Dramma Queen
Capítulo 43
Con
un vestido azul oscuro corto, unos zapatos de tacón cerrados negros
y un sobretodo caqui, Emma bajó las escaleras del palacio de Windsor
con el cabello en bucles naturales y el maquillaje sobrio. {
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—Buen
día. —dijo ella, en un susurro, sentándose al lado de Harry,
mientras los empleados servían el desayuno. Ella, en silencio, tomó
una taza de té, y bebió su contenido con calma. Luego de unos cinco
minutos, el castaño habló.
—Come,
Emma. —soltó de repente, sin más comentarios que ese. Ella,
frunció el ceño, y tomó una tostada y le dio un mordisco, mientras
que dejaba la tostada en el plato.
—Mínimo
dos. —volvió a hablar, mientras ella le daba otro mordisco más y
habló:
—Listo,
dos mordiscos.
—Dos
tostadas. —le corrigió él, haciendo que la castaña frunciera más
el ceño.
—No
tengo hambre.
—No
me interesa. O comes, o te interno en un centro de rehabilitación.
—No
serías capaz. —lo retó.
—Si
es para que estés bien, si. Si lo haría. —le contestó, haciendo que
ella rodara los ojos, y mordiera desganada, la tostada.
—Ayer
en la noche hablé con tu padre. —comentó el chico, haciendo que
ella le prestara más atención. —Está realmente preocupado por...
Tu situación. Así que va a venir a pasar una temporada aquí a
Londres, con tu familia. —explicó el chico, haciendo que una
sonrisa apareciera en el rostro de Emma.
—Creí
que solo la familia real y los empleados podían vivir en el palacio.
—Y
es verdad, solo ellos, o, un invitado de otra familia real, así que,
por ley, el único que puede vivir aquí es tu abuelo, pero los
demás, van a ir a una casa de campo cerca de aquí.
—Gracias.
—comentó en un susurro casi inaudible.
Luego
de comer una tostada y media, y el té con un poco de azúcar, la
castaña fue hasta la sala de música, en dónde se le dictaban clases de piano, ya que según la reina: una dama debe tener la delicadeza de una flor, la educación de una reina, la gracia de una bailarina y la inteligencia de un profesor. Y por lo tanto, el piano, era un instrumento que abarcaba todas aquellas preferencias de la mujer.
Pero al llegar, la sala estaba vacía
así que sin más, la princesa se sentó en el banquito frente al
piano, y comenzó a tocar deliberadamente teclas a teclas con
parsinomia, hasta que el ruido de la puerta la distrajo, y allí vio
al castaño de mirada verdosa, acercarse hasta ella.
— ¿Pasa
algo?
—Siento
el retrazo, tuve que hablar con el canciller venezolano por unos
asuntos. —comentó el británcio, sentándose al lado de Emma.
— ¿Qué
haces aquí, Harry?
—Soy
tu nuevo profesor de piano.
— ¿No
estás muy ocupado? —indagó, mientras él acomodaba unas
partitutas.
—Por
supuesto, soy un hombre muy ocupado. Pero, la música es algo que me
apasiona, y me han contado que eres muy mala. —dijo con una
sonrisa. —Así que, yo me voy a hacer cargo de tu educación
artística.
— ¿Por
qué?
—Por
que te quiero. Más que a nadie en el mundo. —le dijo, repitiendo
las mismas palabras que la castaña pronunció la noche anterior, y
en ese momento, el corazón de Emma se llenó de tanta felicidad, que
el instinto más básico del ser humano, como inspirar y exhalar, se
le había olvidado. Una sonrisa centellante cruzó los labios de la
chica, siendo compartida por el muchacho. —Ahora, comencemos con la
Sinfonía N°40 de Mozart. Es una de las más sencillas. —le
explicó él, tocando delicadamente las teclas del piano, solo diez,
hasta que se detuvo.
—Ahora
tu. —le dijo, mientras colocaba su mano sobre el piano, y la de él,
sobre la de ella, haciendo que sus dedos rocen delicadamente las
teclas de marfíl. La melodía comenzó a invadir la sala levente,
mientras que la primera parte se repetía una y otra vez, y conforme
Emma iba avanzando en la memorización y digitación, la sinfonía
fue avanzando con la ayuda de Harry. Luego de dos horas en completo
silencio, a no ser las inmutables indicaciones del chico en la
colocación de los dedos de la latina, la muchacha sacó sus manos
del piano, y las colocó en su regazo, mirando fijamente las teclas
blancas y negras.
— ¿Vamos
a hablar en algún momento de lo que pasó ayer?
—Emma...
—Están
pasando millones de cosas, Harry. Y tu no quieres mencionar ni una.
—le hechó en cara la chica, sin levantar el tono de voz.
— ¿De
qué quieres hablar?
—De
lo que más te concierne. —contestó ella, con un nudo en la
garganta. —Háblame de lo que te es más dificil en este momento.
—Tu
enfermedad, en primera instancia. —contestó el chico, tomando una
de las manos de ella, entre las suyas. —Estoy realmente preocupado
por eso.
—Estoy
comiendo.
—Te
escuché vomitar la pasada noche, Emma. —le dijo él, haciendo que
la latina se ponga pálida.
—Es
que... Estuve muy nerviosa, por todo lo que pasó, y me sentía
realmente mal.
—Da
igual. No quita mi preocupación por tu salud. —le explicó el
chico, con suavidad. —Quiero que veamos a un especialista.
—
¿Especialista?
¿Piensas de verdad internarme en un loquero?
—No,
claro que no. Solo digo que sería bueno ver a alguien que pueda
ayudarte de verdad. Que esté capacitado para eso. —musitó el
chico, mirándola fijamente a los ojos. —Quiero lo mejor para ti,
Emm.
— ¿Si
yo voy a ese loquero, te haría feliz?
—No
es por lo que me haga o no feliz a mi, es por ti. Debes hacerlo por
ti misma.
—De
acuerdo, pero con una condición.
—Dime.
—le dijo él, acariciando el dorso de la mano de ella.
—No
me apartes de ninguna desición de la corona británica, ni
austrohúngara. Promete que las desiciones esas, las vamos a tomar
juntos. —le pidió la chica, haciendo que una sonrisa silenciosa,
aparezca en los labios del castaño.
—Lo
prometo.
awwwwwwwwww!!!!! que tiernos son!!!!!!!1 quiero mas!!!! sabes que amo esta novela... no se que haria sin ella... siguela... la tratma se pone cada vez mejor...
ResponderEliminarbesoosososososo ♥
byebye!
Gracias Soff! si, me alegro muchisimo que te haya gustado c: espero subir pronto! besito!
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