El precio de la elegancia
Capítulo 22
Con
una camisa de leopardo, un short negro tiro alto, zapatos de tacón
negros y un bolso dorado. Elizabeth bajó las escaleras de su piso en
París, con el cabello en una trenza cocida y el maquillaje natural.
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—Allí
estás, pequeña escurridiza.
—Holly,
¿cómo estás?
—Yo,
bien. Pero tu, debes de estar perfecta. —comenta, mientras Beth se
sienta en la cabecera de la mesa.
— ¿De
qué hablas?
—Ayer,
hasta las nueve de la noche, estuviste con Jason. Vamos, cuenta.
— ¿Qué
quieres que te cuente?
—Oh,
Beth. ¿Qué pasó?
—Recorrimos
París.
—Sé
más detallada, Beth. —le pide con desespoeración su amiga.
—Fuimos
a tomar el desayuno a la Torre Eiffel, luego fuimos al Arco del
Triunfo, a comer a un lujoso restaurante, de compras por la Avenida
de los Campos Eliseos, al teatro a ver Los Miserables y luego, a
caminar por Puente Nuevo.
—Oh
my gosh. ¡Estás de chiste!
—Claro
que no. Eso fue lo que hicimos.—contesta con una sonrisa, dándole
un mordisco a su tostada.
—Te
gusta. —afirma la castaña, haciendo que la neoyorkina se atragante
con lo que estaba comiendo.
— ¿De
qué diablos hablas?
—Vamos,
Beth. Te gusta. El plebeyo, se transformó en príncipe.
—No
me gusta. —aseguró ella, con voz firme.
—Beth, estás loquita por él.
—Te
lo digo por última vez Holly, y no me hagas repetirlo porque sabes
que odio repetir las cosas. No me gusta. Así que déjate de decir
idioteces, y cierra la boca.
—No
te pongas de malas. —le dice ella, con su típico buen humor, sin
dejarse amargar por la pelinegra. —Y toma, te llegó esto. Me lo
dio Vladimir.
— ¿Qué
es? —pregunta, viendo el sobre dorado.
—No
lo sé, estabas dormida cuando se fue. —contestó ella, mientras la
heredera Rockefeller abría el sobre y leía atentamente su
contenido.
—Tenemos
un baile, al parecer.
— ¿Un
baile?
—Así
es, mi madre manda la invitación. No sabía que ella estaba en
París.
—Oh,
un baile, adoro los bailes. Y más, los que son hechos por tu madre.
Siempre son los mejores, a donde quiera que los realice
—Como
sea, hay que conceguir un vestido e ir, aunque sea, a saludar.
—Vamos,
Beth. Va a ser divertido.
—Un
baile con mi madre, o cualquier cosa con ella, te aseguro que es de
todo, menos, divertido.
— ¿Siguen
peleadas?
—Me
mandó a esa escuela de porquería solo porque estaba recentida que
había rechazado uno de los pretendientes que ella propuso.
—Creo
que eres la primera en rechazar a John Cartier.
—Es
un idiota, y mi madre también, por presentármelo.
—Vamos,
será divertido. —dijo ella, poniéndose de pie. — ¿Vamos de
compras? A buscar el vestido más lindo de París.
—No
tengo ganas, voy a ponerme cualquier cosa que tenga.
—Elizabeth.
Puedes estar enojada con tu madre, y no querrás ir allí, pero
jamás, jamás de los jamases, Elizabeth Idina Walton Rockefeller
puede aparecer en un evento vestida así nomás.
—Si,
puede ser que tengas razón.
—Claro
que la tengo. —comenta ella, con una sonrisa centellante. —Así
que vamos, primero a comprar el vestido, luego a la peluquería, a la
maquillista, a la manicura y pedicura... —dice ella, mientras la
ponía de pie, y ambas, salían de la casa de Beth.
El
día trancurrió tal cual lo pintó Holly. Luego de pasar por las
máximas tiendas de lujo, fueron al salón de belleza, dónde se
hicieron una exfoliación de piel, la tintura, se peinaron, se
hicieron las manos, las maquillaron y luego, cuando el reloj marcó
las siete y media, se cambiaron.
Elizabeth
tenía un vestido largo hasta los pies, de strapless con el corsett
de seda y la falda con tul y gasa en volados, unos zapatos de tacón
a composé con el vestido rosa perlado, al igual que la pequeña
cartera. Su maquillaje hacía juego con el vestido, dejando sus
verdes ojos delineados de negro, y su cabello semi recojido, en
marcadas ondas color brea. {
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—Vamos,
Beth. Cambia la cara. —le dice Holly, la cual, tenía un canapé en
la mano, y lo mordía con delicadeza.
—Me
vio acá parada hace más de veinte minutos, y no se digna a
saludarme. Además, he visto a Jason hablar con mi padre. Quiero
irme, ahora. —contesta la pelinegra, mirando a lo lejos, furtiva, a
su madre.
—Tal
vez es alguien importante con el que tu madre habla...
—Soy
su hija. Yo, debería ser más importante. —refuta con fastidio.
—Me voy de aquí. —dice, dejando la copa de champagne sobre la
mesa, y caminando en dirección a la salida, pero, cuando estaba por
llegar a la arcada que daba al pasillo del Hall, una mano se
posicionó en su antebrazo deteniendo su caminar.
—Si
no me sacas tus sucias manos de encima en un segundo, vas a quedarte
manco, Jason. —dijo ella, de mal modo.
—Buenas
noches, Elizabeth. Es un gusto por fin conocerte. —respondió una
voz masculina, diferente a la que ella esperaba, haciendo que la
neoyorquina gire para enfrentarse a un muchacho de cabellera castaña
y ojos verdes, con una sonrisa tranquila y un porte elegante.
— ¿Quién
crees que eres para tocarme? —le pregunta ella, haciendo un
movimiento brusco para zafarse del agarre del muchacho.
—Jean
Sebastian Palus. —responde él, con una sonrisa. —Es un placer
conocerte.
— ¿Palus?
—preguntá ella, tratando de recordar en dónde había oído ese
nombre antes.
—Soy
el que te ha enviado a Caramelo y los demás presentes.
—Ah,
eres tu. —dice ella, rodando los ojos. —No me interesa, así que,
si me disculpas. —dice esta, girándose para irse por fin.
—
¡Elizabeth,
cariño!
— ¿Ahora,
qué? ¿Te acuerdas que estoy aquí? —le pregunta ella a su madre,
la cual le sonrió forzadamente, como siempre lo hacía cuando la
ponía en una situación dificil.
—Beth,
preciosa. Estás radiante esta noche.
—Así
lo creo también, señora Rockefeller. —comenta el muchacho.
— ¿Qué
les parece que nos vayamos a sentar a la mesa? Tus padres y tu padre,
Elizabeth, nos están esperando.
—Por
supuesto. —responde el chico, haciendo que ella resople por lo
bajo, mientras su madre se iba directo a la mesa mencionada. —
¿Vamos?
—Voy
sola, no voy a perderme. —le dice de mala gana. —Y no estoy
radiante esta noche. Siempre estoy radiante. —dice ella, con una
sonrisa hipócrita, mientras pasa al lado del muchacho, sin dirigirle
una mirada, hacia la mesa.
—Buenas
noches.
—Elizabeth,
es un placer conocerte al fin. Tu madre no para de hablar de ti, y ya
queríamos conocerte. Soy Jean-François Palus, ella es mi esposa la
señora Colette Palus, y creo que ya conoces a mi hijo Jean
Sebastian.
—Así
es, señor Palus. Es un placer también para mi conocerlos. —responde
ella, con su típica sonrisa política, sentándose en la mesa y
tratando de sobrellevar la cena.
—Así
que Elizabeth... —dijo el hombre, llamando la atención de la
estadounidense, ya que esta, se encontraba mirando hacia la nada
misma.
— ¿Si?
—Tu
madre nos dijo que estás en la universidad, ¿qué estudias?
—Administración
de empresas.
—Muy
buena carrera, la misma que siguió Sebastien. —comenta el hombre,
con una sonrisa, bebiendo un sorbo de vino. — ¿Y en qué escuela?
¿Harvard? ¿Yell? ¿Columbia?
—Ojalá.
Debido a un absurdo castigo de mis padres, terminé en la universidad
de West Point.
— ¿West
Point? No la conozco. —comenta el hombre, desentendido.
—Comenzó
hace poco a ser una universidad, antes se dedicaba solamente a la
enseñanza militar.
—Bueno,
cariño... No agobies al señor Palus por nada. —habló Christy,
con una sonrisa nerviosa. —Y tú, Sebastien, ¿qué haces?
—Trabajo
en la empresa con mi padre. Aunque lo que más deseo es poder llevar
a cabo mi propio emprendimiento.
—Eso
sería fabuloso. —comenta Christy, amable. —Oh, Beth. Tu adoras
esa canción. —suelta la mujer, cuando Pretty Woman comenzó a
sonar en la pista de baile, donde varias parejas se encontraban
danzando. — ¿Por qué no vas a bailar con la gente joven de la
fiesta junto con Sebastien?
—Buenas
noches.
—Buenas
noches...
—Jason
Pinault. —se presenta, con una sonrisa, haciendo que Beth suelte un
suspiro de alivio.
—Jason,
que bueno verte. —comenta el señor Rockefeller, con una sonrisa.
—Mi esposa Christy Rockefeller, y obviamente, a ellos ya los
conoces.
—Señora
Rockefeller, un placer. —dice este, tomando con elegancia su mano,
y besándola en el dorso. —Tíos, Sebastien. —saluda a su
familia, dejando a Beth con la boca semi abierta. —Elizabeth, es
buena volver a verte. —comenta con una sonrisa. —Me preguntaba
si... ¿Quisieras bailar?
— ¿Qué?
—pregunta, un poco aturdida al saber que el tal Sebastien era
familiar de Jason.
—Bailar.
—Si...
—contesta, poniéndose de pie, aceptando la mano del muchacho,
mientras ambos, se alejaban a la pista de baile.
:O adore el capitulo, presiento que de alguna u otra forma jason y beth idearan un plan para que ella se deshaga de su primo el fastidioso Palus, va a bailaaar y no es presisamente con el primo jajaja amo a jason:(:( es tan caballero, me ha encantado mucho el capitulo y bueno ya quiero ver como termina ese baile jaja
ResponderEliminarAww me alegro mucho katty boo c: & no va a ser tan asi, Beth no se deja ayudar por nadie, es antipatiquisima jajajjaa gracias por leer & comentar linda, de verdad c: besito :3
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