El precio de la elegancia
Capítulo 23
— ¿Cómo
la estás pasando? —le preguntá él, mientras la música cambia a
una más lenta, haciendo que ella coloque sus manos sobre los hombros
de él, y este, sus manos en la cintura de ella.
—Horrible,
es poco.
—Parece
que te han encontrado otro pretendiente. —comenta él, mirando a lo
lejos a su primo hablando animadamente con la madre de Beth.
—Ni
lo menciones, es un mono. —suelta ella, frunciendo el ceño. —Y
mi madre, es la cirquera que hace esto solamente para que nos
encontremos, que hablemos y... ¿Qué pretende? ¿Qué me guste?
—pregunta ella, con enojo.
— ¿Por
qué no te gustaría?
—Porque
son perfectos.
— ¿Y
eso qué tiene de malo?
—Todo.
—comenta ella, con obviedad. —Nadie es perfecto, ni yo. Aunque no
lo creas. —dice esto, haciendo reír a Jason.
— ¿Y
te molesta que aparenten ser perfectos?
—Chicos
lindos, de buenas familias, con altos estudios y de una increíble
posición... Así son todos los idiotas que mis padres me presentan.
—No
entiendo dónde está lo malo.
—No
quiero casarme, y punto.
—A
no ser, que yo te enamore antes de las vacaciones de verano.
—Por
favor, tu encajas perfecto en la descripción de: los idiotas que mis
padres me presentan.
— ¿Soy
un chico lindo, de buena familia, con altos estudios y de una
increíble posición?
—Las
últimas tres cosas.
—Sé
que sabes que soy lindo. —comenta él, haciendo reír a Beth.
—En
tus sueños, plebeyo. —le responde ella, con una sonrisa.
—Te
hice reír. —comenta él, con una sonrisa. —Desde que haz llegado
que tienes el ceño fruncido, o estás con cara de enojada.
— ¿Me
haz estado espiando?
—Se
podría decir que si. —dice él, con una sonrisa. —Pero en mi
defensa, quiero decir que mi padre me dijo que tu habías llegado.
—Parece
que todos quieren que el heredero Pinault se quede con la heredera
Rockefeller. Es un muy buen negocio, la herencia Rockefeller.
—Mmm...
Puede ser. Pero yo les dejo la herencia a ellos, yo me quedo con la
heredera. —comenta él, haciendo sonreír a la muchacha.
—Claro,
vas a dejar los billones de dólares que mi familia tiene, solo por
una persona.
—Así
es.
—Por
dios, ¿crees que voy a creerte?
— ¿Crees
que no dejaría todo por ti?
—Claro
que no. Nadie en su sano juicio dejaría todo por nadie.
—Yo
lo haría, si es por ti. Te quiero, ¿lo recuerdas? —le pregunta
él, dejandola callada. — ¿Tu no dejarías todo por alguien?
—Obvio,
no.
—
¿Perderías
a todas las personas que amas por el glamour y la elegancia?
—Si.
Perdería todo por el glamour y la elegancia. —responde ella,
convencida.
—Eso
es porque nunca has amado verdaderamente a alguien. Yo dejaría todo
por mi familia y por ti.
—Oh,
Jason. Es que tu no sabes lo que dices.
—Claro
que si, estoy convencido de que valen más las personas que las
poseciones materiales.
—Te
respeto, pero no te entiendo. Creo que el sacrificar todo por alguien
es absurdo. Pero sacrificar a alguien por todo, me parece más
razonable.
—
¿Razonable?
—Por
supuesto, como mi madre siempre dice: sacrificar todo por lo que
somos, es el precio de la elegancia.
— ¿El
precio de la elegancia?
—Así
es. Por ser elegante, fino y elitista, uno debe dar algo a cambio.
Todo tiene un precio.
— ¿Y
tú como lo has pagado? —indaga él, mientras se seguían moviendo
ligeramente al compás de la música, siendo observados por los
padres de ambos, a lo lejos.
—Renunciando
a mi escuela, a amigos, al tiempo libre, a... Todo lo que las
personas tienen normalmente.
—
¿Amigos?
—Nunca
los he tenido, a exepción de Holly, claro. El viajar, el estudiar
idiomas, culturas, y demás, me ha llevado a estar sola la mayoría
del tiempo. Renunciar a la infancia, y convertirme en una dama a la
edad de siete años, el no decidir que quiero hacer con mi futuro, si
no que mis padres eligan mi carrera, y ahora, quieren decidir mi
prometido.
— ¿Y
la elegancia vale renunciar a todo eso?
—Por
supuesto. Mi meta es esa, y no importa que deba hacer para llegar a
ella.
—Créeme
que me da tristeza escucharte decir todas esas cosas. —comenta él,
separándose un poco de ella, para tomar una de sus manos. —Creí
que eras inteligente y valiente, pero ahora creo que eres triste, y
me llegas a dar un poco de lástima.
—
¿Disculpa?
—pregunta un poco molesta.
—Me
da lástima que creas que el ser elegante y refinado es una meta en
la vida. Que dejes todo solo por eso. —le dice él, acariciando su
mano y apretándola un poco para retenerla, ya que ella quiso sacarla
de entre las de él.
—No
necesito la lástima de nadie.
— ¿Por
qué estás enojada? —le pregunta él, mirándola fijamente a los
ojos. — ¿Estás molesta porque soy la primera persona que dice que
te tiene lástima o porque soy la primera persona que dice que te
quiere? —inquiere él, sin dejar de hacer contacto visual.
—No
necesito el amor ni la lástima de nadie. He vivido perfectamente
estos dieciocho años sin tener a alguien al lado, y créeme que
lástima, les tengo yo a todos, pero nadie a mi.—le dice ella,
separándose completamente de él, y dándose vuelta, para dirigirse
a la salida del salón.
***
Con
una blusa de gasa verde agua, una pollera color rosa pálido, un
blazer blanco y zapatos de tacón cerrados color crudo y un bolso de
mano, Elizabeth salió de su casa con el cabello lasio suelto y el
maquillaje natural. {
http://www.polyvore.com/threw_wish_in_well_dont/set?id=51636326
}
—
¿Podemos
hablar?
—Piérdete
Jason. —le dijo ella, en cuanto el muchacho se acercó.
—Vamos,
¿sigues molesta por lo de ayer?
—No
necesito estar cerca de alguien que siente lástima por mi. —comentó
ella, acelerando el paso, mientras doblaba a la esquina. El muchacho,
revoleó los ojos, y la siguió un poco más, hasta que, la tomó por
el brazo, haciéndola girar sobre ella misma. —Quítame tus
pobretonas manos de encima.
—Es
increible que sigas diciendo que soy pobre, cuando sabes que no lo
soy.
—Piérdete
Jason. —le volvió a decir, mientras se safaba del agarre de él, y
caminaba la cuadra que le restaba, seguida por el muchacho.
—Beth,
por aquí. —dijo Holly, estirando su brazo para llamar su atención.
Su amiga, se acercó a la castaña, y la saludó como siempre. —Ya
deberíamos haber llegado al desfile.
—
¿Desfile?
—Tu
no te metas, plebeyo. —le dijo ella, de mala manera a Jason, el
cual, estaba detrás de la pelinegra.
—
¿Quieres
venir, Jase?
—Cierra
la boca, Holly. —musitó tajante, la muchacha. —Y ya vámonos,
que el olor a pueblerino está asqueando mis fosas nasales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario