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martes, 24 de septiembre de 2013

El precio de la elegancia - Capítulo 27


El precio de la elegancia 
Capítulo 27

Con una pollera entubada gris con negro de estilo escosesa, una camisa manga larga de color crudo con un moño en la parte del cuello, y una capa negra que caía hasta sus brazos, y rozaba su mano, la cual sostenía un bolso de color marrón claro acomposé con los zapatos de tacón. { http://www.polyvore.com/ladylike/set?id=62487419 }
Toda una reina de hielo. —susurró alguien detrás de Elizabeth, la cual, ya tenía ambos pies debajo de la escalera que daba a los dormitorios. Ella se giró, para ver a Jason. Suprimió su sonrisa, para mirarlo fijamente.
Sabes, me puse a pensar... No sé si prefiero al príncipe o al mendigo que hay dentro tuyo. —comentó ella, acercándose con petulancia al castaño.
¿Te atrae el mendigo? Ese es un descubrimiento bastante importante. —comenta en tono sorprendido el chico, en forma de burla, aunque verdaderamente lo estaba.
No me malentiendas. No es que me "atraiga", solo siento curiosidad hacia él. —dice ella, con una sonrisa. —Pero sin duda, el príncipe es el único capaz de cumplir con esa absurda apuesta que hicimos.
¿Y si esa absurda apuesta la duplicamos?
¿Perdón?
Si te digo que el que va a enamorarte no es el príncipe, si no el plebeyo.
No le daría ni una mirada de soslayo al mendigo. —afirma ella, con total sinceridad.
Debes descubrir que hay cosas más importantes que ser un príncipe...
Ya te expliqué esto en el baile que mi madre organizó. No seas pesado, por favor.
El precio de la elegancia, si. Lo comentaste. —dice él, recordando su charla.
Lo decía en serio cuando dije todo aquello.
Lo sé, es por eso que quiero hacerte cambiar de idea. —le dice él, sonriendo. —Vamos, tenemos que decirle al profesor si nos da una semana más para mostrar el avance de nuestra linea de ropa.
Oh, lo había olvidado completamente. —dice ella, colgándose la cartera en el antebrazo. —Debo llamar a Vladimir para que se apure con los últimos diseños.
¿Cuánto dinero piensas gastar?
Después de que mi padre me haya hecho vivir esos momentos tan incómodos en París, contigo y tu primo, me debe más de lo que he gastado en este último año.
¿Por qué creo que estás exagerando? —pregunta él, mientras caminaban hacia el salón de clase, captando la mirada de más de la mitad del alumnado que los veía pasar juntos. —¿Qué es lo que ven?
No pueden creer que una reina como yo, esté hablando, y todavía más, caminando, la lado de un bufón como tu. —dice ella, con una sonrisa.
Eso fue un poco cruel. —comenta Jason, frunciendo los labios.
El mundo es cruel, cariño. Entiéndelo, acéptalo y sigue adelante. —dice ella, con esa sonrisa socarrona que tanto odiaba Jason, y a la vez, que tanto amaba.
Tu eres un poco cruel... ¿No deberías tratar de cambiar eso?
¿No dijiste que te gustaba todo de mi?
Dije que te quería, con todo y defectos...
¿Defectos? —preguntó Elizabeth, parando su caminar. —Oh no, una Rockefeller no tiene, defectos. —dijo ella, confiada de sus palabras.
Todo el mundo tiene defectos, Beth.
No soy todo el mundo. —continúa ella, firme a su convicción.
La maldad es un defecto. Si tu dices que no tienes defectos, entonces trata de no ser malvada.
No soy malvada. Tal vez un poco de más sincera, y realista. Y esas dos cosas, no son defectos. —dice ella con una sonrisa, volviendo a caminar normalmente.
Entonces, ¿dices que no has hecho ninguna maldad desde que llegaste a West Point?
No... Bueno, seguramente tu concideras que lo que le hice a tu salvaje amiga fue una maldad, pero... Lo solucioné, y le regalé su casa. ¿Qué más bondad quieres?
¿Y antes que eso? ¿No has hecho otra maldad que no has solucionado? —pregunta él, haciéndola meditar por unos segundos, para que la chica, frunza el ceño.
Oh, no, no, no... Eso fue hace mucho. Si me pongo a solucionar todas mis presuntas maldades, no acabaría jamás.
Esa no pasó hace mucho. —dice él, acompasando su paso al de ella. —Si quieres seguir siendo perfecta, deberías solucionar ese pequeño defecto de tu vida.
Como sea, si eso te hace feliz. —comenta la chica, restándole importancia.
Ahora hasta haces cosas para hacerme feliz. —dice con felicidad, pero diciéndolo con un tono socarrón.
Cierra la boca, Pinault. No hagas que te golpee. —y luego, apura más el paso, para que él, corra a su lado, con gracia.

+ + +

¡Señorita Rockefeller! —grita una voz femenina detrás de ella. Elizabeth frunció el ceño, ya que se había levantado temprano, se había peinado con una trenza trigal negra, se había maquillado con su típico maquillaje oscuro delineando sus verdosos ojos, y se había colocado un vestido ajustado entubado gris de diseño escosés, con un bolado en la parte de la cintura, de strapless, zapatos de tacón negros, un bolso mediano a composé y un sobretodo verde esmeralda largo. { http://www.polyvore.com/heritage_with_gucci/set?id=59618984 }
Sra. Donal. —saluda la castaña, con una sonrisa política. Donde la pelirroja estaba vestida con su uniforme de militar, y detrás de ella había más de docientos alumnos de distintos sexo.
No parece sorprendida de verme. —dice la mujer, mirándola fijamente.
Yo fui la que hizo que la restituyeran a la escuela.
¿Usted? —pregunta la mujer, sorprendida ante tal declaración. — ¿La misma que hizo que me echaran? —Elizabeth suspira y agrega:
Lamento eso. —aunque en verdad no lo hacía, pero lo dijo solo para que Jason no la molestara, ya que el castaño estaba al lado de la Sra. Donal.
Le dije que había cambiado. —suelta Jason, haciendo que la mujer siga igual de sorprendida que antes, y también logrando que Beth pose sus verdosos ojos sobre el castaño.
¿Qué haces metido ahí, plebeyo de mala monta?
Adoro tu amor mañanero. —dice él, con ironía, pasándole un brazo por la cintura, logrando que Beth lo empujara lejos de ella. Y él, como si su rechazo fuera cosa de nada, habló: —Vamos, seguro no desayunaste.
Si, lo hice.
Deja de mentir. —le dice él, mirando hacia la señora Donal. —La veo después, general.
Así es, Jason. —comenta la señora, aún escéptica.

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