Dramma Queen
Capítulo 52
Con
un vestido de una sola manga larga con corsé decorado en colores
rojos y crudos, con una pollera con enaguas, zapatos de tacón color
crudo con brillantes, una gargantilla de diamantes y rubíes, al
igual que un brazalete, un anillo y un par de aros que colgaban de sus orejas, la castaña
apareció con un delicado recojido, maquillaje más pronunciado que
lo habitual, en la sala principal del hotel. {
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— ¿Está
nerviosa, alteza?
—Muy.
—responde Emma, caminando por la gran sala. — ¿Y Harry?
—El
príncipe se encuentra hablando unas palabras por celular con la
reina. —responde Allison, acomodando el cabello de Emma.
—Ay
este chico, que se apure. —dice la chica, mordiéndose las uñas.
—No
lo haga, se le va a salir el esmalte. —la regaña Allison,
observando la prolijidad de la manicura de ella.
— ¿Ya
estás...? —suelta el castaño, observándola atentamente. Se quedó
callado, mirándola detenidamente, desde los pies, hasta la cabeza.
—Perfecta. —comenta, haciendo sonreír a Emma.
—Cuando
los príncipes estén listos, salgan. El carruaje los está esperando
en la puerta del hotel. —dice Allison, saliendo de la habitación,
mientras Harry, se acercaba a Emma.
—Estás
muy lindo. —comenta ella, observándolo lucir un traje azul
perteneciente a su rango de coronel del Regimiento Real de Gales, con
una fila de botones e hilos de oro en la parte delantera y una espada
colgada en su cintura, el mismo que utilizó, el día de su boda.
—Tú
estas hermosa. —le dice, besando su mano. — ¿Nerviosa? —indaga,
haciendo que ella asienta en silencio.
—
¿Prometes
no dejarme caer en ningún momento? Las escaleras del palacio son
altísimas.
—Prometo
que no te voy a dejar caer. —le contesta, tomando su mano. —Nunca.
—Gracias.
—le dice en un susurro, con una sonrisa cálida en su rostro.
— ¿Vamos?
—pregunta él, mirándola a los ojos, haciendo que ella, asienta.
Ambos príncipes, tomados de la mano, salen de la gran sala, donde
seguridad los rodea de inmediato, dando paso, hasta las puertas del
hotel, donde una gran multitud los esperaba con ansias. Las calles de
Viena se encontraban llenas de personas, con banderas del Imperio
Austro-Húngaro, al igual que bandera del reino de Gran Bretaña. Los
gritos y exclamaciones de todo el mundo no tardaron en aparecer,
cuando los príncipes hicieron acto de presencia, al igual que los
flashes de las cámaras, que los cegaban.
Escoltados por cuatro hombres de seguridad, dos de cada lado, Emma y Harry
subieron al carruaje, que iba tirado por cinco caballos, recorriendo
las calles de Viena. Al pasar por todos lados, donde el pueblo les
daba la bienvenida a ambos, llegaron al Palacio Imparial Hofburg.
Allí, los príncipes bajaron, encontrándose con un camino cubierto
por una larga y delicada alfombra roja, que iba por el camino
principal, hasta la entrada del lugar.
Seguidos
por los periodistas, y los agentes de seguridad, entraron al
imponente palacio, donde caminaron, hasta llegar a la sala más
grande del lugar. Estaba amoeblado con bancos parecidos a los de una
iglesia, repletos de las personas más importantes de Viena, los
cuales tenían títulos reales, algunos eran parlamentistas, y otros
eran miembros de las casas reales de todo el mundo. En el primer
banco, se encontraba el último presidente, y ahora, primer ministro,
acompañado del príncipe Karl, y su familia, y al lado de esta, la
familia de Emma. Del lado de los bancos derechos, estaban los
miembros de la familia real inglesa, siendo las personas más
destacadas, la reina y Zayn.
Frente
a todos aquellos bancos, había una imponente escalinata, la cual, en
la cima, tenía los dos tronos. Harry, tomó fuertemente de la mano a
Emma, la cual, estaba entrelazada con el brazo de su marido, y
subieron lentamente las escaleras, en compañía de todas las miradas
y cámaras del lugar. Y allí, al lado del trono de la emperatríz,
se encontraba el abuelo de Emma, luciendo un traje militar negro, muy
parecido al de Harry.
Los
dos príncipes se sentaron cada uno en sus respectivos asientos, Emma
a la izquierda de Harry. Y allí, un sastre, le entregó en un cojín
de terciopelo rojo, al emperador, con la corona de la última
emperatríz de Austro-Hungría.
El
anciano, la tomó entre sus dedos, y con una reverencia, se inclinó
ante ella, y la colocó en la cabeza de la princesa.
—Emma
Ana Sicilia Isabel Habsburgo-Lorena, la declaro, bajo el poder que
bajo nacimiento me otorga el imperio de Autro-Hungría, emperatríz
imperial de Austria, reina Real de Hungría, Bohemia, Croacia,
Eslovenia, Dalmacia, Galicia y Lodomina. —diciendo esto, Emma, se
inclinó ante el hombre, el cual, le sonrió con cariño y afecto.
Ahora,
el hombre se colocó al costado izquierdo del príncipe Harry, y
pronunció, con recocijo las mismas palabras que para Emma, mientras
colocaba la corona en su cabeza.
—Harry
Arthur David Alexander, lo declaro, bajo el poder que bajo nacimiento
me otorga el imperio de Autro-Hungría emperador imperial consorte de Austria,
rey Real consorte de Hungría, Bohemia, Croacia, Eslovenia, Dalmacia, Galicia
y Lodomina.
Los
aplausos no tardaron en llegar, y la felicidad de entre los presentes
era innegable. Los príncipes, ahora emperadores y reyes de
Austro-Hungría, se miraron por unos segundos, en los cuales, se
sonrieron abiertamente.
*
* *
—Este
es el día que esperé por más de cincuenta años.
—Abuelo.
—dice Emma, abrazando al hombre.
—El
protocolo, princesa. —le recuerda Harry, tomándola del brazo con
delicadeza, ya que el salón estaba repleto de invitados, y también,
algún que otro periodista.
—Quiero
darles mis bendiciones, y desearles lo mejor en este camino arduo. Lo
que les pasó en estos meses, es solo el inicio de sus vidas, el
inicio de la aventura. Deseo, que cuiden mi amada patria, y que ella,
los cuide y bendiga a ustedes.
—Agradecemos
sus palabras, emperador.
—Espero
con ancias, el crecimiento del imperio y reino
Británico-Austro-Húngaro, al igual que el crecimiento de la familia
real. —dijo el abuelo, con una sonrisa, mientras tomaba una copa, y
brindaba.
—Felicidades,
emperadores. —dijo Sofía, del brazo de su marido.
—Felicidades,
hija. Estoy tan orgulloso de ti. —comenta el hombre, con los ojos
cristalizados. —Y por supuesto, de mi yerno también. —prosigue,
con una sonrisa.
—Gracias,
papá.
— ¿Debo
desearte la felicidad eterna, ahora? —exclama con sorna el pelinegro.
—
¿Quieres
molestarme, Zayn? Hay demasiada gente, se educado. —dice Harry de
modo tajante.
—He
echado de menos tu feo caracter. —comenta el pelinegro con una
sonrisa. —Y he extrañado los ojos de la emperatríz que ahora ni
me miran.
—Gracias
por venir, príncipe Zayn.—responde Emma, observando fijamente al
chico.
—A
que no me esperabas. —dice este, haciendo soltar una sonrisa.
—Bendiciones
y buenos deseos a los nuevos emperadores y reyes de Autro-Hungría.
—dice la reina, escoltada de sus empleados. —Estoy que muero de
felicidad. Les deseo más que la felicidad eterna, jóvenes
emperadores. Espero que cuiden esta tierra, como sé que en unos
años, van a cuidar la tierra inglesa.
—Gracias, Su Majestad. —contesta Harry, con una sonrisa, acompañada de una
reverencia por parte de Emma.
*
* *
Luego
de la gran celebración llevada a cabo en el Placio Imperial, ambos
príncipes se dirigieron a la habitación de hotel, después del
arduo día que ambos habían tenido. Emma, se dio un largo baño, se
ató el cabello y se colocó una musculosa blanca con flores rosadas,
un saco de lana gris, un short de jean y unas sandalitas chatas
blancas. { http://www.polyvore.com/erica_mohn_kvam/set?id=49715558
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—Y
sigues usando esa ropa frente a mi.
— ¿Qué
quieres que use? —le pregunta ella, colocando su mano en su
cintura.
—Nada.
—le susurra él, sobre sus labios, besando estos, haciendo que Emma
sonría entre beso y beso.
—Harry.
—le dice, mientras él, colocaba sus manos en la cadera de ella,
atrayéndola más. —Harry...
— ¿Si?
—le dice, bajando su boca por su clavícula y cuello.
— ¿Puedo
llamar a Persia?
—Claro
que si. —le responde él, haciendo que ella se separe de, mientras
que rosa sus labios con los de él, y corre hacia su celular. Luego
de marcar el teléfono del orfanato, y pedir hablar con él, el niño
habló.
—Emma.
—la saludó, con felicidad. —Te he visto en la tele, a ti y a
Harry. Son emperadores.
—Así
es, mi amor. Y cuando terminemos acá las cosas, vamos a volver a
Inglaterra por ti.
—Te
extraño mucho, Emma. —le dice, con dulzura, el pequeño.
—Nosotros
también, precioso. Ya vamos a volver. —comenta ella, con suavidad.
— ¿Qué andabas haciendo?
—Estaba
jugando con Simon y Henry juegos de encastre.
—
Entonces,
¿estás bien?
—Si.
—contesta con dulzura él.
—Te
veo pronto, Percy. Te quiero.
—Yo
también, Emma. —le dice el niño, mientras ambos cortan la
comunicación.
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