El precio de la elegancia
Capítulo 27
Con
una pollera entubada gris con negro de estilo escosesa, una camisa
manga larga de color crudo con un moño en la parte del cuello, y una
capa negra que caía hasta sus brazos, y rozaba su mano, la cual
sostenía un bolso de color marrón claro acomposé con los zapatos
de tacón. { http://www.polyvore.com/ladylike/set?id=62487419
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—Toda
una reina de hielo. —susurró alguien detrás de Elizabeth, la
cual, ya tenía ambos pies debajo de la escalera que daba a los
dormitorios. Ella se giró, para ver a Jason. Suprimió su sonrisa,
para mirarlo fijamente.
—Sabes,
me puse a pensar... No sé si prefiero al príncipe o al mendigo que
hay dentro tuyo. —comentó ella, acercándose con petulancia al
castaño.
— ¿Te
atrae el mendigo? Ese es un descubrimiento bastante importante.
—comenta en tono sorprendido el chico, en forma de burla, aunque
verdaderamente lo estaba.
—No
me malentiendas. No es que me "atraiga", solo siento
curiosidad hacia él. —dice ella, con una sonrisa. —Pero sin
duda, el príncipe es el único capaz de cumplir con esa absurda
apuesta que hicimos.
— ¿Y
si esa absurda apuesta la duplicamos?
—
¿Perdón?
—Si
te digo que el que va a enamorarte no es el príncipe, si no el
plebeyo.
—No
le daría ni una mirada de soslayo al mendigo. —afirma ella, con
total sinceridad.
—Debes
descubrir que hay cosas más importantes que ser un príncipe...
—Ya
te expliqué esto en el baile que mi madre organizó. No seas pesado,
por favor.
—El
precio de la elegancia, si. Lo comentaste. —dice él, recordando
su charla.
—Lo
decía en serio cuando dije todo aquello.
—Lo
sé, es por eso que quiero hacerte cambiar de idea. —le dice él,
sonriendo. —Vamos, tenemos que decirle al profesor si nos da una
semana más para mostrar el avance de nuestra linea de ropa.
—Oh,
lo había olvidado completamente. —dice ella, colgándose la
cartera en el antebrazo. —Debo llamar a Vladimir para que se apure
con los últimos diseños.
— ¿Cuánto
dinero piensas gastar?
—Después
de que mi padre me haya hecho vivir esos momentos tan incómodos en
París, contigo y tu primo, me debe más de lo que he gastado en este
último año.
— ¿Por
qué creo que estás exagerando? —pregunta él, mientras caminaban
hacia el salón de clase, captando la mirada de más de la mitad del
alumnado que los veía pasar juntos. —¿Qué es lo que ven?
—No
pueden creer que una reina como yo, esté hablando, y todavía más,
caminando, la lado de un bufón como tu. —dice ella, con una
sonrisa.
—Eso
fue un poco cruel. —comenta Jason, frunciendo los labios.
—El
mundo es cruel, cariño. Entiéndelo, acéptalo y sigue adelante.
—dice ella, con esa sonrisa socarrona que tanto odiaba Jason, y a
la vez, que tanto amaba.
—Tu
eres un poco cruel... ¿No deberías tratar de cambiar eso?
— ¿No
dijiste que te gustaba todo de mi?
—Dije
que te quería, con todo y defectos...
—
¿Defectos?
—preguntó Elizabeth, parando su caminar. —Oh no, una Rockefeller
no
tiene,
defectos. —dijo ella, confiada de sus palabras.
—Todo
el mundo tiene defectos, Beth.
—No
soy todo el mundo. —continúa ella, firme a su convicción.
—La
maldad es un defecto. Si tu dices que no tienes defectos, entonces
trata de no ser malvada.
—No
soy malvada. Tal vez un poco de más sincera, y realista. Y esas dos
cosas, no son defectos. —dice ella con una sonrisa, volviendo a
caminar normalmente.
—Entonces,
¿dices que no has hecho ninguna maldad desde que llegaste a West
Point?
—No...
Bueno, seguramente tu concideras que lo que le hice a tu salvaje
amiga fue una maldad, pero... Lo solucioné, y le regalé su casa.
¿Qué más bondad quieres?
— ¿Y
antes que eso? ¿No has hecho otra maldad que no has solucionado?
—pregunta él, haciéndola meditar por unos segundos, para que la
chica, frunza el ceño.
—Oh,
no, no, no... Eso fue hace mucho. Si me pongo a solucionar todas mis
presuntas maldades, no acabaría jamás.
—Esa
no pasó hace mucho. —dice él, acompasando su paso al de ella. —Si
quieres seguir siendo perfecta, deberías solucionar ese pequeño
defecto de tu vida.
—Como
sea, si eso te hace feliz. —comenta la chica, restándole
importancia.
—Ahora
hasta haces cosas para hacerme feliz. —dice con felicidad, pero
diciéndolo con un tono socarrón.
—Cierra
la boca, Pinault. No hagas que te golpee. —y luego, apura más el
paso, para que él, corra a su lado, con gracia.
+
+ +
—
¡Señorita
Rockefeller! —grita una voz femenina detrás de ella. Elizabeth
frunció el ceño, ya que se había levantado temprano, se había
peinado con una trenza trigal negra, se había maquillado con su
típico maquillaje oscuro delineando sus verdosos ojos, y se había
colocado un vestido ajustado entubado gris de diseño escosés, con
un bolado en la parte de la cintura, de strapless, zapatos de tacón
negros, un bolso mediano a composé y un sobretodo verde esmeralda
largo. { http://www.polyvore.com/heritage_with_gucci/set?id=59618984
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—Sra.
Donal. —saluda la castaña, con una sonrisa política. Donde la
pelirroja estaba vestida con su uniforme de militar, y detrás de
ella había más de docientos alumnos de distintos sexo.
—No
parece sorprendida de verme. —dice la mujer, mirándola fijamente.
—Yo
fui la que hizo que la restituyeran a la escuela.
— ¿Usted?
—pregunta la mujer, sorprendida ante tal declaración. — ¿La
misma que hizo que me echaran? —Elizabeth suspira y agrega:
—Lamento
eso. —aunque en verdad no lo hacía, pero lo dijo solo para que
Jason no la molestara, ya que el castaño estaba al lado de la Sra.
Donal.
—Le
dije que había cambiado. —suelta Jason, haciendo que la mujer siga
igual de sorprendida que antes, y también logrando que Beth pose sus
verdosos ojos sobre el castaño.
— ¿Qué
haces metido ahí, plebeyo de mala monta?
—Adoro
tu amor mañanero. —dice él, con ironía, pasándole un brazo por
la cintura, logrando que Beth lo empujara lejos de ella. Y él, como
si su rechazo fuera cosa de nada, habló: —Vamos, seguro no
desayunaste.
—Si,
lo hice.
—Deja
de mentir. —le dice él, mirando hacia la señora Donal. —La veo
después, general.
—Así
es, Jason. —comenta la señora, aún escéptica.
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