Blinking Cute Box Panda

miércoles, 31 de octubre de 2012





Capítulo 38
Libro Abierto


—Harry... ¿me puedes decir a dónde vamos? —le pregunté, mientras ejercía más presión en mi muñeca y me arrastraba hasta quien sabe donde.
—Lejos, ahora apúrate y sube al auto. —me ordenó, abriendo la puerta del vehículo.
Hice lo que me pidió sin protestar y me senté en la parte del copiloto. Él dió la vuelta como un rayo y arrancó el auto, llendo a una velocidad que jamás había utilizado conmigo. Escuchábamos a lo lejos los gritos de todo el mundo, principalmente de los hermanos de Harry y luego de las autoridades de la escuela. Pero parece que el conductor mucha atención no les prestó, ya que dirigió la vista hacia la carretera e hizo caso omiso a todas las voces, incluso la mía.
Edificio, tran edificio, tras edificio, es lo únicoque pude ver, hasta que en un momento el paisaje cambió, y los edificios eran muy escasos, y estos fueron remplazados por casas. Viviendas que según mi suponer, se encontraban en los suburbios de la ciudad.
El interpelado no contestó ninguna de mis preguntas, ni una de las más sencillas que fue: —¿Te encuentas bien? Pero nada; el muchacho se encontraba metido en su cabeza, en sus pensamientos que parecía que lo estaban atormentando. Así que, ignorandome olímpicamente, siguió conduciendo a un lugar donde no sabía su ubicación. Pasada ya la media hora, nos hallábamos en un sitio que no eran ni los suburbios, ya que las casas no estaban una pegada al lado de la otra, si no que cada dos o tres cuadras había una casa. El muchacho se detuvo al lado de un poste de luz y allí apagó el motor.
—Lo siento. —musitó con voz dulce y suave.
—Te disculpo... pero no se de qué. —reconocí, sacándome el cinturón de seguridad.
—De todo. —contestó con tristeza. —Lo siento tanto, Romance es qué... Me desespera.
—Dime que, por dios.
—Me desespera el hecho de que todos dan por sentado que el perro me va a ganar, que hasta yo mismo trato de pensar y visualizar que le voy a ganar, pero... Sé lo que es capaz de hacer, sé que es demasiado fuerte y poderoso y sé también que el, de alguna manera burda de decirlo, "está de local". El y yo peleamos en la arena de convate de los Wordas, o sea, que ese terreno el lo conoce a la perfección.
—Yo sé que tú ganarás. —le aseguré, colocando mi mano sobre su hombro.
— ¿Y si no lo hago? —inquirió con melancolía, a lo que yo me espanté. Tenía razón en preguntar aquello. ¿Qué ocurría si el perdía y de esa batalla, me designaban a estar al lado de Liam a la fuerza? Pero en el intante que me hice esa pregunta, mi mente la contestó mecánicamente.
—Te voy a amar siempre a ti, no importa lo que pase, lo que digan o hagan, mi amor, mi alma y corazón siempre van a ser tuyos, pase lo que pase.
El sonrió con dulzura y se acercó delicadamente a mí, colocando su pulgar sobre mis labios y acariciándolos levemente. Su mano izquierda se posó en mi mejilla y la rozó con suavidad, como si mi piel fuera de la más fina cristalería. Así nos quedamos por lo menos cinco minutos, escuachando mi acerlerado corazón y el suyo, a un ritmo cardíaco normal, haciendo una melodía completamente dispareja.
—Yo también te amo, pase lo que pase, siempre te voy a amar.
Me dijo, con su voz de soprano, y acto seguido tocó mis labios. Su boca se acoplaba a la mía como un rompecabeza perfecto. Y hacían movimientos rítmicos, que chocaban contra mis labios de una manera salvaje y profunda, mientras agazapada se encontraba esa dulzura que yo la comparaba con la heroína, ya que parecía una droga para mí.
En un momento sentí que mi respaldo estaba desvaneciendo y allí sentí que su cuerpo se posicionó sobre mi, sin proporcionar ni un gramo de su anatomía sobre la mía. Su mano bajó de mi mejilla a mi cintura, y allí se quedó, rozando con la yema de sus dedos esa parte, mientras mis manos seguían en su cuello, enroscándolo como una anaconda a su presa.
Su lengua y la mía batallaban en una guerra que no tenía fin, mientras que con ella penetraba toda mi zona bucal, su mano expedicionaba mi vientre, llegando a la parte baja de mis pechos. En ese momento, o tal vez antes y no quise reaccionar, me di cuenta de lo que estaba haciendo, y me detuve, a lo que Harry me imitó.
—Lo siento, yo no debí... —empezó a decir nervioso, pero yo lo detuve.
—No, yo también te seguí, así que...—el me interrumpió.
—Yo... Ro, tú sabes que te amo, y que esto, no va a cambiar en nada lo que siento por ti, si se hace o no, el amor sigue ahí. —me aseguró, besando mi mano derecha.
—Lo sé, y yo también digo lo mismo pero...
— ¿Pero? —preguntó para que prosiguiera.
—Me da miedo... No lo sé, es algo completamente nuevo para mi y, no se... Tengo muchas dudas, y el lugar y...
—Claro, claro, no es de lo más romántico hacer el amor en un auto. —declaró riendo, a lo que yo lo golpee levemente en el hombro.
— ¿Y dudas sobre? —me preguntó sentándose en el lado del copiloto y subiendo mi respaldo, donde yo me senté cómodamente,
—No es sobre ti, ni sobre lo que siento por ti.
— ¿Entonces?
—Es más que nada sobre mí, yo se que te amo, pero no lo sé, es el miedo, que no me deja.
— Romance... Esto lo vamos a hacer cuando tu quieras, cuando tú estes lista y en un lugar mucho más lindo que este. Pero por favor, no te sientas presionada.
—No, no, claro que no. No me siento presionada, pero es que yo quiero pero... Me da tanto miedo que... —Comencé, pero me quedé callada.
— ¿Miedo de qué? —indagó interesado en el tema.
—Miedo a que luego no me quieras, a que me dejes, a que gane el Worda y nos separen luego, a que luego no te guste como soy y muchísimos miedos más.
—En primera, siempre te voy a amar, eso tenlo por seguro. Con respecto a lo segundo: no. Jamás voy a dejarte a no ser de que tú me lo pidas. Y lo del Worda... Yo también temo eso, pero tú misma me lo dijiste, pase lo que pase siempre ibas a amarme y yo a ti. Y por último, lo de gustarme... Romance, no me gustas... —dijo, a lo que yo me asuste. —Me encantas. —aseguró y yo le sonreí y todo miendo desapareció. —Nunca me vas a dejar de gustar, te amo más que nada en este mundo, eres todo lo que quiero o necesito. Siempre.
Estuvimos en el auto hablando, escuchando música y demás, más de dos horas. El reloj daban las once y media de la mañana.
—Y esa Taylor... —comencé, ya que de ella no habíamos hablado.
— ¿Qué pasa con ella, ahora?
—No lo sé, te trata como si fueras de su propiedad, que pasa entre tú y ella.
— ¿Otra vez, Romance? Ya te dije por... Octava o novena vez que a mi no me pasa nada, ella esta completamente obsecionada conmigo.
—Perdón, me olvidé que eras un rompe corazónes.
—Jajaja, claro. Tan solo mírame, soy hermoso. —musitó, corriendo su cabello hacia el costado y dándo una media sonrisa.
—Cállate. —dije, pegándole en el brazo.
—Acá la única hermosa, eres tú. —declaró besando mi cuello.
—No, claro que no... ¿Hermosa? ¿Yo?—pregunté incrédula. — No, Harry, creo que el amor te está afectando a la vista.
—No, por supuesto que no, tú eres hermosa, imagínate, tres hombres muertos de amor por ti.
— ¿Tres? —indagué sin comprender. — ¿No eras tú y Liam? ¿Tengo otro pretendiente? —dije, riendo a lo que Harry no me secundó.
— No, claro que no... sólo me equivoqué.

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