorpresa.
—Así
es, así que, lo siento.
—Yo
también lo siento. —comenta él, con una sonrisa, dejando ver sus
dientes blancos delineados por su gruesa boca. —Lo siento por mi
primo que se va a quedar sin su cita de hoy en la noche.
—
¿Perdón?
—Porque
tu, te vienes conmigo.
— ¿Y
por qué estás tan confiado plebeyo?
—No
lo sé... Uno debe tener siempre confianza en si mismo. —comenta el, caminando hacia
la puerta. —Te espero en el hall, si no apareces, entiendo a quién
elegiste. —le dice él, saliendo por la puerta, y detrás de esta
le dice. —Fuiste la más hermosa.
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