Dramma Queen - Capítulo 47

 

Dramma Queen

Capítulo 47

 

Querida Emma,

Duele tanto llamarte así, y saber que nunca vas a ser mi querida. Emma, sé que esta carta debería ser una carta de disculpas y arrepentimiento, una carta que debería expresar dolor por mi comportamiento pasado, por tratar de arrastrarte fuera de tu unión con mi hermano, pero... ¿Debo mentir? ¿Debo ser un mentiroso incluso en el final? Lamento decepcionarte, querida Emma, pero no puedo decir que lo lamento, no puedo decir que lamento mi comportamiento, porque en verdad, lo único que lamento, es tu casamiento con Harry.

Lamento que seas la princesa de Austro-Hungría, lamento que yo no sea el príncipe heredero, lamento... Emma, querida Emma. No pienses que con esta carta me despido, esta carta no es un adiós, es un hasta luego. Porque, a pesar de que sé que tu elección de ahora fue Harry, sé que te vas a arrepentir de haberlo elegido, y vas a volver a mis brazos como de un inico debió ser.

Te amo, Emma. Y me alegra ser el primer hombre que te lo dice, el primer hombre que de verdad te demostró que te ama, y me alegra, además, saber que voy a ser el úncio que va a amarte con sinceridad.

Siempre tuyo, Zayn.

 

— ¿Tan malo?

—Un poco. —contestó Emma, con una sonrisa forzada. —Ese chico... ¿Por qué no se da por vencido y ya? ¿Por que sigue aferrándose a mí?

—No importa cuanto él se aferre a ti. —dijo el muchacho, sentándose a su lado. —Importa cuanto yo me aferre. —siguió él, con una sonrisa. —Y te aseguró, que me voy a aferrar a ti, con más ímpetu que Zayn. Lo juro. —dijo él, besando la mejilla de la chica.

— ¿Por qué harías eso?

— ¿Quieres que te lo diga, verdad? Sé que te gusta escucharlo, pero no seas tan obvia.

—Cállate. —comentó ella, golpeándolo en el brazo, mientras ambos reían.

—Porque te quiero, Emma. De verdad, te quiero. —comentó el muchacho, acariciando su mejilla con sus dedos, para luego, irse acercando a ella levemente, sintiendo la respiración de ambos chocar, la una con la otra, y cuando estaban a menos de dos o tres centímetros, el teléfono del muchacho sonó, haciendo que ambos se separaran bruscamente.

—Milfroyd, ¿qué pasa?

—Alegaron. Principe, alegaron.

— ¿De qué hablas, Milfroyd?

—Alegaron, el príncipe Karl alegó contra la princesa Emma la disposición de la corona, y el fallo fue a favor de él.

— ¿Qué? ¿Cómo diablos pasó esto?

—Si, príncipe. Dicen que hasta que la princesa no haga rehabilitación, y haya médicos avalando su mejoría, ella no va a poder disponer del trono.

— ¿Entonces ese idiota es el emperador?

—No, claro que no. Por ahora, la restauración de la familia real queda estancada, hasta que la princesa se someta a un tratamiento, y pueda volver a reclamar sus derechos reales.

— ¿Y si no lo hace?

—Si no lo hace, o si, cuando va a rehabilitación ella no mejora, el trono va a quedar en manos del segundo heredero al trono, en ese caso...

—El príncipe Karl, lo entiendo. Gracias, Milfroyd. —dijo, en tono molesto.

—De nada, Su Alteza.

— ¿Qué pasó? —preguntó Emma, cuando el muchacho cortó la comunicación.

—El príncipe Karl alegó ante el gobierno que estas enferma, y si no te sometes a un tratamiento, el trono va a quedar en manos del segundo heredero.

— ¿Es un chiste, verdad? —preguntó Emma, blanca como un papel.

—Es verdad, Emm.

—Está bien. —dijo ella, respirando entrecortadamente. —Vamos.

— ¿A dónde?

—Al hospital. Debo ir a ver a un psicólogo, psiquiatra, o lo que sea...

—Emma, las cosas no funcionan así.

—¿Quieres dejarle el trono servido en bandeja al príncipe Karl?

—Claro que no, pero... Es un tema delicado, no podemos tomarlo tan a la ligera.

—Dijiste, tu mismo, que necesitaba un especialista. De acuerdo, vamos a buscarlo. Debo estar curada lo antes posible, Harry. Si no, el príncipe Karl va a quedarse con lo único que mi mamá me dejó. —comentó ella, tragando en seco, y aguantando las lágrimas.

—Está bien, vamos al hospital, y buscamos al mejor especialista en estos temas. —dijo el muchacho, tomándola de la mano. —Tranquila, Emm. Va a estar todo bien, te lo prometo.

—Lo sé. —y tras unos momentos de silencio, dice: —Pero ya sé a qué hospital quiero ir. —comenta con una sonrisa.

* * *

—Pedí hablar con el príncipe y la princesa de Gales.

—La princesa Emma, se encuntra en el hospital, Su Majestad.

— ¿Hospital? —preguntó la anciana, ahora, preocupada.

—Si. Se enteró de los conflictos en Austro-Hungría, y quiere recuperar el trono.

—Me alegra saber, que ella está tomando conciencia ahora, de sus cargos como soberana.

—Esto puede llevar varios meses, no es como, un esguince de tobillo. ¿Lo entiende, Su Majestad?

—Por supuesto, príncipe Harry. —contestó la mujer, con una sonrisa política en su rostro. —Espero y la princesa, se encuentre en óptimas condiciones, para el lunes, cuando la presidente de Argentina esté acá.

—Ella va a estar en la cena, no se preocupe, Su Señoría.

—Además, llegó esto para la princesa Emma. —dijo la mujer, extendiendo un sobre blanco, hacia el príncipe.

— ¿Puedo saber que es?

—Es una carta del príncipe de Luxemburgo, Sebastian. Parece que tienen, ambos principes, un corazón revolucionario.

—Lo he escuchado. —contesta él, observando la fina claigrafía del príncipe. — ¿Ha leído la carta dirigida a mi esposa, Su Alteza?

—No sabía que iba dirigida para ella, hasta que la leí. —se defendió la mujer, con falsa inocencia. —Además, es algo bueno, si lo vemos por un lado, que ella, tenga una buena relación con casas reales. El príncipe de Luxemburgo quiere encontrarse con ella, al parecer, para discutir estos asuntos de educación.

—La princesa en estos momentos no está para ningún tipo de discución, ella solo va a asistir a la cena con la soberana de Argentina, para luego, llevar a cabo su rehabilitación con tranquilidad.

—Por supuesto, Su Alteza.