El precio de la elegancia - Capítulo 16

 

El precio de la elegancia

Capítulo 16

Con el pelo atado en una coleta larga negra, el maquillaje casi invisible, una bikini rosada y blanca, un vestido de gasa blanco con una capelina del mismo color y un par de sandalias bajas, Elizabeth caminó por el patio del colegio para llegar a las albercas techadas, las cuales se encontraban crusando el campus. { http://www.polyvore.com/cgi/set?id=60073416 }

— ¡Trecientos cuarenta y ocho! ¡Trecientos cuarenta y nueve! —se escuchaba gritar a Jason, casi al lado de ella, a todos los alumnos que se encontraban haciendo abdominales. Ella, pasó como si nada, tratando de ignorar la voz del muchacho. Pero las voces que no pudo ignorar, y tampoco las miradas, fueron las de los jovenes militares, que se clavaban en ella como clavo a la madera.

— ¡Diosa! —aulló uno.

— ¡Las cosas que te haría! —gritó un chico más, en cuanto ella pasó, y como si no los hubiera escuchado, ignoró aquellos alaridos de jovenes extaciados.

Jason, que dirigió su mirada a la misma dirección que todo el elumnado, se levantó casi corriendo del suelo, para encontrarse con la muchacha. Esta, se espantó al verlo frente a ella, y él, como quien no quiere la cosa, tomó su brazo, arrastrándola fuera del área visible de los reclutos.

— ¿Qué haces? —le preguntó, tratando de zafarse de su agarre.

— ¿Por qué estas así vestida?

— ¿A dónde uno va de bikiny? Obvio a la piscina.

— ¿Y tiene que pasar semi desnuda por todo el campus?

—Los vestuarios son un asco. —contestó ella. — ¿Y a ti que diablos te importa? —preguntó ella, de mala gana.

—Bueno... Yo... Es que, lo que pasa... —tartamudeaba él, tratando de buscar con rapidez una escusa en su cabeza, pero nada apareció.

—Como sea, suéltame. —dijo esta, mirando la mano de él, sobre la muñeca de ella, haciendo que rápidamente este soltara su brazo. —Y quítate que me estorbas. —soltó fríamente, para luego pasar chocando su hombro con el de él, hasta las albercas. Este, soltó un suspiro, mirando el caminar de ella, para luego irse hasta dónde estaba su tropa.

— ¡Jason! —grita Martin, corriendo a su lado.

—Hola, ¿qué pasa?

—Te llegó esto. —comentó el muchacho, entregándole un sobre de color madera.

—Gracias. —contestó, tomando en sus manos aquel sobre que venía de París. —Solo una semana... Olivarse es cada vez más rápido. —susurra más para él que otra cosa, para luego, ir con los estudiantes. — ¡Pueden irse! ¡El Sr. Alcarce los espera! ¡Vamos, muévanse! —les grita, para que todos caminen, o medio troten, hacia el otro lado del campus, dónde la clase de balística comenzaba.

—Querida... Mi queridísima Holly. —dice Elizabeth, sentándose en uno de los sillones de su recámara, al lado de la chica.

— ¿Beth? ¿Pasó algo?

—Oh, si, claro que pasó algo. —comenta con una sonrisa. —Y es estupendo.

— ¿Qué sucedió?

—Mira. —dice ella, entregándole un sobre blanco a la muchacha. —Léelo.

—Querida hija, entiendo que estar en un lugar como West Point no te hace feliz, y a pesar de que sigo firme en mi posición de padre al pensar que es la mejor solución, quiero que descanses una temporada, tu y Holly, en París, y para eso quiero hacerte este humilde regalo. Te quiere, tu padre.

— ¿Qué regalo? —indaga la castaña, mientras Elizabeth saca de detrás de ella el regalo de su progenitor.

— ¿La semana de la moda? —pregunta con los ojos abiertos Holly, mirando los nombres de los más grandes diseñadores en las entradas que la pelinegra tenía en manos.

—Así es, papá se dio cuenta que fue un desalmado al mandarme aquí y quiere redimirse.

—Esto es alucinante.

—Así es, pequeña. Y tenlo por seguro, que París esta vez va a ser asombroso.

— ¿Cuándo nos vamos?

—Cuando tengas tus maletas listas. Vamos, muévete. Cada segundo aquí me atrofia el cerebro.

—De acuerdo, en una hora te espero abajo en las escaleras.

—En la entrada principal, mejor. —le corrige la chica. —Vamos, apúrate.

—Esto es magnifico Beth.

—Lo sé, muero de la emoción. —contesta la muchacha.

Una vez que hubo recogido todas sus cosas, hubo tomado una ducha y haberse alistado, ya sea su maquillaje pulcro, su cabello ondulado bien marcado y su ropa bien convinada, vestido strapless de animal print de leopardo, zapatos de tacón negro y joyería de oro { http://www.polyvore.com/party_year/set?id=53841175 } bajó las escaleras para encontrarse con Holly la cual, como siempre, usaba esos colores suaves pasteles que la hacían ver como una tierna bola de algodón.

— ¿El chofer llegó?

—Todavía no. —contestó Holly, con una sonrisa. — ¿Tu papá hizo el papeleo para salir de la escuela?

—Supongo que si.

— ¿Y tu hablaste con algún compañero para que te pase tus apuntes?

—Algún idiota me lo va a pasar.

— ¿Y hablaste con Jason de su trabajo?

— ¿Por qué debería?

—No sabes ni cuanto tiempo nos vamos, ¿lo vas a dejar botado?

—Debería.

—Beth. —la regaña un poco Holly, con una sonrisa suave en sus labios.

—De acuerdo, ahora voy a hablar con el plebeyo ese.

—Te espero aquí. —responde la chica, mientras la pelinegra comienza a caminar al área de entrenamiento de los militares, dónde se encontró con la tropa comandada por el muchacho. Jason la miró, entre sorprendido y embobado, mirándola de pies a cabeza.

— ¿Qué haces aquí, Elizabeth?

—Me voy.

— ¿Qué?

—Me voy de viaje, y no sé cuando vuelva, así que te quería decir que voy a terminar el trabajo, y te lo voy a mandar por un cadete.

— ¿A dónde te vas?

—No es de tu incumbencia, plebeyo. El punto es que no voy a estar en el país, así que... Besos. —comenta ella, saliendo del lugar, con ese caminar grácil y sofisticado.