Tren de Medianoche
Capítulo 12
Rebecca Reed
— ¿Tú eres parte del Club de Comedia? —le preguntó Jeannot a Nick.
—Emm... No, no. —conestó el, mientras me miraba a mi, dulcemente
—Estonces, te invito a retirarte.
— ¿Qué? Pero Rebecca. Estaba con ella. —contestó enredándose en sus propias palabras.
—Lo lamento, pero somos nosotros dos. —dijo el docente, algo que a Nick no le gustó porque le puso mala cara, no comprendí por qué. —Y como verás no tengo un cuerpo musical, así que voy a tener que ganar las estatales y nacionales con una solista. Necesito trabajar.
—No hago ruido, no hablo.
—Pero mirás, y estorbas, sin ofender. —comentó Jeannot, con una sonrisa.
—Por favor, Nick. Nos vemos luego en clase. —pedí mientras me acercaba a él, para besar su mejilla pero me esquivó.
—De acuerdo. —dijo el a regañadientes, sin despedirse de mi. Así el chico salió del salón y nos dejó a los dos solos.
—De acuerdo, empecemos. —dijo, sentándose en una butaca que enfrente tenía un escritorio de color caoba. —¿Conoces la canción Something's got a hold on me, del musical burlesque?
— ¡Ay, me encanta! —dije emocionada. —Amo como canta Christina Aguilera, es una diosa.
—De acuerdo, arriba del escenario y veamos si opacas o no a Aguilera. —comentó este con una sonrisa y yo me puse roja como un tomate.
{Canción: http://www.youtube.com/watch?v=TZFQgqhNoEI escuchenla es muy linda & la voz de esta mujer es increible}
—Parece que Christina Aguilera se va a tener que encontrar otra profesión luego de que te escuche cantar. —comentó dándome la mano para bajar del escenario y no ir hasta las escaleras. Yo tomé su mano y me bajo delicadamente, tomándome de la cintura y colocandome en el suelo como si fuera de algodón. Nos quedamos uno muy cerca del otro, y parecía que ninguno de los dos se quería separar, pero yo tosí ligeramente, y me solté de su agarre.
—Bueno... —dijo este, tosiendo delicadamente. —Eso es todo por hoy, quedan quince minutos de clase, pero lo que necesitaba ya lo vi, ahora voy a armar algo para que ganemos las estatales. —dijo el profesor con una sonrisa, deslumbrandome con sus blanquicinos dientes.
—De acuerdo, gracias. —dije yo, avergonzada, no se de qué.
—Ya que vamos a trabajar todo el año juntos quisiera conocerte más.
— ¿Cómo? —le pregunté, posando mi mirada en su mirada tan profunda como el océano y del mismo color que este.
— ¿Musical favorito? —preguntó el, sentándose como índio en el escenario y yo en una butaca debajo de este.
—Chicago, sin duda. Mi madre ama Nueva York, y para navidad o año nuevo siempre vamos, y ahorro todo el año para ir a verla, en primera fila.
—Sale muy caro.
—Lo sé, fui niñera por tres meses o más para estar adelante de todo.
El río entre dientes, mientras yo lo miraba embobada.
— ¿El tuyo?
—El fantasma de la ópera, es uno de mis favoritos.
—Me encanta, y la película la amo.
—Me gusta más en comedia musical, en vivo y en directo siempre es todo mejor.
—Claro, solo he ido dos veces y no muy adelante, ya que siempre voy a ver Chicago y si me alcanza, a otra.
— ¿Por qué tan fan?
—No sé, me encanta. Es como que siempre los protagonistas, mal que mal, son hombres. O sea, siempre es una mujer y un hombre son pareja protagónica. En cambio en Chicago son dos mujeres, dispuestas a todo por llegar a la cima, culquier cosa. Tal vez, omitiendo los asesinatos, son como un ejemplo de la fuerza femenina en un mundo de hombres.
—Vaya, que... Pensamiento tan profundo. —comentó él, asombrado. —Eres muy inteligente, jamás he escuchado esa respuesta. A todos y todas les gusta Chicago, pero me dicen que es por la escenografía, los actores, el drama, los musicales... pero tú, fue una respuesta muy original.
—Gracias. —contesté sonrojada.
—Según lo que me dijo el director, eres nueva... ¿De qué escuela vienes?
—De la escuela Opern McCarney.
—Nunca la escuché. —comentó este, jugando con sus dedos.
—A menos que no hallas ido a Illinois, estoy segura que no.
— ¿Illinois? ¿Vienes de allí?
—Así es, mi madre se casó y de alguna manera no muy sutil me envió aquí con mi padre.
—Vaya, lo lamento.
—Está bien, voy a tener que adaptarme. —dije con una sonrisa que el correspondió.
—Ahora me toca a mí. —comenté a lo que el solamente asintió y sonrió.
—Sin pretender ofender, ¿no? Pero... ¿qué hace una estrella de Broadway como tú, en una escuela de Las Vegas, enseñándole a solamente una triste y pobre alumna? —dije dramatizando el final, a lo que el rió.
—Muy dramática, eres toda una actriz de Broadway... Respondiendo a tu pregunta, me cansé un poco de estar en la mira de todo el mundo, el espectáculo es así, unos te aman otros te odian. Y, te soy sincero, quería una vida tranquila, aunque sea por unos momentos.
—Te entiendo, pero lo que no entiendo es ¿cómo lo dejas? Si yo estaría en la sima, por nada del mundo me bajo es...
—Dejar de soñar el sueño, y hacerlo realidad. —finalizó él con una sonrisa.
—Exacto.
—Si te cuento un secreto, prometes no decir absolutamente nada de lo que se diga acá.
—Claro. —comenté sonriendo.
—Estoy muy solo, la gente solo se me acerca porque soy Jeannot Loghan Brightman, quieren dinero, fama o quién sabe qué. También fue por eso.
—Bueno, la gente es muy tonta. —anuncié y el parecía confundido. —Eres una persona hermosa, muy talentosa y es muy lindo hablar contigo. Así que ellos se lo pierden. —comenté con una sonrisa y el la correspondió, y cuando analicé lo que había dicho, me puse colorada.
—Eres muy linda cuando te sonrojas. —musitó dulcemente, lo que provocó que me sonrojara más.
—Creo, que el timbre ya sonó. —dije, levantándome de la butaca, mientras el se bajaba de un salto del escenario.
—Me parece que sí, te acompaño. —comentó con parsinomia, mientras íbamos caminando hasta la puerta, llegamos a la clase de Geografía, toqué la puerta y se escuchó un "adelante".
—Es tarde, señorita...
—Reed, soy nueva. —contesté un tanto avergonzada, ya que las miradas de todo el salón se posaban en mi.
—Esa no es excusa. —dijo el profesor de mala manera.
—Comprate un GPS, rubia. —gritó la misma chica que me miraba mal en el almuerzo, yo la mire e ignoré su comentario, pero al parecer la clase no, y la mayoría de los alumnos se rieron.
—Silencio. —dijo Morelson.
—Disculpe. —dijo Jeannot, interviniendo en la conversación, posandose a mi lado.
—Soy Jeannot Brightman, el profesor de Comedia Musical, —se presentó, tomando la mano del docente, y me percaté que todas las miradas femeninas se posaron en él, algunas largaban suspiros y otras lo miraban con deseo carnal. Eso me molestó bastante, y no entendí la razón de aquello. —Rebecca estuvo conmigo hasta ahora, y con la música no escuchamos el timbre, fue mi culpa su retrazo.
—Está bien, pero trate de que no vuelva a repetirse. —musitó el docente, con más suavidad.
—Por supuesto. —aseguró Jeannot. —Cuídate, Becks. —comentó suavemente cerca de mi oído, lo que hizo que todo mi interior temblara y el sonrojo no tardó en aparecer.
Caminé por el pasillo, atrás de todo, donde me senté con Ian, este tenía el ceño fruncido y parecía enojado, empecé a hablarle de cosas triviales a ver si se le pasaba el enojo, pero nada.
Al terminar la clase, todos los alumnos salieron del lugar y yo me encaminé a las dos chicas, que estaban sentadas adelante de todo, las cuales cuando la morena me burló, no rieron
—Emm... Hola... Me llamo, Rebecca. —me presenté amablemente.
—Hola, soy Farrah, y ella Fiona. —dijo la morocha, con una sonrisa
—Un placer. —respondí, algo nerviosa.
— ¿Así que sales con Holland? —comentó Fionna y no lo dijo en un tono muy amable, así que pensé que era otra de "su séquito de enamoradas", según como él las llamaba, no pude evitar reír ante tal pensamiento.
—No, claro que no, somos solamente amigos.
— Y Rebecca, ¿cómo vuelves a tu casa? —me preguntó Farrah, en cuanto las tres íbamos a la salida.
—En colectivo, espero no perderme. —dije recordando lo sucedido un tanto molesta, pero las tres reímos sin más.
—De acuerdo, yo me voy a buscar a mi hermanito y me voy caminando, vivo cerca. —comentó la morena, besando mi mejilla y luego la de Fionna. —Nos vemos.
—Adiós, chau. —Dijimos, Fionna y yo, respectibamente.
—Yo también me voy, mamá me espera con panqueques. —dijo Fionna, con una sonrisa.
—De acuerdo, hasta luego.
— ¿Te acompaño? —escuché como su voz me preguntaba, no necesitaba voltiarme para ver de quien se trataba, pero igual lo hice para encontrarme con sus ojos café.
— ¿No qué estabas molesto? — indagué, ya que en la clase de geografía las respuestas que me daba a mis preguntas eran simples monosílabos.
—Un poco... El francesito ese, me molesta bastante.
—No le digas así, es muy simpático.
—Si, ya lo creo. —comentó con sarcasmo.
— ¿Vamos a discutir esto nuevamente?
—Es verdad, mejor no. —aseguró, con una sonrisa dejando entrever sus dientes. —Así que... ¿te acompaño? Tengo que tomar el mismo colectivo que tu.
—Me encantaría. —le respondí, mientras el tomaba mi mano y la afianzaba con la suya. Caminamos al lado contrario de donde estabamos antes, rumbo a la parada del colectivo.
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