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martes, 19 de noviembre de 2013

Tren de medianoche - Capítulo 3


Tren de medianoche
Capítulo 3

—Vamos. —musitó dejando dinero sobre la mesa, y a continuación se paró de su asiento, yo lo secundé y salimos de aquel horroroso, pero divertido lugar. 
Caminamos un largo rato y al tener zapatos de tacón el camino se me hacia mucho más extenso. Las calles seguian despobladas, lo que quería decir que no estábamos en la capital nocturna, Las Vegas City, ya que allí, hay más de mil personas transitando las calles.
—Tengo una idea, ¿vamos a conocer Las Vegas?
—Ya la conozco, estamos en ella. —dije, sin comprender.
—Ya lo se, Rebecca, a lo que voy es que vayamos a recorre la ciudad. Yo invito Julieta.
—De acuerdo, pero... Mi papá me espera.
—Por favor, no te va a pasar nada, lo juro. —musitó, tomando mi mano derecha.
—Está bien. —Al decir aquellas dos palabras su rostro se iluminó. Apretó mi mano contra la suya y seguimos caminando. Estuvimos así mas o menos media hora más y sentí que mis pies se desintegraban y caían como la arena fina, grano tras grano, hasta que pude vislumbrar algo. Una piránmide se extendía más de cien metros por encima de mi cabeza y eso solo significaba una cosa. Llegamos al centro de Las Vegas.
— ¿Qué quieres hacer? ¡Vamos al casino! —decía feliz mi acompañante.
— ¿Qué? No, no podemos. 
—La edad no importa, conozco a todo el mundo aquí, nos dejarán entrar.
— ¿No qué eras de Detroit?
—Así es, pero he vivido aquí por cuatro años... Tengo muchos amigos trabajando en casinos, hoteles, restaurantes, y... Lugares a los que nunca vas a ir.
—Ya veo... ¿A qué te refieres con lugares a los que nunca vos a ir?
—A nada. —contestó haciéndose el misterioso, con una sonrisa en los labios.
Luego de decir aquelló afianzó su mano más a la mía y nos dirigimos al Casino Wallming, era un recinto de unas dimenciones algo exageradas. Las paredes estaban pintadas de un color crema y detalles en negro, mientras muchos carteles con luces y brillos se repartían por el lugar. Pasamos las puertas de vidrio y había dos hombres en cada esquina del lugar. Seguridad, pensé. Así que a paso confiado, Nick se acercó a ellos y habló.
—Buenas noches, ¿está Figuins?
— ¿Quién lo busca?
—Nick Holland. —contestó severo. El hombre vestido de traje se quedó en su lugar, para luego tomar su celular y marcar rápidamente un número que no pude ver. 
—Figuins va a estar acá dentro de poco. —anunció el hombre. Nick solo asintió y nos separamos un poco de los hombres de traje.
— ¿Quién es Figuins? —pregunté levantando una ceja.
—Un amigo.
— ¡Nick! ¡Parece que hace meses no te veo! —dijo un hombre de unos veinticinco años acercándose hacia nosotros. 
—Figuins, fue hace meses, todas las vacaciones estuve fuera. 
—Claro, claro... Tú madre está trabajando en el Relly, sabes, ¿no?
—Si, si, pero quería pasar por un casino de verdad.
—Gracias por el halago. —dijo el hombre con una barba de días y sus cabellos algo largos enmarañados. Su ropa parecia de mendigo y tenía un diente de oro. El lateral. —Parece que vienes muy bien acompañado.
—Así es, ella es Rebecca. —musitó Nick, mientras el tal Figuins me tomaba de la mano.
—Sabes que me gustan las morochas, pero debo admitir que con ella haría un exepción.
—Ella no es de esas chicas, además está conmigo. —dijo el muchacho, poniéndose frente a nosotros.
—Tranquilo, tigre. Sabes que por más hermosa que pueda ser una mujer, la amistad ante todo. —aseguró el hombre y ambos estrecharon las manos. 
—Gracias Figuins, ¿te puedo pedir un favor? Rebecca es nueva en la ciudad y solamente por fotos ha visto un casino, ¿me puedes ayudar?
—Claro, hazla pasar, la casa invita. 
Luego de decir aquello se abrazaron y el hombre se disculpó, ya que lo habían llamado por radio que había un problema en una máquina. 
Nick y yo comenzamos a jugar con fichas que él había comprado, primero fuimos a las tragamonedas, donde yo me envicié de una manera increible y después de estar una hora, mientras hablábamos y tomábamos algo, gané dos mil dólares. 
— ¿Te das cuenta? ¡Soy rica! —dije, en cuanto cambié las monedas por billetes.
—Jajaja, si lo eres. —musitó tomándome de la mano, para ir hasta la ruleta. Aposté al 16, el día de mi cumpleaños, y perdí dos fichas. Pero el hecho no era ganar, aunque cuando gané los dos mil dólares fui muy feliz, el hecho era compartir tiempo con él. A pesar de haberlo conocido recién, Nick era ese bálzamo que necesitaba desde que mi madre me dio la noticia de que tenía que mudarme a Las Vegas. Alegría, dulzura y frescura. Todo lo opuesto a mí, pensé.
— Nos quedan en total... Mil cuatrocientos setenta y ocho dólares con cuarenta y cinco centavos.
—Vaya, multimillonarios. —dije, riéndo.
— ¿Vamos?
— ¿A dónde? —pregunté, ya que estábamos caminando a la salida.
— A llevarte a tu casa, Rebecca, son las tres de la mañana.
— ¡¿Qué?! ¡¿Cómo es posible qué sea tan tarde?!
—Estuvimos más de una hora en las máquinas de tragamonedas, y en la ruleta otra hora, sin contar el rato largo en la barra. El tiempo se pasa.
—Mi padre va a acuchillarme.
—Vamos, antes de que se haga más tarde. —sugirió tomándome la mano, ignoré la corriente eléctrica que recorrió mi cuerpo. Salimos del lugar hasta una parada de taxis y en menos de diez minutos un auto de color amarillo y negro se poso frente a nosotros. Muy caballerosamente metió las valijas en el portaequipaje y me abrió la puerta trasera. 
— ¿Hasta dónde vamos? —preguntó el chofer de piel morena.
—Hasta 3708 Las Vegas Boulevard South, en el hotel Cosmopolitan.
—Vives muy cerca de mi casa.
— ¿Dónde vives?
—En Swenson Street, el hotel Knights de Las Vegas, mas o menos seis o siete cuadras.
—Eso quiere decir que somos vecinos. —dije sonriendo como estúpida, la idea de que viva tan cerca mío me alegraba más de lo que debería. Hablamos un poco más alrededor de quince minutos, ya que en ese tiempo el taxi se estacionó frente al hotel donde vivía mi padre. Nick se bajó del auto y me ayudó con mis valijas hasta la entrada.
—Si quieres te ayudo a subirlas hasta tu habitación.
—No, no es necesario, de verdad. Muchísimas gracias por la mejor noche en Las Vegas.
—No, de nada. Pero te prometo que vamos a tener muchísimas más, y una mejor que la otra. —aseguró con una sonrisa, mientras besaba mis labios dulcemente, sintiendo el aroma tan delicado y embriagador que... No, mentira, ojala hubiera pasado eso, fue solo mi inconciente soñando cosas ilógicas, lo que hizo fue besarme tierna y pausadamente la mejilla, para luego ir hasta el taxi que lo llevaría hasta su vivienda.
Caminé hasta el asensor con todas mis valijas, era un tanto incómodo ir tan cargada, ya que cada maleta pesaba alrededor de seis o siete kilos cada una, o más. En el tercer piso una mujer delgada, de cabello castaño y nariz aguileña entro al ascensor, y me miró de arriba abajo despectivamente, yo subí un piso más, y cuando salí la miré yo también de arriba abajo y negué con la mirada. Me daba mucha rabia el hecho de que me traten como poca cosa, y mucho menos esa... Nariz de vuítre. 
Fui hasta el 4E, donde vivía mi padre. Toqué la puerta a la espera de que alguien me abriera y en menos de cinco segundos la puerta se abrió creando una breve brisa que hizo volar alguno de mis cabellos. Del otro lado de la puerta, se encontraba mi padre, igual que como lo recordaba. Su cabello era de color negro, pero ahora las hebras plateadas se iban calando entre los pelos negros, signo de la edad. Sus ojos verdes, del mismo color que los míos, estaban decorados con unas largas pestañas y al rededor de sus ojos unas finas lineas de expreción, que también aparecieron en su frente y en la comisura de sus labios. Su nariz un tanto más grande que la mía, decorada con unas pecas algo invisibles a simplevista y su boca estaba en una fina linea, señal de enfado.
—Rebecca, hace más de tres horas que me dijiste que venías para acá.
—Lo que pasó fue que... —dije, pensando una excusa válida y creíble. —en el tren le dieron mi maleta a una mujer que se llamaba Rebecca Reid, entonces tuve que esperar hasta que me dieran mi maleta y yo la de la mujer, pero ella ya había salido de la estación entonces tuve que estar un largo tiempo esperando.
—Ay hija cuanto lo siento, pero... Me hubieras llamado y yo te iba a buscar, o al menos esperaba contigo.
—No quería molestarte, pero lo que pasó fue que, me quedé sin crédito. Sí, eso... y, no podía llamarte, lo siento.
—No te preocupes, pequeña. Te he echado de menos. —dijo el hombre abrazándome por los hombros. Yo inmediatamente correspondí a su abrazo. Extrañaba estar así con el, no es que la idea de vivir acá en Las Vegas me sea gratificante, pero es lindo estar un tiempo con papá, sabiendo que está tan solo.
—Ven, te mostraré tu habitación. —musitó, tomando más de la mitad de mis maletas, y comenzó a caminar, mientras yo lo seguía. Fuimos por un pasillo donde los pisos eran de madera y las paredes blancas, decoradas con cuadros de paisajes y retratos. Mi padre siempre fue muy fanático del arte, y su estilo favorito era el realismo, y eso podía verse reflejado en cada cuadro de la casa. Llegamos al final del pasillo, y en la puerta del lado derecho estaba mi habitación. Los pisos eran de madera al igual que toda la casa, y las paredes pintadas de un rosa oscuro, en el lado este había una biblioteca con tres estantes repletos de libros y junto a esta un ropero, en el ala oeste estaba un perchero, al lado la puerta y luego una mecedora de color blanco. En la pared norte se hallaba la cama de dos plazas con el cabecero blanco, concordando con toda la habitación, y las colchas fucsias y blancas, al lado de esta una mecita de luz de madera con un velador encima, y frente a la cama, en la pared sur, había un escritorio y sobre este una computadora.
—Es hermosa. —comenté a mi padre, mientras seguía analizando con la mirada la recámara.
—Me alegra que te guste. —dijo sonriendo. —Voy a dejar que te acomodes y duermas bien. 
—Gracias. 
—Te amo. —susurró besando mi frente, y de mis labios salió un: yo también, para que luego se retirara de la habitación.
A paso cansado acomodé mis maletas frente a la cama y busqué en ellas mi pijama, cuando lo encontré, un camison largo hasta por encima de la rodilla de color negro con detalles en rojo, me quité la ropa y me cambié, para luego ir hasta el baño cepillarme los dientes y quitarme el maquillaje. Apagué las luces, ya que el tubo fluorecente me estaba cegando con su blancura, y me arrojé, literalmente, sobre la cama, esperando que el sueño se apoderé de mí, y así fue, en menos de un minuto me encontraba soñando... 

2 comentarios:

  1. ya ahora me quedo bien claro que es becca la protagonista jajaja very good, me ha encantado este capitulo jaja super rapido todo con estos dos, tener algo asi con alguien debe ser super refrescante, nada de citas o largas charlas acerca del uno y del otro, solo salir a conocer las vegas, divertirse e irse conociendo por pequeñas conversaciones acerca de las cosas pequeñas, los pequeños detalles de cada uno jaja seria ideal, y luego la profundizacion que se que llegara y booom una historia de amor totalmente diferente jaja me encantaaaaaaaa, debo decirte tambien que ame el final de el precio de la elegancia, my oh my ese anillooooo simplemente perfectoooo jajaja me encanto que fuera la recreacion de la pequeña flor de compromiso que le dio jason a beth, simplemente perfecto perfecto jajaja me encanto esa novelaaa y no puedo esperar a que comiences a subir la segunda parte de drama queen, ya quiero leer me cargas loca con eso, espero la subas pronto, besos danna:)))

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    1. Holaa linda :3 si, quise hacerlo un poco diferente, xq si no siempre son AÑOS para conocerse & toda la bola xd lo cambié un poquito eso :p & me alegro que te haya gustado el precio de la elegancia, ahora voy a subir el epílogo creo, muy prontito xD &si la regunda parte de Dramma Queen se me está complicando, xq no la seguí. Me quedé en blanco completamente, & tendría que trabajar en ella. Espero pronto ponerme en ello (cuando termine los finales de la facu, voy a tener mucho tiempo xd) saludines :3

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