El precio de la elegancia
Capítulo 30
Final
Tres
días después
— ¿Estás
bien, Beth? ¿No te golpeaste la cabeza? ¿Quieres ir al médico?
—inquiere Holly, mientras ve a su amiga sentada envuelta en una
toalla frente a su espejo y todos sus maquillajes, y se va aplicando
distintas capas de sombra amarronada y anaranjada, dando un tono
natural y otoñal, como las hojas del parque del Central Park.
—Estoy
bien, Holly.
— ¿Le
dijiste que sí? ¿De verdad? —indaga la muchacha, anonadada. Jamás
creyó, aunque alguien hubiera venido a contárselo antes, que su
amiga, Elizabeth Rockefeller aceptaba casarse con alguien, a pesar de
que ese alguien, era rico. Elizabeth estaba encontra del matrimonio
prácticamente desde que nació, y ahora, lo aceptaba con gracia.
—Si,
Holl. Le dije que si. —contesta Beth, con una sonrisa mientras se
delinea los ojos.
—Estás
tonta, Beth. —comenta Holly, ante la sonrisa de la muchacha.
—No
te sobrepases, Holly. No me pongas de mal humor. —le dice Beth, con
su tono de voz normal, seco y hosco. —Además, en un rato vienen
mis padres, con el padre de Jason, Sebastian y su padre.
— ¿Y
qué vas a decirles?
—Que
no me quiero casar con Sebastian, y que si me desheredan y dejo de
ser una Rockefeller, que lo hagan, total, Jason no es pobre y voy a
vivir con él.
— ¿Vas
a dejar de ser una Rockefeller? —inquiere con los ojos abiertos
como platos, la castaña.
—Espero
que no. —dice Beth, con un poco de miedo. —Espero que mis padres
acepten a Jason, además, tengamos en cuenta que él es el primer
heredero de las empresas Pinault. Eso, de algo, debe servir. —comenta
Elizabeth, mientras se ata con una hebilla el lado izquierdo del pelo
lasio negro.
—Yo
sabía que te gustaba Jason. Siempre lo supe. —dice con orgullo de
su deducción, la castaña.
—Tranquila,
Sherlock Homes. —comenta Elizabeth, mientras se mete a su armario,
y comienza a elegir la ropa que va a usar para enfrentarse a su
familia.
— ¿Y
cómo te lo propuso?
—Ya
te lo conté, Holl. Dos veces. —dice con cansancio, pero con sorna
en la voz.
—Lo
sé, pero... ¿Una flor de anillo? Eso es espontáneo y romántico.
—comenta la castaña, con una sonrisa. —Y además, tú pareces
otra.
— ¿De
qué hablas? —indaga de mala manera, haciendo sonreír a Holly.
—Estás
contenta, y no de tan malhumor o a la defensiba... Bueno, a veces.
—continúa la chica, riéndo bajito.
Elizabeth
sale de su armario con una pollera hasta por arriba de la rodilla
dorado oscuro con un moño en el lado izquierdo de la cadera, una
casmisa con pullap color champagne, zapatos de tacón negros y un
blazer del mismo color, mientras que la cartera de pequeño tamaño
era de una tonalidad crudo delicada. {
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}
—Muy,
muy bonita. —comenta con una sonrisa Holly, mientras la abraza,
gesto que Beth solo permite en Holly, y ahora también en Jason,
aunque estas dos personas son muy distintas, le agrada esta
diferencia.
—Debo
irme, van a llegar pronto. —anuncia Beth, mientras la besa por
última vez en la mejilla, y sale de la habitación.
Bajando
las escaleras de su cuarto se encuentra con Jason, el cual le sonrie
de manera dulce y centelleante, cosa que ella corresponde, aunque no
de la misma manera cálida que él lo hace. Luce completamente
distinto a lo que lo hace todos los días de colegio, por lo cual,
capta más de una mirada de sus compañeros sorprendidos, y de chicas
suspirando, cosa que hace que Elizabeth las mire de la forma más
envenenada posible para que ni se atrevan a posar sus ojos nuevamente
en él. Está vestido con una camisa blanca almidonada, una corbata
roja con un diseño clásico en ella ajustada al cuello, mientras que
su espalda ancha y cintura pequeña se amolda a un saco gris, con un
pañuelo a composé de la corbata. Los pantalones son negros al igual
que los zapatos de vestir que brillan por el lustre.
—Preciosa.
—susurra él, mientras la besa en la mejilla, haciendo que por
inercia ella sonría. Esto hace que él esté alucinado, ya que ante
de ella solo recibía maltrato y se dá cuenta, de que valió la pena
el trabajo duro de llegar a su corazón. La recompesa es absoluta.
—Elegantes,
ambos. —contesta ella, acomodándole mejor la corbata. —Eso
aunque sea, ayudará para converncer a mi madre. —le dice ella,
sonriéndo.
—Le
pedí a el Sr. Olivarse que trate de transformar una mesa de la
cafetería en algo presentable para la reunión. —dice él,
mientras toma su mano, y la coloca alrededor de su brazo, y comienzan
a caminar hacia la cafetería, y desde la puerta de la misma, pueden
ver a los señores Rockefeller, al señor Pinault y a el señor Palus
con su hijo, Elizabeth detiene el caminar de Jason, y lo mira
directamente a los ojos.
—Tú
y yo hicimos una apuesta, ¿recuerdas? —inquiere ella, haciendo que
este mientras sonríe, asienta. —Si mis padres dejan que te cases
conmigo, esa apuesta sigue en pie. Porque todavía no has ganado.
—comenta esta, mirándolo fijamente. —No hasta que yo te diga
esas palabras.
—Por
supuesto, contigo me parecía extraño que sea tan sencillo. —ella
frunce el ceño por un momento, para luego sonreír ante la mirada
dulce de él.
+
+ +
—Lo
siento. —dice Elizabeth, mientras desliza la cajita negra hacia
Sebastian. —Pero no es contigo con quién deseo casarme.—finaliza,
dejando en un silencio absoluto a todos los allí reunidos.
—Elizabeth
Idina... —comienza a hablar Christy, mirándola con el ceño
fruncido y la boca torcida en una mueca de disgusto.
— ¿Con
quién lo deseas entonces? —interrumpe Sebastian, mirando la joya
dentro de la cajita. —Dijiste que no es conmigo con quién deseas
casarte, entonces... ¿Con quién lo deseas? —y luego de esa
pregunta, los ojos de Lewis y Christy se posan fijamente en Elizabeth
a la espera de su contestación.
—Jason.
—responde en un suspiro, mezclando con miedo e inseguridad, a la
vez que una nota de dulzura se desliza al decir su nombre, haciendo
que el proclamado sonría con autenticidad. Sebastian mira a su
primo, y sonríe sin más.
—Lo
presentía. —comenta Sebastian, con una sonrisa, mirando a Jason.
—Felicidades, primo. —continúa él, mientras estira su mano a
Jason, el cual la toma, mirando fijamente al muchacho frente a él.
—Gracias.
—responde en tono respetuoso, mientras tres pares de ojos van desde
Jason a Elizabeth, y viceversa.
—Nos
disculpamos. —habla Sebastian, mirando a todos. —Pero nuestro
vuelo sale en un par de horas, y debemos empacar. —y así, el señor
Palus y su hijo se despiden con tranquilidad de todos los allí
presentes, mientras se retiran, los dos, y un diamante de dieciocho
kilates.
—Elizabeth...
¿Qué está pasando? —indaga Lewis, mirando entre anonadado,
sorprendido y maravillado, a su hija.
—En
París, Jason te pidió mi mano, y hace tres noches atrás, me la
pidió a mi, y yo acepté. —dice ella, de manera calma y explícita.
—Eso si, tu y mamá lo aceptan, al igual que el señor Pinault.
—continúa ella, con una sonrisa más tranquila.
—Por
supuesto, esto es sobervio, facinante, maravilloso... Una Rockefeller
en la familia. —comenta el Señor Pinault, sonriéndole a su hijo
con orgullo.
—Señor
Rockefeller, ya se lo he preguntado con anterioridad, pero insisto en
ello: ¿me permitiría casarme con su hija, Elizabeth? Prometo
amarla, cuidarla y respetarla en todo. Siempre. —dice él, mientras
Elizabeth por inercia, ante sus palabras sonríe, siendo captada por
Christy, la cual, sonrié al saber que no solo su hija quiere casarse
con un magnate multimillonario, si no que también, tiene
sentimientos hacia él.
—Claro
que si. Mientras los dos cumplan con su palabra, y una gran boda se
celebre, claro que pueden casarse. —contesta Christy, al silencio
absorto de su marido, que no podía procesar el hecho de que su hija:
orgullosa, altanera y con carácter, le pida de casarse con alguien.
Con alguien que él previamente había seleccionado. —Recuerda
Elizabeth, que todo tiene un precio, si no cumples tu palabra.
—Gracias,
Señora Rockefeller. Señor Rockefeller. —dice Jason, en tono
educado, mientras toma la mano de Elizabeth por debajo de la mesa, y
entrelaza sus dedos.
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+ +
—No
fue tan grave... —comenta Jason, mientras ambos van de la mano,
caminando por el gran parque de la escuela West Point.
—No,
no lo fue... Al final no perdí nada. —suelta ella, más para ella
misma que para Jason.
—
¿Perder?
—Si.
Mi madre a todo le pone un precio, y crecí bajo esas palabras. Y tu
mismo la escuchaste que si no cumplo mi palabra, todo tiene un
precio...
—El
precio de la elegancia. —suelta él, recordando las palabras de la
pelinegra en París. — ¿Crees que estás pagando ese precio
casándote conmigo? —inquiere, un poco preocupado, pero tratando de
ocultarlo con una sonrisa.
—No,
y ese es el problema. No veo ningún precio a pagar. Es todo...
Libre. —él sonríe ante sus palabras, mientras que la abraza
dulcemente por la cintura, y ella apoya su cabeza en su hombro. —
¿Diciembre? ¿O tal vez noviembre?
— ¿Qué?
—Debes
organizar una gran boda como tu madre, y seguramente tu quieres
también. Así que, ¿qué te parece en diciembre? —ella sonríe,
mientras él, sin que ella se de cuena en un primer momento, desliza
un anillo de oro blanco con una piedra violeta de brillantes, del
mismo color que la flor que él le dio hace tres días en el Central
Park. {
http://bimg1.mlstatic.com/anillo-de-compromiso-oro-18-kt-7-colores-a-escoger-idd_MLM-F-3043131378_082012.jpg
}
Y
sin decir nada, coloca sus labios sobre los de él, de una manera
tranquila, suave y tan tierna, que el mundo alrededor de ellos
desapareció, mientras las manos de él se aferraban a la cintura de
ella como si su vida dependiera de ello, y como ella, con sus manos,
con su dedo ahora vestido con una piedra centellante, se colaban
entre los cabellos castaños de él, presionando su cuerpo con el de
ella, haciendo que su lengua se asomara por entre sus labios, para
unirse de manera cálida y deseosa.
Nota de la autora: muchísimas gracias por espera & espero que les haya gustado la novela! pronto voy a subir el epílogo de esta historia, & más tarde supongo que Runway to hell :3 gracias a todos & todas por pasarse por mi blog, saludos! Danna. ~
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