El precio de la elegancia - Capítulo 11

El precio de la elegancia

Capítulo 11

— La leña se mojó toda. —le dice el chico a uno de los estudiantes de la milicia.

—No importa, ve a tu carpa que está lloviendo muy fuerte.

— ¿Y Elizabeth?

— ¿No volvió? —pregunta el chico, sorprendido. —Me fui al baño, y creí que cuando empezó a llover había vuelto.

— ¡¿La dejaste en el bosque?! —le grita Jason, con rabia, mientras barajaba las miles de posibilidades, y ninguna buena, del paradero de la muchacha y tomaba su mochila para salir corriendo dentro del bosque. —Si aparece aquí, me avisan por el woki toki. —les dice a sus compañeros, mientras iba en busca de la muchacha.

—Dos días y van dos veces que te estoy buscando. —dice él, mientras buscaba insesantemente en la maleza. — ¡Elizabeth! ¡Elizabeth! —grita fuertemente, sin obtener respuesta, avanzando más dentro del bosque. — ¡Elizabeth! —exclama nuevamente, luego de más de diez minutos de caminata.

— ¿Jason? —pregunta ella, tratando de incorporarse con dificultad del suelo. — ¡Jason! —grita, o más bien habla fuerte, ya que le dolía cuando hacía cualquier movimiento.

— ¡Elizabeth! —volvio a escuchar sus gritos.

— ¡Jason! ¡Estoy aquí! —gritó ella, colocando su mano derecha por debajo del busto ya que le dolía mucho esa zona.

— ¿Elizabeth? —pregunta ahora, más cerca, la voz del chico.

— ¡Jason! —grita ella, y en unos segundos, ve la cabeza de el muchacho, arriba de la de ella.

— ¡Elizabeth! ¿Estás bien? ¿Te duele algo? —le pregunta él, mientras se quita la mochila y dentro de esta saca una soga y la ata al árbol, para luego hacer un círculo y colocarla alrededor de su cadera, y bajar por el pequeño barranco de donde Beth había caído.

—Ven. Levántate. —le dice él, acercándose a ella para ayudarla a ponerse de pie, y un alarido de dolor cruza sus labios, seguido de unas pequeñas lágrimas debido al espasmo.

— ¿Dónde te duele? —le pregunta él, y ella señala su abdomen, para luego ver una de sus piernas ensangrentadas, al igual que el costado de su frente. —Ven aquí. —le dice él, tomándola en brazos, y colocándola en sus hombros, hace que esta llegue a la superficie nuevamente. Jason, toma la soga y escala por si solo para posicionarse a su lado. —Ven. —le repite él, mientras la colocaba debajo de un árbol, donde el agua no llegaba y saca el botiquín de primeros auxilios. Toma un pedazo de algodón y coloca unas gotas de alcohól y comienza a desinfectar la herida de su rodilla.

—Ay, duele. —dice ella, gimoteando, Jason pasa suavemente el algodón por su piel ensangrentada y embarrada y sopla ligeramente su herida para alivianar un poco el dolor. Luego de desinfectar, le coloca unas gasas sobre la herida, y la pega con cinta.

—Acércate. —le dice este, mientras tomaba su rostro pequeño en sus grandes manos. Examina la herida y la desinfecta de la misma manera que la primera, soplando con suavidad el rostro de la muchacha, para luego colocarle una benda.

— ¿Qué tienes debajo de la camisa?

— ¿Qué? —pregunta ella, abriendo los ojos como platos.

— ¿Tines algo? Una musculosa, brazier, lo que sea...

—Brazier. —contesta ella, un poco pudorosa de su respuesta.

—Quítatela.

— ¿Perdón?

—Tu solo hazme caso. —le dice este, mientras él, se empieza a sacar su ropa colocándola sobre la mochila para que no se moje ni se ensucie. Se quita la musculosa, junto con su camisa y, cuando ella estaba en brazier, le entrega ambas y esta, con un poco de verguenza se las coloca. —Toma esto. —le dice, entregándole la campera impermiable, que al ser dos o tres talles más, la abrigaba mucho más.

—Vas a morirte de una neumonía.

—Preferible que sea yo, y no tu... ¿Qué pasa si mueres? En mi conciencia va a quedar que voy a ser el causante de la crisis económica más grande la historia.

—Le dije a esa mujer que no debía venir. —comenta ella, frunciendo el ceño. —Ven, acércate. —le dice, tapándolo con su campera a él también.— ¿No deberíamos ir llendo?

—Quiero esperar a que pare un poco la lluvia, la tierra está en desprendimiento, y al ser muy lodosa y estar a tanta altura, la caída puede ser peor que ese pequeño barranco. Podíamos caer todo lo que fuimos subiendo estos dos días. —le explica él, haciendo que sus ojos se agranden, y su respiración se agite.—Tranquila, vamos a volver al campamento. —le dice él, con una sonrisa, dejando ver sus dientes blancos, haciendo que sus labios se vean más gruesos de lo que ya eran.

—Gracias por venir por mi. —dice ella, teniendo unas palabras amables y suaves por primera vez para él.

— ¿Creías que te iba a abandonar en el medio del bosque? —pregunta con ironía el chico, riéndo.

—No. Aunque tenía miedo, sabía que ibas a venir a buscarme. —le dice ella, cerrando sus ojos cansados, y apoyando su cabeza en el hombro desnudo de él. —Gracias por venir. —le repite, con suavidad.

—Elizabeth. —susurra el muchacho, moviéndola con suavidad. —Elizabeth. —repite este, moviéndola nuevamente.

—Mmmm... —suelta ella, abriendo perezosamente los ojos.

—Ya amaneció y la lluvia paró. —le dice este, parándose de su lugar, y ayudándola a ponerse de pie, la abrazó por la cintura.

— ¿Estuvimos toda la noche aquí?

—Así es, pero no te preocupes, se como llegar al campamento. —le dice él, colocándose su mochila en su torso desnudo, y ayudándola a ella a caminar, avanzaron hacia el campamento. Luego de unos veinte minutos, o tal vez un poco más llegaron, donde todos los alumnos estaban alrededor de la fogata.

— ¡Jason! —gritaron los alumnos de la milicia, acercándose a ambos. — ¿Elizabeth? ¿Estás bien? —pregunta uno de los muchachos.

—Si. —contesta, de manera hostil como era habitual en ella.

—Vamos a ir un poco más abajo al lago, estamos llenos de barro por la tormenta de ayer. Así que, tu sigue con los demás si ya se asearon, y yo voy a hablar con los directivos ya que Elizabeth está herida.

—De acuerdo, señor. —dice Martin, volviendo a su posición de subordinado.

—Ven. —dice él, mientras la acompaña hasta su carpa. — ¿Puedes juntar tus cosas o lo hago yo?

—Está todo en las dos maletas. —le dice ella, y este comprobó que estaba todo ordenado.

—De acuerdo, vamos. —dijo el muchacho tomando su mochila en sus hombros, y las dos maletas de esta, para, con la mano que le sobraba, ayudarla a bajar del monte, tomándola por la cintura.

Llegaron luego de unos cinco minutos de caminata, al lago, donde, luego de que ella le dijera que si no se daba la vuelta lo iba a demandar por abuso, se desvitió, quedando en ropa interior, y metiéndose de un chapuzón al lago. El chico, se metió también, y cada uno en una punta del lugar, se aseó.

Ella, tomó la toalla que había dejado sobre la roca y se envolvió completamente, para luego, acercarse a su valija para tomar otra muda de ropa interior. Luego de colocarsela se ató el pelo en un rodete, y se colocó una blusa marfil, un short blanco con flores negras vintage estampadas en la tela que hacín juego con los zapatos de tacón negro y el blazer que descansaba sobre sus hombros rígidos. { http://www.polyvore.com/blazers_shorts/set?id=78707183 }

 — ¿Todavía no estás lista? —pregunta él, acercándose a la chica, la cual, estaba sentada como indio, con su bolsito de cosméticos, mientras se colocaba la base. —Estamos tu y yo, en el medio de un monte... ¿Es necesario el maquillaje, cuando ya te vi ensangrentada y embarrada?

— ¡Cierra el pico! Si eres un caballero como creí que lo eras ayer, vas a hacer hasta lo imposible para olvidarte lo desagradable que lucía ayer. —le dijo ella, al borde de la desesperación, cosa que enterneció, en un punto, al chico.

—Con o sin maquillaje, embarrada o no... Sigue siendo hermosa, Su Majestad. —le dice él, parándose de la roca, y llendo en busca de su mochila. Ella, se quedó mirando como el chico, cubierto con solo unos pantalones verde militar, se alejaba de ella.