Dramma Queen - Capítulo 44

Dramma Queen

Capítulo 44

—Odio la equitación.

—La odias porque eres horrible en ella. —contesta Harry, subiéndose a su caballo negro, haciendo que ella lo mire de mala manera. —Vamos súbete a tu yegua.

—Caramelo.

— ¿Qué? —pregunta el, sin comprender.

—Se llama Caramelo, no "yegua". —le responde ella, subiéndose a su caballo.

—Como sea. A quién le importa. —dice él, resoplando.

—Eres un cascarrabia. —suelta ella por lo bajo, pero suficiente para que él sea capáz de escucharla.

— ¿Qué has dicho? —le pregunta frunciendo el ceño.

— ¿Yo? Nada. —suelta esta, haciéndose la desentendida.

—Por tu bien, mejor que corras. —le dice, mientras se acerca con su caballo, haciendo que ella, agarre de las riendas a Caramelo, y comience a trotar, ya que el muchacho se encontraba detrás de ella, persiguiéndola.

La velocidad se tornó más rápida, debido a que Harry cada vez la perseguía más rápido, y a pesar de que Allison, Eva y Femina pedían a los gritos a sus altezas que dejaran de ir tan rápido en los caballos, ellos ignoraron los llamados de sus empleados, y continuaron persiguiéndose por todo el campo.

Hasta que Harry, mucho más rápido y astuto que ella, se colocó con versatilidad delante de su caballo, haciendo que Caramelo se frene de golpe, y se pare en dos patas, logrando que sin tener mucha fuerza en sus brazos, Emma caiga de bruces al suelo.

— ¡Emma! —gritó el muchacho, frenando rápidamente al caballo, para bajar del mismo y correr hacia Emma, como todos los empreados reales. — ¿Estás bien? —le pregunta, tomándola de la cintura y del brazo izquierdo, para que se incorporara en el suelo.

—Eres un idiota, Harry. —le dice ella, frunciendo el ceño, mientras que con su mano derecha se sobaba la cabeza.

—Oh, estás bien. —suelta él con alivio, abrazándola fuertemente contra su cuerpo.

—Ay, Harry. Duele. —musita Emma, haciendo que él la suelte rápidamente.

—Lo siento. Lo siento, soy un idiota.

—Lo sé, ya te lo dije. —dice ella, con una sonrisa, mientras se trata de incorporar del suelo, y él la ayuda.

—Tu eres la idiota que no sabe agarrarse fuerte de las riendas. —comenta él, con su típico tono enojado.

—Haces que me lastime, y te ofendes tu. —dice ella, con incredulidad.

—Como sea... Debo ir a prepararme.

— ¿Prepararte?

—Debía ir al parlamento, así que tengo que ir a bañarme y cambiarme.

— ¿Qué? Claro que no vas a ir.

— ¿Por qué? Tengo que ir.

—Hoy no vas a ir, debes acostumbrarte un poco a todo, ve más tranquila con las cosas. ¿De acuerdo?

— Ok, no voy al parlamento, pero voy hacer otras cosas.

— ¿Qué otras cosas?

— ¿Quieres venir?

— ¿A dónde?

—En una hora estate en el hall del castillo. —le dice ella, mientras iba acompañada de Allison, Eva y Fémina.

— ¡Sé puntual! ¡No pienso esperarte, Emma! —le grita el muchacho a lo lejos, haciendo reír a Emma.

Luego de bañarse, maquillarse naturalmente, arreglarse el cabello en un tocado delicado, y colocarse un vestido de cuello redondo sin mangas color champagne con decorados en salmón, una cartera a composé con el vestido al igual que los zapatos de tacón abiertos y la joyería de oro, Emma bajó las escaleras reales, para llegar al hall del castillo, dónde se encontraba Harry frunciendo el ceño. { http://www.polyvore.com/bird_pleated/set?id=50857656 }

—Estoy parado aquí hace veinte minutos. Siempre te retrasas. —dice él, con frustración.

—Lo siento, Alli tardó más en peinarme. Era un desastre mi pelo luego de que alguien me tirara al pasto y no se quitara el barro de mi cabello. —le dice ella, frunciendo el ceño, haciendo que él, afloje sus gestos.

—De acuerdo, ¿dónde iremos?

—Ya verás. Vamos, el chofer nos está esperando.

—Ahora ella se apura. —comenta con incredulidad, mientras ambos príncipes salían del castillo y subían a la limusina.

—Oscar, llévanos a al lugar de todos los viernes. —dice Emma, con una sonrisa, mientras habla por el intercomunicador del vehículo.

—Por supuesto, Su Majestad. —responde el chofer, arrancando el auto.

— ¿Dónde demonios vamos? —indaga el príncipe, molesto de estar excluído de la situación.

—Te va a encantar, de Londres, es uno de mis lugares favoritos, donde me siento yo misma. —comenta ella, sin dejar de sonreír.

Luego de más de una hora de viaje desde Windsor hasta Londres, dónde Harry habló poco y nada, ya que la conversación no era su fuerte, y aunque Emma tratara de, literalmente, arrancarle las palabras de la boca, el muchacho las entregaba como preciadas monedad de oro. A pesar de aquello, Emma en aquel viaje se enteró de que su color favorito era el azul, de que sus materias favoritas en su vida académica primaria (en el palacio) eran música y literatura, y también, que la canción preferida del muchacho era Every rose has it's thorn, de Poison, ya que su madre se la cantaba cuando era pequeño antes de ir a dormir.

— ¿Falta mucho? —inquirió él, mirando por la ventana.

—No, dos cuadras. —le dice ella, desabrochándose el cinturón de seguridad, y en unos cuantos segundos más la limusina estaba estacionando frente al Great Ormond Street Hospital.

— ¿Me has traído al hospital? —pregunta él, mirándola exéptico y un tanto molesto.

—Así es, vamos. —dice ella, tomando su mano, y tirando de ella, para que entrara al recinto.

—Emma, es muy bueno verte. —dice una mujer regordeta vestida de celeste oscuro.

—Clara, es bueno verte también.

—Los niños se extrañaron de que no has venido a verlos la semana pasada.

—Lo sé, lo siento. Es que surgieron un par de cositas. —dice ella, con una sonrisa. —Además hoy, vengo con compañía.

— ¿El príncipe Harry? —musita la mujer, ahora pálida como un fantasma, mirando al muchacho. —Es un honor conocerlo. —suelta la mujer, entre nerviosa y alhagada.

—Un gusto. —dice él, seco como es normal.

— ¿Cómo han estado los niños?

—Colt va a ser dado de alta mañana, está como loco de la felicidad, al igual que Kristen que se va hoy del hospital.

—Me alegro tanto venir para despedirla.

—El problema, es Pesia.

— ¿Pesia? ¿Qué pasa con él?

—Está peor. —dice la enfermera, subiendo por el ascensor, junto con Emma y Harry.

— ¿Qué ha sucedido?

—Su corazón comienza a fallar, y si pronto no llega un donante... —dijo la mujer, sin finalizar la oración.— Persia está solo. Lo trajeron desde el Orfanato Lewistierr. —dice la mujer, haciendo que ellos bajen del ascensor en el segundo piso, para caminar por los pasillos pintados de blanco, y luego, entrar a una gran sala común, donde tenían a todos los niños, de edades entre cuatro y doce años, con enfermedades no-infectocontagiosas.

— ¡Emma! —gritaron los niños al verla, y más de uno se levantó de la cama y corrió a abrazarla.

—Hola, preciosos. —dice ella, agachándose para estar a la altura de ellos, mientras besaba la mejilla de todos los niños que se le habían acercado.

—Creíamos que no ibas a venir más.

— ¿Cómo no voy a venir a verlos, Sarah? —pregunta ella, tomando a la pequeña de cinco o seis años entre sus brazos, levantándola del suelo. —Los he extrañado mucho. —comenta, colocándola a ella en su camita, mientras pasaba a saludar a cada uno de los pequeños. —Y por cosas del castillo no pude venir, pero ahora me dieron un recreito y vine a verlos enseguida.

— ¿Quién es él? —pregunta un niño, Kyle, mirando a Harry fijamente.

—Es el príncipe Harry, tonto. —comenta Molly, de unos ocho años, rodando los ojos.

—Así es, hoy vine con él. —dice ella, tirando de Harry, para que este interactúe con los niños.

—Es más lindo en persona. ¿Quieres casarte conmigo? —le pregunta otra niña, Abby, de unos cinco años, con una gran sonrisa.

—Me encantaría, pero ya estoy casado. —le dice él, con una sonrisa, haciendo que Emma sonría por inercia.

—Emma no se enojaría si te casas también conmigo. ¿Verdad, Emma?

—Claro que no, Abby, —comenta Emma, riéndo ante la ocurrencia de la niña.

—Ves. Podemos casarlos. Tenemos la aprobación de la princesa de Inglaterra. —dice la pequeña, con una sonrisa.

—De acuerdo, entonces nos casamos. —le dice Harry, sonriendo con dulzura hacia la pequeña, mientras todos escuchaban atentamente la charla de estos.

—No, no, no. A mi no me vengas con promesas, yo quiero una fecha. —musita Abby, haciendo reír a carcajada limpia a Emma, la cual, trataba de ocultar esa risa, mientras que Harry estaba igual por el plantiamiento de la pequeña.

— ¿Qué te parece... La semana que viene? El viernes que viene.

—De acuerdo, el viernes nos casamos. Pero debes trarme un anillo, y tu debes usar otro. Si no, no seríamos marido y mujer. —comenta Abby, haciendo que las tres enfermeras allí presentes, y el principado de Inglaterra no paren de reír.

—Por supuesto. Va a casarse con un príncipe, eso la convertiría a usted en princesa. —le dice Harry, en un tono formal, pero sin dejar de ser dulce.

— ¿Voy a ser una princesa?

—Obviamente, si una plebeya contrae matrimonio con un príncipe, la convierte instantaneamente en princesa. —le dice el muchacho, sonriéndole.

— ¡Te lo dije, Kendall! ¡Te dije que algún día sería princesa! —le dice a la niña que estaba recostada en la cama continua.

Y luego de aquella extraña conversación y proposición de casamiento de parte de Harry a Abby, Emma y el príncipe quedaron a cargo de los niños, mientras charlaban con ellos, cantaban y contaban cuentos. Además, de que los pequeños no perdían oportunidad en preguntarles historias del palacio, y como Harry era, de los dos, el que fue educado desde la infancia en el ambiente real, él sabía millones de historias de la realeza británica, como de la realeza de otros países.